La oferta de la industria argentina resulta insuficiente en muchas ramas, por lo cual se hace casi imprescindible importar maquinaria para sostener el funcionamiento de la estructura productiva.

fernando galassi

fgalassi@rionegro.com.ar

El repunte de la actividad económica en los primeros años del nuevo modelo económico estuvo sustentado, en parte, por la recuperación de la industria nacional de los bienes de capital.

Es por esto que resulta interesante ver cómo ha evolucionado la producción de estos bienes luego de una década en la cual se aplicaron diferentes medidas en procura de estimularlos.

La organización económica que se inició en el 2002 estaba fuertemente vinculada con un tipo de cambio que había sufrido un overshooting, con lo cual el alto nivel del mismo implicaba una protección cambiaria. Es decir, se encarecieron todos los bienes provenientes del exterior.

A esto se sumaban otras condiciones iniciales, tales como bajas tasas de interés, salarios nominales que todavía no comenzaban su escalada ascendente y tarifas congeladas que representaban un importante ahorro para las industrias y el comercio.

Como consecuencia de lo anterior la función de producción también se modificó. En la década del 90, producto de la desregulación, las privatizaciones y la apertura económica, se comenzó a emplear más intensivamente el factor capital, lo cual repercutió de manera negativa en el empleo.

Luego de la crisis del 2001-2002 esto se revirtió para empezar a utilizarse el factor trabajo en forma intensiva. Mano de obra relativamente barata, desempleo acumulado producto de la crisis que se había iniciado con el default ruso de 1998 y el aumento de los precios de los bienes de capital importados fueron algunos de los factores que explicaron este cambio. En ese momento se dio lo que se conoce como un “efecto rebote”, es decir, la impresionante mejora de los indicadores económicos luego de haber tocado fondo en el 2001 (era difícil caer más abajo).

Paralelamente comenzaron a ser determinantes el consumo interno, la inversión y el gasto público (inversión pública).

Este escenario empezó a cambiar a partir de los años 2006 y 2007. Desde entonces la mano de obra dejó de ser un factor de producción tan barato y la inflación fue erosionando una de las fuentes de competitividad como era el tipo de cambio real alto.

Una de las maneras que se tienen para observar la dinámica de la industria de bienes de capital de origen nacional es a través de la evolución del rubro “producción metalmecánica excluida industria automotriz” del Estimador Mensual Industrial (EMI) que publica mensualmente el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). En una de las infografías se muestra la evolución de este indicador desde 1994 hasta el 2011.

Luego de la crisis asiática de 1997 y el default ruso al año siguiente el índice comenzó un camino descendente de cinco años para alcanzar un mínimo en el 2002 tras haber registrado una caída del 60%. Como consecuencia de los cambios producidos en el 2002 que se mencionaron más arriba, se inició casi una década de crecimiento ininterrumpido para la actividad industrial. Entre el 2003 y el 2007 la tasa de crecimiento anual promedio se ubicó en torno al 12%. La crisis financiera internacional en el bienio 2008-2009 hizo que en ese período el promedio anual se ubicara apenas por encima del 2%.

El rubro “metalmecánica excluida industria automotriz” indica una variación del 13,6% para el 2011, lo cual evidencia una aceleración con respecto a los años previos. Esta tasa está por encima de los valores observados en los años posteriores a la crisis del 2001, con excepción del 2003, año de mayor crecimiento desde 1994.

Impulso a las

importaciones de capital

La crisis política, económica y social de fines del 2001, que terminó con el abandono del régimen de convertibilidad y la consiguiente devaluación del peso argentino, profundizó la tendencia decreciente de las importaciones argentinas, que venían registrando tasas de variación negativas desde fines de 1998. En el 2002 se produjo la mayor caída en los rubros bienes de capital (69%) y piezas y accesorios para bienes de capital (55%), cuando la depreciación de la moneda argentina y la recesión económica alcanzaron su máximo.

La devaluación del peso en ese año y, a partir de allí, la adopción de un tipo de cambio flexible, la obtención de fuertes superávits fiscales y la asignación en el presupuesto de crecientes partidas a la inversión han determinado la ampliación de los horizontes para la actividad productiva del país. Al mejorar la competitividad, se ha favorecido la integración comercial de la Argentina con los países de la región y de otros continentes.

Es así que la dinámica de las importaciones de bienes de capital muestra que luego del derrumbe de las compras externas en el 2002, que fue superior a la caída de las importaciones totales, la recuperación económica impulsó un rápido cambio de tendencia. A pesar de esto, recién en el 2007 fue posible superar el nivel récord registrado en 1998.

Con el transcurso de los años, y con mayor fuerza desde el 2006, los bajos costos de salarios y tarifas (fueron sufriendo ajustes progresivos) se licuaron. Al mismo tiempo, la protección cambiaria dada por un tipo de cambio nominal alto también se fue perdiendo.

Entonces, la necesidad de importar bienes de capital no producidos en nuestro país, combinada con un tipo de cambio estable, dio lugar a una recuperación de las compras externas. La oferta de la industria argentina de bienes de capital resultaba insuficiente para muchas ramas, por lo cual se hacía casi imprescindible importar para sostener el funcionamiento de la estructura productiva. Si se suman los dos rubros, se advierte que en el 2010 la cantidad importada registró un incremento interanual del 46%, mientras que en el 2011 la suba fue notablemente inferior al experimentar apenas una variación del 25%.

En el 2010 y el 2011 la participación de las importaciones de bienes de capital en el total importado fue del 41 y el 39% respectivamente.

El motor de la inversión

Una variable que contempla la evolución de los bienes de capital es la Inversión Bruta Interna Fija (IBIF). La misma es dividida en tres grandes segmentos según el destino de la inversión: construcción, compra de maquinaria y equipo durable de producción, destinados a las empresas para su utilización en los procesos productivos, y por último la inversión en material de transporte de pasajeros y cargas.

Las tasas de crecimiento de la inversión total volvieron a ser positivas en el 2010, retomando el elevado nivel de crecimiento experimentado desde la recuperación de la crisis del 2001.

Entre sus componentes, las tasas de crecimiento del equipo durable de producción han sido, en cada año, mayores que las de inversión en construcción. El crecimiento del equipo durable llegó al 41% en el 2010, tras aumentar 25 puntos porcentuales con respecto al 2008 (16,3%).

La expansión de la IBIF luego de cinco trimestres de contracción se explica, fundamentalmente, por el incremento en los equipos durables de producción y la construcción.

Cabe destacar que la expansión que registraron los primeros en el 2010 fue cinco veces superior a los aumentos en la construcción (8,2%). De este modo se convirtieron en el principal motor de la inversión.

En el 2011 la tendencia no cambió. Si bien se registró una desaceleración en el tercer trimestre respecto del año anterior, una tasa de expansión del 31,9% se ubica entre los niveles más altos desde 1994.

Cuando el análisis se hace por componentes se puede ver el rol destacado del “equipo durable importado”, que en el 2003 registró un aumento interanual del 102,6 %. Desde entonces ha registrado tasas de crecimiento que han duplicado y hasta triplicado en algunos años las variaciones en el rubro “equipo durable de origen nacional”.

La dinámica de las importaciones de bienes de capital se ha constituido en el principal impulsor de la inversión en los últimos años.

Como la inversión es una variable fuertemente sensible a los períodos de contracción del PBI, cabría esperar que la misma aminore su marcha en los próximos trimestres, a partir de las estimaciones de menor crecimiento para la economía argentina publicadas por organismos públicos y consultoras privadas.


fernando galassi

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