La experiencia con los perros derribó otra prueba
Ayer se comprobó que los canes que llegaron a la casa de “El Clavo” Sandoval pudieron haber seguido cualquier otro rastro de ácido acético, no necesariamente el que dejó el sospechoso.
ROCA (AC).- Si algo faltaba para desmoronar la prueba, era demostrar que los perros pudieron haber seguido cualquier otro rastro de ácido acético y no el que fue dejando el sospechoso.
A días de los alegatos (ver aparte), la acusación sólo cuenta con indicios débiles y pericias controvertidas. Gendarmería Nacional no logró revertir la duda respecto de las huellas. Ahora, se suman los perros.
Ayer se realizó la experiencia solicitada por el Tribunal para verificar si los canes que participaron de los rastrillajes realizados al día siguiente del hecho podían seguir el olor de este poderoso químico.
Fue un fracaso. Los animales no llegaron a destino porque se cometieron errores burdos que terminaron por convertir la iniciativa en un bochorno.
Para explicarlo en una frase: fue como ponerle la zanahoria al burro. Nadie se percató que el policía que había manipulado el ácido que luego olfatearon las perras Ailen y Amancay era el mismo que salió adelante de los animales cortando el tránsito. Los perros lo siguieron a él.
Quienes realizaban el trayecto no se explicaban por qué los jueces habían planificado un recorrido tan largo. Las perras de la División Canes de la Policía de Neuquén salieron desde la Regional II, como estaba previsto, y tomaron por calle Córdoba en dirección norte. Querellante, fiscal, defensor, periodistas, secretaria y jueces iban caminando detrás.
¿A dónde van?, se preguntaron todos. Hasta que cerca de la Universidad del Comahue, en Palacios y Fleming, los canes se detuvieron. «No están interesadas en seguir el rastro», dijeron los guías. Ailen y Amancay estaban sentadas en la vereda.
Fue entonces cuando la jueza María Evelina García encontró una posible explicación: el empleado que les ayudó el miércoles a la noche a marcar un rastro (recorrió un tramo en bicicleta con una rejilla impregnada con ácido), cuando se retiró de la Regional II se dirigió por cuestiones particulares a esa zona.
«Que venga el empleado», dijo el juez César López Meyer. Mientras lo ubicaban, la comitiva inició la retirada. Otra vez todos en la Regional II.
Cuando llegó Gerardo Barreto, le tomaron una testimonial en el depósito de la Unidad policial. «¿Qué hiz después de hacer el recorrido?» le preguntaron. El hombre dijo que salió caminando rumbo a calle Tucumán (unos metros hacia el sur, en sentido contrario al que tomaron los perros) y luego por Tucumán hasta Mendoza. Se encontró con un familiar que lo llevó en vehículo hasta una vivienda ubicada a unos 200 metros del sitio donde se detuvieron las perras. «Es increíble cómo percibieron a tanta distancia», comentaron algunos en la improvisada sala de audiencias. Otros encontraban respuestas un poco más lógicas: el depósito quedó impregnado con el olor a ácido y por allí pasaron varios policías que viven en ese sector o van a estudiar a la universidad.
Fueron diversas las conjeturas hasta que el efectivo que iba cortando el tránsito hizo el comentario. «¿Podrían haberme seguido?», consultó. Fue una sola carcajada.
Como las partes estuvieron de acuerdo se decidió hacer un nuevo intento. Pero esta vez orientando la salida de los animales. La partida no estaba en dirección norte sino hacia el sur, buscando la zona de las vías.
Las perras volvieron a salir, generando un gran revuelo en Roca como en la ocasión anterior.
En Belgrano y Artigas otra vez las dos se quedaron sentadas. Habían perdido el rastro. Sólo lograron hacer 200 metros del trayecto verdadero. «No se sabe qué cantidad de ácido llevaba la persona el día que salió del laboratorio. Además no había viento como hoy», explicaron los guías.
El 24 de mayo de 2002, Ailen y Amancay salieron desde el lugar donde el sujeto se cayó con la botella con ácido acético y llegaron hasta la casa de «El Clavo» Sandoval, uno de los imputados. Luego, desde el laboratorio, salió Juan, un perro del BORA. Juan hizo otro trayecto y también arribó a la casa de Sandoval.
La conclusión que quedó ayer es que los perros no necesariamente pudieron haber seguido el rastro de el o los sospechosos sino también el que dejó algún policía que pisoteó el lugar impregnado con ácido y fue luego hasta la casa de «El Clavo». Esta última es la respuesta más lógica al trayecto que hizo por entonces Juan, el ovejero que ayer no pudo participar de esta experiencia porque lo pasaron «a retiro».
En la recta final: el jueves 11 serán los alegatos
ROCA (AC).- Rechazaron un planteo de nulidad y los careos solicitados, incorporaron por lectura algunos testimonios y se cerró la incorporación de pruebas. El juicio entró ayer en la recta final: el jueves 11 será el día de los alegatos.
Ayer al mediodía, tras la frustrada experiencia con los perros, el Tribunal dispuso un último reconocimiento (ver aparte) y leyó una resolución.
«Con relación a la nulidad del examen pericial, psicológico y psiquiátrico realizado a pedido de la defensa al imputado David Sandoval durante el transcurso del debate, el Tribunal considera que es improcedente y debe ser rechazado», dijo el juez César López Meyer.
La pericia determinó que las características de personalidad del imputado no impiden que pueda ser el autor del triple crimen.
Tampoco consideraron pertinente ni útil realizar la reconstrucción científica de los hechos como lo propuso el defensor del lavacoches, Claudio Romero.
«Se carece de versiones proporcionadas por imputados y/o testigos, como así también por la multiplicidad de modalidades que puede admitir el desarrollo de los hechos», fundamentaron.
El Tribunal, por mayoría, además no hizo lugar a los careos que había solicitado el abogado de Javier Sandoval, Gerardo Tejeda. Uno de ellos era entre su defendido y Rodolfo Naccaratti, el sujeto que lo incriminó.
«No hay contradicción expresa de Naccaratti con las declaraciones de Javier Sandoval (no son idóneas para un careo las contradicciones implícitas) y porque la contradicción del primero con Pilquimán es tan radical que nada podría aclararse con esta medida». Tejeda había requerido también un careo con Raquel Pilquimán, la dueña de la casa donde se encontraron «El Clavo» Sandoval y Naccaratti.
No reconocieron a Naccaratti
ROCA (AC).- La presunción de que Rodolfo Naccaratti fue el sujeto que pidió refugio en la casa de Gloria Guiñez al día siguente del hecho, también se cayó. Guiñez no reconoció a Naccaratti.
Ayer se realizó una rueda de personas para ver si Guiñez identificaba al hombre que incriminó a «El Clavo» Sandoval. «El color de los ojos no coincide en nada», dijo la testigo. Todos tenían ojos claros; el que ella vio, los tenía de color marrón.
Naccaratti mostró ayer las heridas que le quedaron de la golpiza que recibió el fin de semana y que atribuyó a la declaración que realizó incriminando a Sandoval. Se sorprendió cuando ingresó ayer a la Cámara Segunda. «A mí me trajeron para una testimonial», dijo. Pero igual se prestó para el reconocimiento, que dijo negativo. Lo asistió un defensor oficial.
ROCA (AC).- Si algo faltaba para desmoronar la prueba, era demostrar que los perros pudieron haber seguido cualquier otro rastro de ácido acético y no el que fue dejando el sospechoso.
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