La historia como «problema»

Tiempo atrás un periodista noruego escuchó una conferencia de Beatriz Sarlo, quizá la expresión intelectual más aguda que tiene el país.

En un momento dado, el noruego preguntó cuál era la constante más recurrente de la historia del país.

– La inclusión…hemos sido crecientemente inclusivos. Nuestra identidad está forjada en la gran tarea de inclusión de millones de seres a una vida digna…educación, ascenso social, pleno empleo. La villa miseria fue aquí casi un lugar de tránsito hacia una mejora en la calidad de vida…hoy es un sitio para siempre- le dijo Sarlo.

En Semana Santa el noruego volvió a la Argentina y se fue a Bariloche. Durante una semana se metió en la geografía de la pobreza en la que vive no menos del 35% de la población de esa ciudad. «Es un mapa del alimento a la muerte…ahí hay más muerte que vida», comentó a este diario.

Desde Bariloche, el noruego envió un largo informe interno al medio en que trabaja. En uno de sus tramos escribió: «Hay algo funesto corporizado en el grueso de los argentinos: la fascinación por no hacerse cargo de nada. Hay pobreza extrema y nadie se hace cargo de la significación de ese drama de cara al futuro; hay una historia llena de glorias sociales y de sangre, y nadie se hace cargo de la significación cotidiana que para cada uno tiene esa historia».

Por estos días, en Río Negro, se expresan situaciones que dan acuerdo al noruego. Veamos.

En Roca, por caso, se separa del cargo a una docente. Se funda la decisión en lo que parecen ser legítimas quejas de padres por mal tratamiento dispensado por la profesional a los alumnos.

Y en la queja también se hace mención a una clase que, dictada en referencia al golpe del 24 de marzo del '76, habría impresionado negativamente a los chicos, siempre según los padres. De esa clase, los alumnos salieron con la imagen de gente arrojada desde helicópteros. Y supieron también que se torturaba a seres atados a una silla o cama. Los pibes comentaron el tema e incluso dibujaron escenas que expresaban aquel pasado. Se sabe que algunos de ellos quedaron sobrecogidos por el conocimiento asumido.

– He visto deslizarse lágrimas de los ojos de chicos cuando he contado lo que vi en los campos de concentración. Pero no fui yo quien provocó esas lágrimas, yo sólo he contado lo que otros hicieron a millones de seres humanos. Yo simplemente he ayudado a esos chicos a que sepan algo que nunca más debe repetirse», cuenta ese valiente luchador por la vida que es Simón Wiesenthal.

La queja de los padres en cuanto a cómo se contó la represión, parece encuadrarse en un caso de responsabilidad, en cuanto a asumir, por complejo que sea, que se mató y torturó.

Pero también atañe la responsabilidad a la docente en cuestión. Si la historia es una ciencia que se asume más cuando se la desmenuza con reflexión y sin maniqueísmos, la docente fracasó. No se trata de esquivar la crueldad. Porque encontrar la forma de contar la crueldad, siempre será una forma de contar crueldad.

Y aquel tiempo es sinónimo de crueldad.

Hay razones más que convincentes para admitir que la docente en cuestión se maneja con estilos quizá poco conducentes a la hora de enseñar. Al menos en la toma de decisión de separarla del cargo, obraron antecedentes en esa materia.

Desde este sostén de su personalidad parece haber avanzado en la explicación del 24 de marzo. Así, el discurso con el que la impregnó fue cargado de expresiones intolerantes e incluso vecinas a lo grosero.

Aquel tiempo hay que explicarlo sin hipocresías. Sin caer en la demagogia en la que incurren el gobierno nacional y muchas de las organizaciones de derechos humanos al alentar una mirada unilateral sobre las causas de esa sangre.

Los padres son un espacio esencial para avanzar en ese relato. La escuela puede sistematizar la organización de la enseñanza de la historia y, desde ahí, alentar la profundización del conocimiento. Luego, buscar la reflexión del alumno. Ahí concluye su función.

Porque lo formativo no comienza ni termina en ella.

Está en los padres elegir si quieren criar un hijo en plenitud de relación con la integridad de la historia de su país.

O crear un zángano que no sabe ni quién es el intendente.

Es un desafío la coherencia misma de los padres.

Nada es inocente en este tema.

Mucho menos cuando se trata de violencia.

A no ser que se crea que los pibes vienen de París.

 

Carlos Torrengo

ctorrengo@rionegro.com.ar


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