La guerra de Afganistán se estanca

Por Emilio J. Corbi

Todo parece indicar que Estados Unidos se ha estancado en la guerra de Afganistán.

A pesar de los intensos bombardeos sobre una superficie montañosa, de piedra y desierto, aun destruyendo algunos puntos estratégicos, como Kandahar, bastión del Talibán, los centros de las fuerzas militares islámicas no parecen estar afectados.

En cambio, los bombardeos han cobrado centenares de vidas civiles y la destrucción de hospitales y edificios públicos y privados. Las fotografías de muertos y heridos afganos, a pesar de la censura impuesta por Washington a la CNN y otros medios, han comenzado a circular por todo el mundo.

El «Diario de la Guerra», que se publica en Argentina, incluye en la última edición algunas de esas fotos terroríficas de cadáveres de niños, o de mutilados, o heridos.

Mientras las autoridades de la CNN, a instancias del gobierno estadounidense, dieron directivas a sus periodistas para que tiendan a ocultar o relativizar el drama de los civiles muertos en Afganistán, una televisora paquistaní difunde ampliamente su cobertura que llega a todo el mundo. La cuestión no es anecdótica. Los talibanes están permitiendo la entrada en su territorio a periodistas occidentales e islámicos para que comprueben in situ las muertes de civiles. Esto deteriora la estrategia anglo-norteamericana, especialmente ante la opinión pública propia, y radicaliza a las poblaciones islámicas, fundamentalistas o no.

Los talibanes cuentan con importantes sectores de la población de Pakistán favorables a su causa. La estrategia general del Talibán está en lograr inclinar a ese país limítrofe en favor del régimen de Kabul para evitar el establecimiento de fuerzas terrestres especiales norteamericanas (Ranger, «boinas verdes», Fuerza Delta y otros).

Pero aun cuando los norteamericanos se establezcan en ese territorio, está claro que se va a producir una sublevación popular en su contra como ocurrió en Somalia. Los ulemas ortodoxos están en condiciones de derrocar a la dictadura militar paquistaní. Si para defenderse el régimen utiliza la violencia extrema con el apoyo norteamericano, también en este caso los talibanes se beneficiarán porque podrían inclinar a los 140 millones de paquistaníes en su favor.

Algunos observadores piensan que Estados Unidos podría estar ante un nuevo Vietnam. Sin embargo, la situación es distinta. Aquella guerra neocolonial fue muy larga. Esta guerra, aun cuando se extienda durante un tiempo prolongado, no se librará durante años. El mundo va a exigir, en los próximos meses, que se comience a debatir sobre la posibilidad de un armisticio.

En Vietnam hubo una fuerte resistencia de diversos sectores del Sur al avance comunista norteño. En Afganistán, los presuntos aliados de los norteamericanos, la denominada Alianza del Norte, han resultado un fracaso.

Los generales de la Alianza se jactaban de que capturarían en pocos días la ciudad clave de Mazar-i-Sharif y que sus tanques avanzarían sobre Kabul, pero nada de eso ha ocurrido. Las fuerzas aliadas no tienen otro camino que avanzar con sus fuerzas terrestres para tratar de conquistar ese terreno. Pero eso significará miles de bajas y muchos meses de campaña.

Mirza Aslam Beg, ex jefe del Ejército paquistaní, explicaba en una entrevista realizada por la periodista María Laura Avignolo, en Rawalpindi, que «cuando los comandos soviéticos desembarcaron en Afganistán, los mujahidines los detuvieron, los despellejaron vivos de la cintura para arriba y los colgaron de los brazos de un árbol en carne viva. Era una escena horrorosa. Después, llamaron al resto de los comandos rusos a que los vieran.

«Los comandos jamás volvieron a aparecer en Afganistán. Lo mismo les van a hacer a los comandos aliados. Esto no va a ser Vietnam: va a ser rápido, en semanas van a ver todo terminado».

Es probable que esto no se repita pero Estados Unidos van a tener muchas víctimas aunque logre avanzar. Lo que sí puede ocurrir después de una eventual toma de Kabul es que surja una guerra de guerrillas que va a ser alimentada por el conjunto del mundo islámico, religioso, secular o fundamentalista. Esto significará que Osama ben Laden o su sucesor, si resultara muerto en la contienda, va a surgir como líder del mundo islámico. Paradójicamente, la guerra de Afganistán serviría para que los sectores religiosos más radicalizados consoliden sus posiciones y que los núcleos seculares o laicos, de tendencia socialista, queden a la intemperie en Palestina, Libia, Irak y otras regiones. (Infosic)


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