La experiencia de las grandes

La modalidad de talar las alamedas perimetrales de las chacras de productores para incrementar la superficie cultivada, fue también adoptada hace algunos años por las grandes empresas frutícolas de la región, que rápidamente advirtieron los inconvenientes y revirtieron la situación.

A través del asesoramiento del personal técnico, esas empresas mantienen una proporción adecuada de alamedas para la protección contra los vientos de las plantaciones frutales.

Una de las empresas que está siguiendo este lineamiento es la firma Moño Azul de Villa Regina, que redujo la cantidad de alamedas dentro de la zona productiva, pero mantuvo barreras y las renueva periódicamente, ya que también realiza el aprovechamiento maderable.

Julio Dillon, ingeniero agrónomo de Moño Azul, indicó que «como empresa lo que buscamos es mantener un equilibrio entre las plantaciones frutícolas y las alamedas que sirven de barrera de protección contra los vientos de las mismas».

«Hay que tener en cuenta que se venía de una cultura de alamedas perimetrales por cuadro, es decir que cada cuadro dentro de la chacra estaba rodeado por alamedas. En algunos casos, que es la política nuestra se pasó a una situación intermedia, el contar con alamedas perimetrales en bloque de cuatro cuadros, es decir en un promedio de seis hectáreas hay alameda perimetral» comentó Dillon.

Señaló que con el tiempo «se llegó a saber que las alamedas son una cuestión necesaria, porque sirven como barrera contra el viento, y por ser un método pasivo de protección contra heladas, pero también hace también una competencia con el cultivo que no es despreciable. Si se tiene cuadro por cuadro todo el perímetro, se tiene el 15 o 20% afectado por competencia, con lo cual se va a tener un 15 o 20% de la plantación con una característica productiva que no es la óptima».

El ingeniero agrónomo indicó que en base a esta experiencia a nivel empresarial se tomó la decisión de realizar bloques de cuatro cuadros con alamedas perimetrales.

«Después llega un momento en que se deben renovar, entonces se realiza en forma alternativa, de manera de contar siempre con protección», explicó.

«En su momento se optó por erradicar las alamedas por un lado para hacerse de un recurso financiero, pero creo que se cayó en el otro extremo; como no hay políticas de fomento de forestación fue pasando, y en algunos casos se cometieron errores muy graves. Se podría decir que las alamedas son un mal necesario» comentó por otra parte Dillon.

Agregó que en el caso de Moño Azul, nunca se llegó al extremo de la erradicación total de las alamedas, aunque sí por contar con dos aserraderos, se hace un aprovechamiento maderable de estas arboledas, que permiten además ir renovando las barreras en las distintas chacras, mejorando la calidad de las especies de acuerdo con las necesidades. (AVR)


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