La fobia escolar
Los trastornos de ansiedad llegan a ser dramáticos en los chicos. Cuando no entienden una explicación o no llegan a memorizar algún pedido tiemblan, vomitan y tienen crisis de pánico.
LONDRES (AFP) – Gemma Maisey, de 11 años de edad, rompe en llanto ante la simple vista de una uniforme escolar: como cientos de otros niños, sufre fobia escolar, un trastorno psicológico ignorado por el sistema educativo británico pese a los gritos de alarma de familias y asociaciones.
El caso de Gemma, que acapara la atención de la prensa británica en los últimos días, podría hacer que se tome consciencia del problema.
Una crisis de pánico particularmente aguda convenció al médico de esta colegiala de que debía dispensarla por un tiempo de asistir a clase. Esta decisión del médico suscitó inmediatamente una áspera polémica.
Las autoridades educativas locales (Local Education Authority/LEA), en particular las del condado de Wiltshire (suroeste de Inglaterra), donde se encuentra el colegio de Gemma, acusan a los niños y a sus familias de utilizar la fobia como coartada. «Si los niños faltan a la escuela sin razones médicas válidas, podemos demandar a los padres ante la Justicia», declaró Phil McCorkell, portavoz de la LEA del barrio londinense de Hammersmith.
Según McCorkell, el caso de Gemma se parece al de dos adolescentes que habían dejado de ir al colegio y cuya madre, Patricia Amos, fue encarcelada en mayo en aplicación de una ley de noviembre de 2000 que prevé penas de prisión para los padres por el absentismo escolar de sus hijos.
Por su parte, médicos y asociaciones se declaran escandalizados de que se niegue la existencia de la fobia escolar. «Nadie puede simular ese tipo de síntomas», afirma Nicky Lidbetter, de la National Phobics Society, asociación que existe desde hace 30 años. «Nosotros recibimos entre cinco y diez llamados diarios de familias concernidas. Los trastornos de la ansiedad, duros para un adulto, llegan a ser dramáticos para los niños. Estos tiemblan, vomitan y tienen crisis de pánico», explica Lidbeter. «Es para considerarlo».
El corazón se acelera y el vientre duele mucho
Tom, de 10 años, sufre este tipo de angustia. «Cuando no comprendo las preguntas o que no logro seguir una explicación, mi corazón se acelera, me duele el vientre y sufro calambres en la nuca. Entro en pánico y no sé más qué hacer», declara el niño. «Esto le pasa a muchos chicos más».
Su madre cuenta que Tom era antes «un niño extrovertido al que le gustaba la escuela». Ahora «la fobia afecta toda su vida, ha perdido confianza en sí mismo, no puede estar solo y tiene miedo incluso de subir a un automóvil».
El especialista en psiquiatría pediátrica David Philbrick afirma que «esos niños son vulnerables y extremadamente ansiosos, y algunos sufren de depresión». La mayoría de ellos tienen 11 o 12 años, la edad difícil de la transición hacia la enseñanza secundaria. La presión escolar, una larga ausencia de las clases o el miedo de acumular atrasos forman parte de los factores desencadenantes de la fobia, explica. Pero el trastorno puede ser debido también a problemas familiares o a fragilidades afectivas producidas en la temprana infancia, como el miedo de la separación, agrega Philbrick, señalando que la fobia escolar puede ser superada con un tratamiento adecuado.
Por su parte, el ministerio británica de Educación considera que «la escuela debe respetar la opinión del médico», según declaró el portavoz Philip Treloir, quien recordó que es excepcional que se decidan sanciones penales para los padres.
Dormir un poco más ayuda a aprender
WASHINGTON (Reuters) – Quienes suelen buscar excusas para dormir las mañanas tienen ahora un motivo de regocijo, ya que investigadores dijeron que unas horas extras de sueño contribuyen al proceso de aprendizaje.
El equipo de la Universidad de Harvard halló que las personas que aprenden destrezas nuevas y luego duermen bien, se desempeñan mejor en dichas tareas al día siguiente.
«En nuestro laboratorio, entrenamos a gente durante la noche antes de ir a la cama y luego vigilamos su sueño. A la mañana siguiente, los despertamos y les hicimos pruebas. Como promedio, su desempeño fue mejor en un 20 por ciento», dijo Matthew Walker, neurocientífico que realizó el estudio, en una entrevista telefónica.
La idea de que dormir ayuda a aprender no es nueva, pero el equipo de Walker reportó en la edición del 3 de julio de la revista Neuron que su estudio demostró el grado de ayuda del sueño. «Hicimos pruebas a unas 62 personas en total durante varios experimentos pequeños», dijo Walker.
«El grupo se entrenó en la mañana y volvió a hacer pruebas 12 horas después, y entonces hubo una mejoría del dos por ciento en el desempeño», señaló.
«El desempeño de los que fueron entrenados en la noche y reexaminados 12 horas después de un sueño reparador, mejoró considerablemente, un 20 por ciento como promedio», explicó.
La prueba fue sencilla. Los participantes tenían que usar la mano no dominante y mecanografiar una secuencia de letras en el teclado de una computadora. «Tenían que tratar de ejecutar (…) esa secuencia en particular una y otra vez, de la manera más rápida y precisa posible», explicó Walker.
Cuando los investigadores analizaron el patrón de sueño, hallaron una fase, que a menudo no se consideraba relevante y se llama fase II, que resulta particularmente importante.
Esta es la etapa que todos atravesamos cuando caemos en el sueño profundo y reparador, y entramos en la fase de Movimientos Oculares Rápidos (MOR), que es cuando ocurren los sueños.
«Uno pasa alrededor del 50 por ciento de la noche en fase II sin MOR», explicó Walker.
Los investigadores examinaron los períodos de sueño. «Hallamos que el momento más crítico para el aprendizaje pareció ser el último cuarto de la noche. Si vivimos en un mundo de fantasías de ocho horas de sueño, las dos últimas serían las más importantes», agregó.
«Esta es la parte del sueño reparador que muchas personas interrumpen al levantarse temprano en la mañana», dijo a la prensa.
Estos resultados podrían beneficiar a los atletas, músicos, cirujanos, a cualquiera que tenga que aprender nuevas destrezas motoras que necesiten ensayos, según Walker
Los mejores educados viven más y se enferman menos
Las personas mejor educadas son más sanas, viven más y padecen menor número de enfermedades, en tanto el analfabetismo entre los varones demostró ser un factor para que ocurran conflictos armados, según un estudio de un profesor de la facultad de Medicina de la UBA incluido en el informe sobre «Docencia y Desarrollo Humano en América Latina y el Caribe».
«No terminar los estudios secundarios se asocia a un aumento considerable de las probabilidades de padecer artritis, ataque cardíaco, diabetes, epilepsia, ataque cerebral y otras enfermedades crónicas antes de los 65 años de edad», señaló Carlos Regazzoni, docente de Medicina de la UBA.
En su informe «Aprender a leer y escribir: Una prioridad sanitaria», Regazzoni sostiene que el analfabetismo entre los varones demostró ser un factor de riesgo para la ocurrencia e conflictos armados, «independientemente de otros factores tales como las dificultades económicas y raciales en la asimetría de la distribución de la riqueza».
Efectos similares, dijo se observaron entre la gente sin instrucción en «conductas delictivas y las probabilidades de cometer crímenes violentos y de ir a prisión».
Como medidas preventivas, tanto para los delitos como para las enfermedades, resalta que «la educación es probablemente la más eficaz», por lo que impulsó a que también se invierta en áreas de desarrollo «no estrictamente médicas».
El informe, realizado por la Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Educación y la Cultura (FLATEC), insiste en la «prioridad estratégica de un proyecto de nación con justicia social y crecimiento económico». Por ello dijo que «el fuerte impulso puesto de manifiesto en este informe latinoamericano profundiza el trabajo de los docentes por una educación de calidad integral».
Pero no sólo en el caso de las enfermedades del corazón la falta de educación o la ignorancia es un agravante, sino que según indica el informe el riesgo de morir por cualquier otra causa antes de los 65 años «también aumenta a menor cantidad de años de instrucción».
«En varios estudios se demostró que las personas con menos de 7 años de escolaridad tienen casi dos veces más riesgo de morir entre los 45 y 64 años de edad por cualquier causa, que aquellos con 8 ó más años de escolaridad formal».
La mortalidad luego de los 25 años de edad también disminuye sensiblemente a medida que aumenta el número de años de educación recibidos.
Como consecuencia de estos datos, aconseja en la Argentina y el resto de los países de América Latina «invertir en educación para mejorar la salud» y en ese sentido describe cuatro modos para impedir que la enfermedad afecte la productividad de una nación.
En primer término destacó que las poblaciones con mejores niveles de salud tenderían a poseer mejores condiciones de productividad; luego que las personas más sanas «Tienden a invertir más en educación, lo que por otro lado incrementa las capacidades productivas.
En tercer lugar, dijo que «la longevidad aumenta el ahorro provisional y este promueve la inversión y por último que la caída de las tasas de mortalidad infantil y perinatal «se asocian a un aumento de la fuerza laboral en pocos años, y de hecho, es esta una de las probabilidades por observaciones en los países que han comenzando una escaladas de su desarrollo».
El gasto público por alumno primario como porcentaje del PBI en Argentina, en 1994 era del 11,8 por ciento y del 11,6 en 1998; para esos años en Bolivia fue del 13 y del 12,6 por ciento y en Paraguay del 7,8 y del 11,7 por ciento..
LONDRES (AFP) - Gemma Maisey, de 11 años de edad, rompe en llanto ante la simple vista de una uniforme escolar: como cientos de otros niños, sufre fobia escolar, un trastorno psicológico ignorado por el sistema educativo británico pese a los gritos de alarma de familias y asociaciones.
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