Allen: la merienda solidaria halló su lugar en la mesa de Juanita
La mujer, vecina del barrio Costa Este, convirtió las cicatrices del abandono en una mano que se tiende con la leche y el pan de la tarde a niños hambrientos. Su sueño: la sede propia.
Diego Von Sprecher
Rodeada de algunos de sus pequeños comensales. Son entre 18 y 25 chicos del barrio Costa Este de Allen.
ALLEN (AA).- La niñez de Juana Huete está repleta de recuerdos de golpes y castigos. Una varilla de mimbre verde marcó el inicio de una parte de su vida que ahora busca remediar dándole amor a los más chicos. Juana tiene un humilde merendero en el barrio de Costa Este de Allen y en ese espacio, cada tarde, contiene a una veintena de niños que se acercan para tomar el té y jugar. Su madre la abandonó cuando tenía apenas cuatro meses y a los ocho años falleció su abuela y quedó a cargo de unos tíos que le hicieron pasar una niñez que prefiere olvidar. “Tenía que hacer todo, desde cocinar y limpiar hasta ir de noche a comprarles vino porque tomaban mucho. Y me pegaban”, cuenta Juana, mientras un grupo de niñas la escuchan con atención y la rodean en el comedor de su casa. Tal vez, las cicatrices que le provocó esa infancia, la llevaron a Juana a querer hacer algo por los niños y en septiembre del año pasado tomó la iniciativa de crear un merendero en el barrio Costa Este. “Cada tarde vienen entre 18 y 25 chicos a tomar el té. Yo les preparo bollitos y tortas fritas. El merendero surgió como una necesidad, había unos nenes que no tenían el almuerzo y yo siempre tuve la idea de poder ayudar a los chiquitos. Cuando no vienen por algún motivo yo los extraño”, explica Juana, que para poder sostener el merendero sale a vender tortillas y tortas fritas. “Con lo que saco de la venta comparto con los chicos. Compro jugo, harina, huevos y margarina”, agrega al señalar que actualmente no cuenta con ningún aporte oficial. “Del municipio no tenemos ayuda. Yo entregué una nota el año pasado y hasta el momento no tuve respuestas. Únicamente a fines de noviembre me mandaron 20 kilos de azúcar, un poco de chocolate y algunas cajas de leche (…) Yo creo que no vienen tiempos mejores y por eso quiero seguir con este proyecto, resguardando a los chicos”, asegura. El merendero lleva el nombre de “Juanita” y el sueño es poder construir un salón para que la iniciativa tenga su propio espacio físico y que sirva además para que los chicos que se llevan materias cuenten con un lugar para estudiar. En el barrio existe un centro comunitario pero Juana no quiere trasladar el merendero allí porque piensa que los vaivenes de la política pueden hacer que un día se cierren las puertas. “Tenemos un terreno y queremos hacer el merendero. Necesitamos ayuda para poder lograrlo. Ojalá que para el 6 de septiembre, cuando el merendero cumpla un año, podamos tener las bases”, se ilusiona. Cada día Juana juega con los chicos después de la merienda y les transmite un mensaje que le dejó la vida: que disfruten de la infancia y que no dejen de estudiar jamás.
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