La libertad que menos se espera
<i>“A partir del segundo año en Chacarita empecé a creer que se me podía dar. Por eso, quedar libre me ‘mató’”. M. Espinoza</i>
Yamil Regules
Miguel y Matías jamás olvidarán el rostro impasible, el gesto imperturbable, la lengua impiadosa de la persona que les rompió el sueño. “El club te deja libre para que puedas seguir tu carrera en otro lado”. Palabras más, palabras menos, eso escucharon los dos en diferentes lugares. Como si hubiese un manual que dispone los modos y las formas para destruir ilusiones. Lloraron en soledad, despotricaron contra el destino, juraron dejar el fútbol. El tiempo pasó y volvieron al hogar, juegan en sus clubes amados y acunan diferentes proyectos. Pero a los dos les cuesta olvidarse de aquella frase casi brutal.
Ninguno recibió explicaciones. Matías Espinoza atravesaba su mejor momento en Chacarita. Después de pasar por un año de zozobra, en la quinta división era titular, se sentía importante y cada vez que le tocaba entrenar con el equipo de primera que dirigía Damián Monzón un cosquilleo insesante le atravesaba el estómago. Ya no veía tan lejos la posibilidad de triunfar. Miguel Iribarra desandaba su quinto año en las inferiores de River, había sido campeón en séptima y se hablaba de él como un “proyecto más que importante”. A los dos les dijeron de buenas a primeras que quedaban libres. Comenzaban su segunda vida.
“Es muy duro lo que me pasó porque no me lo esperaba. Venía jugando en novena, octava, séptima, y de un día para el otro cambió la conducción en las inferiores y me colgaron. Así estuvo seis meses. Fue terrible. No lo entendía y nadie me daba una explicación. Seguía entrenando a full y creyendo que la situación se podía revertir. Hasta que un buen día me dieron la mala noticia”, relata Miguel, hoy con 25 años, jugando en el San Lorenzo neuquino y trabajando en el taller mecánico que es propiedad de su padre del corazón, Luis Gómez, flamante presidente Santo.
La primera vez que River puso los ojos en la habilidad de Miguel fue a mediados de 1999, cuando era un chiquilín de 12 años que la rompió en una prueba en las viejas canchas del Banco Provincia de Neuquén. Fue a Buenos Aires, pasó otra prueba pero le dijeron que no podía estar la pensión por su corta edad. Newell’s no perdió la oportunidad y le ofreció techo y educación. Pero Miguel extrañaba y aunque en la Lepra rendía, quiso regresar. Entonces volvió a la carga el club millonario, lo sedujo con todas las comodidades y, como él tenía una abuela a pocas cuadras de la pensión, aceptó el convite. Hizo goles, se ganó un lugar, compartió vestuario con Radamel Falcao y Augusto Fernández y se quedó sin nada cuando se acostumbraba a la idea de tener una vida diferente. Néstor Sívori, su representante, lo paseó un poco por Portugal y después de su corta experiencia en el fútbol de ese país volvió con la sensación de que “el fútbol se había terminado” para él. Claro, el fútbol es un sentimiento demasiado fuerte, casi irracional.
A fines de 2007, Maronese se preparaba para afrontar el Torneo del Interior y uno de los que actuaba en el amistoso disputado en el estadio de Centenario era Matías Espinoza. El pibe, a esa altura de 16 años, no sabía que una de las pocas almas que habitaba las tribunas del Gigante del barrio Sarmiento era un emisario de Chacarita. Salió la prueba en Buenos Aires, la superó, se sumó a la sexta, no anduvo muy bien como volante central y pensaba que su suerte estaba sellada.
Pero el destino puede ser demasiado tirano. “Yo pensé que me cortaban ese año, pero el DT me quería y pasé a quinta. Ahí me afiancé, no de ‘5’ si no de lateral por derecha. Jugaba siempre y hasta entrenaba con el plantel de primera. ¿Si pensás que se te puede dar? Y sí, tus ilusiones crecen, te hacés la idea de que vas a vivir del fútbol. Por eso cuando me dijeron que quedaba libre no lo podía creer, me mató psicológicamente”, cuenta Matías.
El ‘corte’ le llegó cuando en el Funebrero hicieron una intentona de gerenciamiento. En su mejor momento futbolístico. Cuando el desarraigo ya no era una mochila. Sólo recuerda aquel “el club te deja libre…”. (S.B)
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Yamil Regules
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