La mafia italiana, menos pistolas y más inversiones

Muchos creían que se había ganado la batalla.

Uno tras otro, los padrinos de la mafia terminaron en la cárcel a principios de los «90, entre ellos el «capo de los capos», Salvatore «Toto» Riina. Todos pudieron ser detenidos gracias a los testimonios de testigos dispuestos a colaborar con la fiscalía.

Para que esos «traidores» rompiesen la secular «ley del silencio», las fuerzas de seguridad italianas les dieron nuevas caras y nuevas identidades. Por fin, los investigadores policiales habían logrado irrumpir en la «honorable sociedad» de la mafia. A juzgar por lo que decían los políticos y los medios de comunicación, esta lacra de la sociedad italiana había sido erradicada.

Sin embargo, la realidad es diferente. Hace poco, la federación de comerciantes minoristas de Italia, Confcommercio, causó consternación al publicar cifras que ni los políticos ni la policía se han atrevido a desmentir. Según esos datos, la mafia controla a uno de cada cinco comerciantes al por menor entre Milán y Palermo.

Los negocios de las organizaciones mafiosas, las llamadas «piovra» (pulpos), han alcanzado un volumen anual de nada menos que 140.000 millones de dólares, cifra que supone el 15 % del Producto Interno Bruto de Italia. El capital en poder de la mafia asciende a un billón de dólares, equivale más o menos al total de la deuda pública de Italia. El fiscal general de Sicilia, Piero Grasso, admite que «la mafia vive, y es fuerte».

«Menos pistolas, más inversiones»: así es como los expertos definen el nuevo peligro. Además de los ámbitos clásicos como la prostitución, las drogas y la extorsión, la «nueva mafia» orienta sus actividades hacia ramos legales de la economía, como las grandes cadenas comerciales, el sector agroindustrial, las finanzas y los servicios. Además, según los expertos, los capos llevaron a cabo una gran reestructuración: los clanes se hicieron cada vez más chicos y más secretos, es decir, cada vez más difíciles de ser desarticulados.

El mejor ejemplo de ello es la caza infructuosa del máximo capo Bernando Provenzano. El mafioso cuenta hoy 68 años de edad. Hijo del famoso y notorio capo siciliano Corleone, desde las detenciones de sus colegas dirige y organiza la «nueva Cosa Nostra» y dicta a los gobernantes locales la estrategia y el modo de obrar.

Provenzano está prófugo desde 1963. La última foto que aparece en su ficha policial data de hace más de 40 años. Nadie sabe qué aspecto tiene . «Si me encontrara con él y me preguntara el camino, no sabría ni siquiera cómo reconocerlo», reconoce Grasso Lo único que los policías aseguran saber con casi total certeza es que Provenzano sigue viviendo en Sicilia, posiblemente en el centro de Palermo. Y es que todavía hay mucha gente que está dispuesta a esconder a un mafioso.

En 1992, cuando asesinos volaron con cien kilogramos de dinamita el automóvil del popular juez instructor Giovanni Falcone, la sociedad italiana se estremeció y el Estado pasó a la ofensiva. Hoy, la «nueva mafia» se prepara en secreto para los nuevos desafíos: la globalización, el cambio al euro y, no en último lugar, la llegada a Sicilia de nuevos fondos de ayuda de la Unión Europea. «Este es el lado oscuro de la globalización», admiten impotentes los funcionarios. (DPA)

Peer Meinert


Muchos creían que se había ganado la batalla.

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