La mentira del siglo XXI y del tercer milenio

Por Osvaldo Francisco Bessone

Corren las primeras horas de la mañana de este día de setiembre de 1999, año de nuestra era cristiana (más conocido por 1999). Vengo a señalarlo así, con esta expresión «ordinal» (y no «cardinal»), porque por lo que me propongo sostener, considero que es la manera correcta de expresarlo.

La cuestión fundamental que me atrevo a sostener aquí, y que repetidamente intenté durante más de quince años, es la de que para que concluyan este siglo y también este milenio ha de aguardarse hasta la noche del 31 de diciembre del 2000 y no, como se ha venido sosteniendo, que ese momento ha de llegar a la medianoche del 31 de diciembre de 1999.

Para arribar a tal «atrevida» afirmación, quiero recurrir a este sencillo razonamiento:

1. Si desde el teórico día del nacimiento de una persona cualquiera hasta ahora han transcurrido ya veinticinco años y fracción, significa que el sujeto está viviendo ahora en el vigésimo sexto año de su vida.

2. Con ese mismo razonamiento, desde el momento de la instalada iniciación de la era cristiana, han transcurrido completos 1998 años y fracción, por lo que estamos a este momento viviendo en el 1999º año de la actual era cristiana.

3. Consecuentemente, faltan un año y fracción para arribar a un nuevo siglo y también el mismo tiempo para llegar a un nuevo milenio, que respectivamente habrán de denominarse bimilésimo primer año o 2001 avo año (2001º) y tercer milenio (3ero. o III)

Sin embargo, a medida que transcurren los días y los meses del año actual (1999), son más frecuentes las noticias sobre los preparativos para esperar el advenimiento del nuevo siglo y del nuevo milenio al fin del actual 1999, es decir, en la noche del 31 de diciembre de 1999.

Con tal «programa de bienvenida», se llegaría, increíblemente, a ingresar en el siglo y en el milenio al que me refería un año antes, es decir, inmediatamente después de que hayan transcurrido 1999 años de la era cristiana, con lo que, desde un punto de vista rigurosamente aritmético, se estaría sosteniendo que 2000 es igual a 1999, es decir una afirmación total y absurdamente falsa, tanto como decir que veinte siglos contienen 1999 años.

La cuestión adquiere una singular importancia desde algunos puntos de vista, especialmente aquellos que hacen a las relaciones contractuales, históricas o simplemente informativas respecto de acontecimientos, derechos, vencimientos, prescripciones, etc. referidas globalmente a circunstancias ocurridas o esperadas conforme se refieran al siglo que acaba o al que ha de sucederlo. Piénsese, por ejemplo, en una herencia a favor del primer nacido en el siglo XXI o en la muerte del último en el siglo XX, en la mentada entrega del canal de Panamá a su país al término del siglo XX (si así se hubiera definitivamente resuelto), etc.

Por otra parte, independientemente de tales circunstancias, no es poca cosa privar de un año completo a un siglo (o de agregarle uno si se llegara demostrar que equivocamos en esta afirmación), ello así respecto de la adjudicación de acontecimientos, afirmativos o negativos, a un siglo o a un milenio.

Las precedentes reflexiones tienen por objeto poner el acento sólo en la disciplina aritmética, y nada más que en ella. Descarto, por lo tanto (y ello así para facilitar sólidas conclusiones) las etapas históricas de las sucesivas vigencias de los calendarios que nos han regido a través del tiempo, sea dentro o fuera de los campos de las religiones o de las convenciones universales para contar los intervalos del tiempo.

Concretamente, traigo a la reflexión, como única guía, una regla graduada desde el 0 hasta el 20, en espacios de un centímetro de longitud. El primer centímetro será el que va entre el punto cero y el punto 1, el segundo entre éste y el punto 2, y así hasta que el vigésimo centímetro será el que va entre el punto 19 y el 20. Habremos medido entonces 20 centímetros, equivalentes para este ejemplo a 20 siglos, con un comienzo (punto cero) y un final (punto 20). Por lo que querer afirmar que 20 siglos se componen de 1999 años es como absurdamente afirmar que 20 centímetros son 19 centímetros (o que un metro se compone de 99 centímetros)…

Pues bien, este sencillo ejemplo es plenamente válido también para otro concepto: así como cien años (un siglo) no pueden constar de 99 años, tampoco un milenio puede constar de 999 años. Por lo que, necesariamente, el fin del año 1999 no puede ser comprensivo de los dos primeros milenios de nuestra cuenta (2000 años); para entrar en el tercer milenio, como se viene anunciando, ha de esperarse que transcurran íntegros los 2000 años (correspondientes a los dos primeros milenios).


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