La memoria inflacionaria

opinión

Gerardo della Paolera (DyN)

Los argentinos parecemos acostumbrados a convivir con altos índices de inflación. Esto se debe a que tenemos una cultura que nos mantiene agazapados esperando que los gobiernos de turno, en su voracidad fiscal, impongan a la sociedad esta suerte de impuesto que incrementa de forma sostenida los precios de los productos de consumo.

Para protegernos de esta situación, solemos mantener un mínimo nivel de activos monetarios en dinero nacional pero sin dejar de alimentar, en la medida de nuestras posibilidades, los ahorros en otra moneda que brinde mayor seguridad.

La tolerancia de los argentinos para subsistir cotidianamente con 25% de inflación –tal sería el nivel pronosticado para este año– es producto de una memoria que nos repite que en el pasado, con excepción de la época en que rigió el Plan de Convertibilidad, la inflación promedio llegó a rondar 100% al año.

El actual modelo económico puso en vigencia medidas que, de alguna manera, subsidian esa tolerancia, como por ejemplo la posibilidad de acceder al ahorro por medio de la compra, aunque en un porcentaje limitado de dólares.

De esta forma, muchas familias que perciben salarios en blanco pueden, arbitrando entre el tipo de cambio oficial para el ahorro y el paralelo, aprovechar spreads de 20%, beneficiarse con una importante diferencia y moderar la caída de sus haberes reales en pesos.

Los únicos que no pueden evitar este impuesto inflacionario son los sectores más pobres, para quienes el paliativo que reciben son pálidos e insuficientes planes sociales que perpetúan su situación económica.


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