La increíble historia del penal más largo del mundo

Osvaldo Soriano escribió un gran cuento basado en un hecho real: la final entre Cipo y Unión que se suspendió cuando el árbitro cobró un penal a favor del Albinegro.

Eran la atracción y en el pueblo se les permitía todo. Los viejos les recogían de los bares cuando tomaban demasiado y se ponían pendencieros; los comerciantes les regalaban algún juguete o caramelos para los hijos y en el cine, las novias les consentían caricias por encima de las rodillas”.

Osvaldo Soriano fue lo que soñamos tantos: un excelso narrador, posiblemente “top ten” en orden de popularidad de los escritores argentinos. Pero en realidad, el “Gordo” o el “Chueco” (como lo bautizaron por aquí a fines de los ‘50) quiso ser (y no pudo) un jugador con fama de artillero letal, un artista del gol, el “9” de San Lorenzo. Así, con las palabras del primer párrafo, describía a los futbolistas valletanos de la época en “El penal más largo del mundo”.

Es que Soriano vivió en la esquina de 9 de Julio y Mengelle desde 1953, y fue durante esos años de escuela Industrial y paseos por bardas y chacras, con el viento patagónico curtiéndole la piel, que gestó cuentos entrañables, siempre sumergido en las aguas más placenteras: las del fútbol.

“El penal más largo del mundo” fue un hecho real, que en la mente de los protagonistas quedó atornillado para siempre. Soriano lo ficcionó, pero cada 12 de diciembre se cumple un nuevo aniversario del episodio verídico, una increíble historia que se produjo en la vieja cancha de Cipolletti -hoy donde se instalan las de tenis- entre el local, comandado por el recordado Tito Padín, y Unión de Allen.

Deliciosos detalles

Esa definición, que el Gordo la ubicó en 1958 pero en realidad se disputó en diciembre de 1953, fue inédita. En la ida, Unión fue una aplanadora, aprovechó la ausencia del Mágico Padín y concretó un 5-2 que en Allen se festejó durante varios días.

En la vuelta, jugada el 29 de noviembre en la vieja cancha de Cipolletti, los Magos llegaron a estar 3-1 arriba, pero el local, con un Padín supremo, empató el juego.

A Cipolletti de todas formas no le alcanzaba, y Unión se consagraba en la vieja Liga Confluencia, pero a falta de 8 minutos se dio la génesis del hecho que Soriano transformó en literatura: un tiro de esquina que tuvo una trayectoria larga y cerrada, cerca de la línea final, cruzó todo el arco visitante y al caer se desplazó sobre la espalda y el brazo de uno de los defensores. La pelota se perdió afuera, el árbitro Castell cobró penal, los de Unión se quejaron, el de negro se hizo el desentendido. Los reclamos no cesaban, ingresaron al campo los hinchas y Castell -para Soriano “Herminio Silva, un epiléptico que vedía las rifas del club local”- suspendió el juego.

Si bien para el imaginario popular se pateó una semana después, como había relatado Osvaldo Soriano en ‘Cuentos de los Años Felices’, en realidad ese penal se ejecutó casi dos semanas más tarde. Castell suspendió el encuentro el domingo 29 de noviembre, los consejeros se juntaron el martes 1 de diciembre y decidieron reiniciar el partido el 12 de ese mes a las 19.30 en la vieja cancha de Cipolletti, a puertas cerradas. A su vez, dejaron todo preparado ante una eventual victoria del local y definieron que el campeonato debía resolverse al día siguiente a las 18, en un tercer partido en la cancha del club Experimental.

Durante esos trece días, “Perico” Riguetti se la pasó practicando penales y en Allen, Tomate Benjamín no hizo otra cosa que atajarlos, en la práctica y mentalmente.

Parecía inevitable el tercer partido. Pero, “ el pelotazo salió hacia la izquierda y el Gato Díaz (alter ego de Benjamín) se fue para el mismo lado con una elegancia y una seguridad que nunca más volvió a tener. Costante Gauna (Riguetti) miró al cielo y después se echó a llorar. Nosotros saltamos del paredón y fuimos a mirar de cerca a Díaz, el viejo, el grandote, que miraba la pelota que tenía entre las manos como si hubiera sacado la sortija de la calesita”, escribió el entrañable Gordo.

“Yo no me tiré porque me sorprendí tanto del tiro que no alcancé a reaccionar”, enfatizó Otto Benjamín, el arquero de Unión esa tarde. “Lo tiró al banderín del corner”, exageró Álvaro Pedro Ducás, delantero allense de aquella época.

Cipolletti sintió el impacto y no tuvo reacción en los 8 minutos restantes. Así, Unión se alzó con el título y Soriano pergeñó la deliciosa historia, una de varias ligadas a esta ciudad y el fútbol.

Datos

“Se generó un tremendo suspenso, porque nunca tocaba el silbato para que lo patee (…) Me sorprendió tanto el tiro que no me tiré…”
Otto “Tomate” Benjamín, arquero de Unión Alem Progresista de Allen.

Eran la atracción y en el pueblo se les permitía todo. Los viejos les recogían de los bares cuando tomaban demasiado y se ponían pendencieros; los comerciantes les regalaban algún juguete o caramelos para los hijos y en el cine, las novias les consentían caricias por encima de las rodillas”.

Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite por $750 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Certificado según norma CWA 17493
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Certificado según norma CWA 17493 <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios