La masajista rompió el silencio:

Beatriz Michelini negó que fuera suya la voz de mujer que se escucha de fondo en la grabación del llamado que hizo el viudo Carrascosa.

DyN

Caso García Belsunce

La masajista Beatriz Michelini, una de las personas acusadas de encubrir el crimen de María Marta García Belsunce en 2002, declaró ayer ante la Justicia que “nadie” la “obligó” a limpiar la sangre del baño y que “fue un pedido” de los médicos para evitar que la familia se impresione.

También negó que fuera suya la voz que aparece en los registros de la grabación de la llamada de Carlos Carrascosa cuando pidió una ambulancia para su esposa. El mismo Carrascosa reaccionó ayer indignado tras la declaración: “Mintió” (ver recuadro)

Michelini era la masajista de la víctima, y es una de las seis acusadas por el encubrimiento del asesinato junto al médico Juan Gauvry Gordon, los hermanos de la socióloga, Horacio García Belsunce y John Hurtig, su cuñado Guillermo Bártoli y el vecino Sergio Binello.

La mujer está imputada de haber limpiado la sangre que había en el baño tras haber participado de intensas maniobras de reanimación, que fueron en vano.

“Saqué el tapón de la bañera, que estaba con sangre. Me dieron un lampazo y yo lo pasé. No usé lavandina. Con un trapito verde que había ahí, agarré con mi mano un coágulo de sangre y lo puse en el inodoro”, dijo ante los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal 1 de San Isidro. Añadió que corrió una “alfombrita, saqué un cesto y fui a pedir una bolsa para tirar el trapo con sangre”.

“Vivo en un barrio y saco la basura a la calle”, dijo pero enfatizó que como en El Carmel no había cestos de basura, la mujer encontró a un vigilador y le dijo: “Sírvase, esto es para tirar”, recordó. Entonces, “volví al baño a poner el cesto abajo del vanitory”, agregó. Puntualmente dijo que la limpieza fue un “pedido” de los médicos, pero afirmó: “Nadie me obligó”.

La mujer también se refirió a la famosa grabación telefónica que hizo a las 19.07 el viudo Carlos Carrascosa pidiendo una ambulancia, en donde se escucha el sollozo de una mujer que, según determinó una pericia de Gendarmería, no es Michelini.

“Esa no es mi voz. Yo hablo entrecortado. Pero además no tuteo a nadie, ni a mis padres. Además llegué ‘pisando’ las 19 al country y estuve entre 10 y 15 minutos esperando” en la entrada.

Con pelo atado, anteojos, camisa blanca, chaleco y pantalón negro, Michelini se presentó muy nerviosa ante los jueces, fiscales y defensores para dar su versión y contestar preguntas.

La declaración de Michelini comenzó a las 10.23 frente a una sala de audiencias repleta de periodistas, abogados y público.

Antes había intentado por todos los medios evitar los flashes: entró por el estacionamiento de magistrados, tapándose el rostro con un chal de lana.

Uno de los puntos del interrogatorio sobre el que más se ahondó fue la hora a la que llegó la mujer, y por ello se vieron videos de seguridad que se registraron en el puesto de entrada de “Carmel”, el 27 de octubre de 2002.

Con un pañuelo de papel en la mano, llorando mientras hablaba, la mujer contó lo que recordaba desde que llegó “a las 19” al country. Relató que tuvo que esperar que la dejaran pasar y llegó hasta la vivienda donde Carrascosa se asomó por la ventana y le dijo: “Betty suba rápido, María Marta tuvo un accidente”.

“Voy al dormitorio y la veo ahí tirada en el piso”, dijo llorando la mujer. Michelini señaló que encontró “al señor Carrascosa” sentado al lado del cuerpo “acariciando el pelito de la señora”, y que el viudo le preguntó: “Betty, ¿respira?”.

“Yo no encontraba el pulso. No sé, dije, llame a un médico, llame al señor Bártoli”, afirmó.

Michelini detalló su desesperación pidiendo un médico mientras le hacía masaje cardíaco a María Marta. “No le encontraba el pulso. Ahí apareció el señor Bártoli y se sienta al lado mío. Estaba desesperada, el señor Bártoli me ayudaba”, sostuvo.

Señaló que le pidió “a la señora Irene” Hurtig que fuera a buscar a un médico en el country.

Relató sus movimientos una vez que llegaron los médicos, cuando le dieron la inyección de adrenalina a la víctima, y finalmente el electroshock. “Le sacaron el oxígeno y yo ahí bajé y me quedé sentada en el living. Me puse a llorar y sentí una mano en la cabeza que me decía ‘gracias Beatriz, gracias Beatriz’. Era la señora Irene, que me daba su apoyo y yo le dije ‘no pude hacer nada’”, relató. (DyN)


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