La historia que aún espera ser escrita

Es la historia no escrita. Porque, como todo proceso macro en hechos que afectan por largo tiempo la vida de un país, siempre es complejo conocer “su todo”. Ese “todo” que para Eric Hobsbawm define las “apasionantes densidades” que siempre tiene abiertas la historia a “modo de provocación a ir por ellas”. Pero sí, no está escrita. Sólo hay pinceladas. Datos sueltos sobre el tema: ¿hubo militares en actividad en desacuerdo con dar el golpe del 76? ¿Hubo militares que aun apoyando el golpe marcaron desacuerdo con los métodos con que se reprimió? ¿Hubo militares que plantearon la necesidad de reprimir a la guerrilla de la mano de la legalidad más dura, extrema? Vayamos por parte. Y respaldados por el convencimiento de sólo poder aportar datos, no más. • Consta que, al momento del golpe, en la madrugada del 24, hubo un oficial que manifestó su oposición. Teniente primero del 1º de Infantería. Pomar de apellido, cuarta generación de una familia de tradición militar y, desde lo político, radicales desde la Revolución del Parque, en 1890. Ese teniente primero es hijo de un general de la Revolución Argentina y nieto del general Gregorio Pomar, que en 1932 lideró con Arturo Jauretche el golpe radical de Paso de los Libres. En la noche del 24 de marzo del 76, a la hora de la formación que precedía la salida de su unidad en el marco del golpe, Pomar se adelantó. Dijo no estar de acuerdo. Pidió la baja. Con los años, fue candidato a gobernador de Corrientes por la UCR. • En relación con acuerdo o no con la metodología con que se reprimió está el caso del capitán de fragata Búsico. Su caso se ventiló en el juicio a las Juntas y está muy detallado en el libro “Cuando el poder perdió el juicio”, de Luis Moreno Ocampo. En los días del golpe a Búsico se le ordenó detener importantes funcionarios del ya ex gobierno de Isabel Perón. Cumplió las misiones de uniforme naval e identificándose como oficial de la Armada. Pero rápidamente notó que otras operaciones se hacían con nombres falsos y en un marco de clandestinidad elocuente. La conducta de Búsico fue recriminada por el luego contralmirante Chamorro, jefe de la ESMA en los días posteriores al golpe. Finalmente Búsico debió dejar la Armada. • En las confesiones ante Ceferino Reato, Jorge Rafael Videla aborda el tema de oficiales del Ejército que cuestionaron formas y estilos de reprimir. Así, orilla el desdén al hablar de “casos de jovencitos” (¿subtenientes, guardiamarinas, alférez?) “que se negaron a cumplir una orden y pidieron la baja. Podían negarse, pero tenían que irse”. Dice también el ex dictador : “Yo creo que en el contexto de la guerra contra la subversión un oficial no tenía escapatoria si quería seguir en el Ejército, y que no cabía la calificación de orden inmoral”. Niega el dictador que hubiese coerción. Pero en los hechos ésta se daba a partir de la naturaleza del proceso al que se daba forma, se pertenecía en línea de cohesión al espíritu de cuerpo. • Ceferino Reato habla además de dos generales que quisieron reprimir de la mano de la ley: Arturo Corbetta, jefe de la Federal, y Juan Antonio Buasso, que tras conducir la VI Brigada de Montaña con comando en Neuquén, fue propuesto para liderar aquel cuerpo de seguridad. El primero, abogado y admirador de Kant, mandaba la Federal al momento que Montoneros mata, bomba mediante, a 18 efectivos de ese cuerpo. Fue el 2 de julio del 76. Para ese momento Corbetta se mantenía con mano dura en un ambiente que le era hostil: nada de tortura, nada por izquierda. Tuvo que renunciar. Buasso, por su parte, al ofrecérsele el comando de la Federal tras el asesinato del general Cesáreo Cardozo por parte de Montoneros, según Videla, exigió: “Todo bajo la ley”. Entonces Videla remata: “Se le contestó que no era aceptable y pidió el retiro. Un buen general, eso no se discute”. Pero lo relegó a destinos de menor nivel. Buasso terminó en la Jefatura de Personal del Estado Mayor Conjunto y meses más tarde fue pasado a retiro. Murió en 2008. En fin, sólo apuntes para historia aún por escribir.


Es la historia no escrita. Porque, como todo proceso macro en hechos que afectan por largo tiempo la vida de un país, siempre es complejo conocer “su todo”. Ese “todo” que para Eric Hobsbawm define las “apasionantes densidades” que siempre tiene abiertas la historia a “modo de provocación a ir por ellas”. Pero sí, no está escrita. Sólo hay pinceladas. Datos sueltos sobre el tema: ¿hubo militares en actividad en desacuerdo con dar el golpe del 76? ¿Hubo militares que aun apoyando el golpe marcaron desacuerdo con los métodos con que se reprimió? ¿Hubo militares que plantearon la necesidad de reprimir a la guerrilla de la mano de la legalidad más dura, extrema? Vayamos por parte. Y respaldados por el convencimiento de sólo poder aportar datos, no más. • Consta que, al momento del golpe, en la madrugada del 24, hubo un oficial que manifestó su oposición. Teniente primero del 1º de Infantería. Pomar de apellido, cuarta generación de una familia de tradición militar y, desde lo político, radicales desde la Revolución del Parque, en 1890. Ese teniente primero es hijo de un general de la Revolución Argentina y nieto del general Gregorio Pomar, que en 1932 lideró con Arturo Jauretche el golpe radical de Paso de los Libres. En la noche del 24 de marzo del 76, a la hora de la formación que precedía la salida de su unidad en el marco del golpe, Pomar se adelantó. Dijo no estar de acuerdo. Pidió la baja. Con los años, fue candidato a gobernador de Corrientes por la UCR. • En relación con acuerdo o no con la metodología con que se reprimió está el caso del capitán de fragata Búsico. Su caso se ventiló en el juicio a las Juntas y está muy detallado en el libro “Cuando el poder perdió el juicio”, de Luis Moreno Ocampo. En los días del golpe a Búsico se le ordenó detener importantes funcionarios del ya ex gobierno de Isabel Perón. Cumplió las misiones de uniforme naval e identificándose como oficial de la Armada. Pero rápidamente notó que otras operaciones se hacían con nombres falsos y en un marco de clandestinidad elocuente. La conducta de Búsico fue recriminada por el luego contralmirante Chamorro, jefe de la ESMA en los días posteriores al golpe. Finalmente Búsico debió dejar la Armada. • En las confesiones ante Ceferino Reato, Jorge Rafael Videla aborda el tema de oficiales del Ejército que cuestionaron formas y estilos de reprimir. Así, orilla el desdén al hablar de “casos de jovencitos” (¿subtenientes, guardiamarinas, alférez?) “que se negaron a cumplir una orden y pidieron la baja. Podían negarse, pero tenían que irse”. Dice también el ex dictador : “Yo creo que en el contexto de la guerra contra la subversión un oficial no tenía escapatoria si quería seguir en el Ejército, y que no cabía la calificación de orden inmoral”. Niega el dictador que hubiese coerción. Pero en los hechos ésta se daba a partir de la naturaleza del proceso al que se daba forma, se pertenecía en línea de cohesión al espíritu de cuerpo. • Ceferino Reato habla además de dos generales que quisieron reprimir de la mano de la ley: Arturo Corbetta, jefe de la Federal, y Juan Antonio Buasso, que tras conducir la VI Brigada de Montaña con comando en Neuquén, fue propuesto para liderar aquel cuerpo de seguridad. El primero, abogado y admirador de Kant, mandaba la Federal al momento que Montoneros mata, bomba mediante, a 18 efectivos de ese cuerpo. Fue el 2 de julio del 76. Para ese momento Corbetta se mantenía con mano dura en un ambiente que le era hostil: nada de tortura, nada por izquierda. Tuvo que renunciar. Buasso, por su parte, al ofrecérsele el comando de la Federal tras el asesinato del general Cesáreo Cardozo por parte de Montoneros, según Videla, exigió: “Todo bajo la ley”. Entonces Videla remata: “Se le contestó que no era aceptable y pidió el retiro. Un buen general, eso no se discute”. Pero lo relegó a destinos de menor nivel. Buasso terminó en la Jefatura de Personal del Estado Mayor Conjunto y meses más tarde fue pasado a retiro. Murió en 2008. En fin, sólo apuntes para historia aún por escribir.

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