La eterna batalla entre la memoria y el olvido

"Knepp" desnuda en las tablas la esperanza de una mujer que perdió a su esposo.

NEUQUEN (AN).- Raúl Ludueña atiende el teléfono y en pocos minutos ofrece una detallada explicación de la obra que dirige. Lo hace con locuacidad, dejando en claro que la elección de esta «extraña» pieza es por sobre todas las cosas un gusto bien personal. «Nunca había trabajado con una puesta así. Era un desafío grande para mí».

Raúl Ludueña es el rostro visible del grupo teatral El Arrimadero, los viernes de este mes -desde las 21.30 en el sala I del teatro Conrado Villegas- continuará con la obra «Knepp», una creación de Jorge Goldenberg.

En «Knepp» Mariela Lazzaletta encarna a María Elena, una mujer que fue abandonada por su esposo cuando éste se enteró de que le era infiel. La vida de ella cambia sustancialmente cuando irrumpe en su vida un hombre que le ofrece un pacto: si ella hace todo lo que le pide, él la comunicará con su marido una vez por semana.

Entonces comienzan a mezclarse verdades y mentiras, y ella se verá en una encrucijada: o decide dejar las cosas como están, o continúa transitando el enmarañado camino del esclarecimiento. Así lo explica Ludueña.

-¿Cuál es la metáfora en la que se sumerge «Knepp»?

-Es la metáfora entre la pelea que existe entre la memoria y el olvido, y cómo el poder se mete en esta disputa por cualquier lado. La protagonista decide hacer un pacto para conocer la verdad. Aunque todos le dicen que su marido está muerto, ella no detiene la búsqueda. Por eso hay un final desencajado.

El poder esta representado por ese tipo que se interpone en su vida, que la tienta tocándole las fibras más internas. Un perverso experimento en el que se ponen en juego muchos principios, y se coloca entre signos de interrogación la importancia de la memoria.

Ese hombre, el que ofrece el trato, es la metáfora del poder. Por eso es el único personaje que entra y sale a la habitación (todo transcurre en el cuarto de María Elena) por diferentes vías, no sólo por la puerta, porque es así como lo hace el poder.

-El poder maneja todas las acciones.

-Claro, lo que se demuestra es cómo desde el poder se puede digitar la vida de las personas.

-¿La puesta en escena tiene que ver con ese desorden interno que ataca a María Elena?

-La puesta es pulcra, ordenada. Lo que intenté hacer es contraponer, hacer desde lo visual todo lo contrario a lo que sucede en el interior de la protagonista, que debe padecer a su amante, a una madre que le pide que deje todo como está…

-¿Con qué elementos lograste ese objetivo?

-Como el autor de la obra es guionista de cine, elegimos técnicas de iluminación cinematográficas. Todo bien blanco, la luz, los muebles claros, sólo la ropa de los actores es la que hace el contraste.

El otro protagonista fundamental de la puesta es el teléfono, es muy fuerte su participación, esa es la vía para comunicarse con el esposo, que no se sabe si está muerto o vivo.

-La memoria y el olvido, tema más que conocido para los argentinos.

-Esta obra -en la que también actúan Omar Zenteno, Marcelo Campillo, Miriam Gómez, Diego Seage, y tiene como asistente de dirección a María Cristina Beute- se estrenó en el '83, pero en realidad habla de los desaparecidos en general, no sólo de la dictadura. Habla de la aparición, que la mujer quiere ver el cadáver del marido, si es que está muerto. Pero tiene que ver con todos nosotros, nosotros tenemos un Sergio Avalos, y esta obra es comparable con todos esos tipos de casos; pasa el tiempo, las pruebas se pierden.. Ella espera la llamada, y vive esperanzada.

-¿Por qué elegiste esta obra, con esta temática?

-Me gustó, estaba buscando textos para un curso de dirección y lo encontré. Más me llamó la atención la puesta en escena, nunca había trabajado con una así, tan despojada, tan pura, era un desafío.


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