La industria farmacéutica invierte más en información que en investigación

ESPAÑA.- «Aunque la función principal de las compañías farmacéuticas es desarrollar y comercializar medicamentos, estas empresas gastan más tiempo y recursos generando, reuniendo y distribuyendo información», recuerda un trabajo publicado en el último ´The Lancet´ . Sus autores denuncian los riesgos que supone para el paciente este «monopolio» de la información sanitaria -desde la generada en los ensayos clínicos hasta la dirigida al consumidor- por parte de la industria.

¿Por qué, de repente, una gran parte de la población sufre alguna patología de la que no se había oído hasta entonces? Un ejemplo reciente: «los psicólogos estiman que una de cada 15 personas sufren fobia social». Se trataba del primer paso del lanzamiento de un fármaco que aparecería en poco tiempo (en este caso para la fobia social) y también de una muestra de que parte del negocio de la industria farmacéutica es, en realidad, la información.

«El siguiente paso será presentar el nuevo medicamento, hablando de sus ventajas únicas. El objetivo es inducir a los médicos a recetar el producto y familiarizar al público para que lo solicite», relatan los autores del trabajo publicado en «The Lancet» -que en las próximas semanas dedicará otros tres artículos a este tema-, Joe Collier e Ike Iheanacho, miembros de la Asociación de Consumidores británica.

Los canales de promoción son innumerables: anuncios, visitas médicas por representantes de la industria, publicidad directa al paciente -esto sólo en EE. UU. y Nueva Zelanda-, correos… o métodos más «sutiles» como programas escolares financiados por las compañías.

No es que los medicamentos sean malos en sí mismos, claro está, pero a juicio de Collier e Iheanacho este bombardeo de «información» por parte de la industria impide que el paciente elija «racionalmente» su tratamiento. «La prescripción racional está inevitablemente amenazada cuando, por ejemplo, los líderes de opinión están promocionados por los fabricantes; cuando los grupos defensores del paciente están apoyados por la industria; cuando, como sucede en muchos países, hay pocas fuentes de información independientes; cuando los controles de la promoción son débiles y los excesos promocionales enormes; cuando los reclamos de la publicidad de fármacos no están apoyados por referencias bibliográficas; o cuando la mayoría de los médicos jóvenes tienen regalos que respaldan a determinadas compañías o a sus productos», advierten los autores.

Pero el manejo de la información sanitaria por parte de la industria no se refiere únicamente a las promociones que llegan al ciudadano común o a su médico, sino que comienza mucho antes, cuando el fármaco aún se está desarrollando. A juicio de los autores, la industria del medicamento también acapara la información que sale de los ensayos.

«El sector farmacéutico es el único gran patrocinador de la investigación médica -y por tanto el gran generador de la información relacionada- en, por ejemplo, Canadá, EE. UU. y Reino Unido». Es decir, es quien decide qué se investiga y qué se hace con esas investigaciones. Nada de enfermedades que se produzcan en los países en desarrollo ni sobre intervenciones que no sean farmacológicas. «Los intereses de la industria dominan las investigaciones de tal modo que las nuevas evidencias pueden llevar a cambios inapropiados en la práctica clínica, pasando de enfoques probados, familiares y habitualmente más baratos a nuevas alternativas no familiares y habitualmente más caras que no ofrezcan ventajas clínicas reales», explican los autores.

La compañía «tiene un papel dominante, porque financia el estudio, diseña el protocolo, escoge a los investigadores y, en muchas ocasiones participa en el cotejo, interpretación y presentación de los datos». Ante este dominio no es de extrañar que gran parte de los datos de estas investigaciones no se haga pública ni que, cuando sí que se conocen, éstos sean siempre favorables.

«Los resultados positivos tienden a ser seleccionados para ser presentados en reuniones científicas; publicados sin demora, como informes completos, en inglés, en revistas con gran difusión; y citados en otros trabajos», aclaran Collier e Iheanacho. Por el contrario, «los ensayos clínicos con resultados negativos tienden a publicarse mucho más tarde que aquellos con conclusiones más positivas». Parece que, en definitiva, las compañías farmacéuticas «tienen un importante efecto sobre la dirección de la investigación médica, a través de su inversión en investigación, y son probablemente la mayor influencia individual sobre la práctica clínica, por medio de su actividad promocional y educativa».


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