La miseria, el hacinamiento y el miedo conviven en la cárcel de Roca

El hacinamiento es tal que hay 370 presos en una prisión que tiene capacidad para 180. El dinero para comprar la comida equivale a 63 centavos diarios por cada detenido.

Tres presos que viven en un reducto de cuatro metros cuadrados.

En total son unos 370 detenidos que están alojados en precarias instalaciones para 180.

Sólo hay seis celadores para nueve pabellones.

Y por si eso fuera poco, el dinero que hay para comprar la comida equivale a 63 centavos diarios por interno.

La situación se podría adaptar a una cárcel de Africa Central. Sin embargo, no hay que ir muy lejos para ver esta realidad. En estas condiciones, los procesados y condenados pasan sus días en la alcaidía de Roca.

Una crisis edilicia y de convivencia como ésta, desemboca tarde temprano en conflictos entre los internos, o con policías.

«Cada vez son más los detenidos y ya no hay lugar para alojarlos. Si se van cuatro, ingresan doce. Es la peor situación que vivimos desde el motín del «96», dijo el jefe de unidad, Andrés Capsi, quien está en la alcaidía desde hace más de 15 años.

El motín al que hace referencia terminó en una brutal represión que dejó a varios uniformados y reclusos con heridas, y con las instalaciones en estado calamitoso. «En cualquier momento vamos a tener otro motín del «96», dicen varios presos.

La situación se hace tremendamente difícil de un lado y otro de la reja. Los internos están hacinados, mal alimentados, y los procesados deben convivir a diario con personas que están condenadas. Algunos con penas que llegan a los 15 años. Muchos condenados están «jugados», y el intento de una fuga o motín no cambiaría en mucho su situación. Si la fuga resulta, bien, y sino, seguirán detenidos por años como estaban antes de intentarla.

Pero en el caso de un motín, también están aquellos que llevan algunos meses detenidos, y que en poco tiempo tendrán su juicio. Y con ello la posibilidad de recuperar la libertad. «Pero a la hora de los palos acá no hay condenados o procesados. Acá hay presos y todos cobran por igual», dijo un interno.

Por el lado de los celadores, la cosa no es mucho mejor. «Se sufren permanentes agresiones físicas y psíquicas», aseguró uno. Hay celadores que se niegan a tomar sus puestos por temor, y otros que están con tratamiento psicológico.

El tema de la comida, o «rancho» como lo denominan, es tal vez uno de los reclamos más dramático. Pero quienes están a cargo de la cocina son policías, no magos. Con un promedio cercano a los 63 centavos por interno no hay mucho que inventar.

«Te aseguro que si llegás a comer el «rancho» tres días seguidos, tenés que ir al hospital», reflexionó un detenido. «La mayoría recibe comida de sus familiares o amigos, pero hay algunos que no los tienen», aseguró.

Con respecto a este tema, Capsi señaló que «a principio de año se hace el presupuesto. Y con eso hay que arreglarse. No hay más plata, esa es la realidad».

El menú consiste en fideos «nadando» en un caldo de agua. «Hay veces que la carne picada está podrida», dijo una interna. «La verdad que es incomible», sentenció.

La esperanza para muchos es la construcción de la cárcel de Sierra Grande, que tendrá capacidad para 440 detenidos. Eso servirá para descomprimir las alcaidías de Roca, Viedma y Bariloche que también están desbordadas aunque con menor población que en Roca. Pero si todo marcha bien, estará terminada recién para fines del 2001.

«Habrá que aguantar un año. Pero sabe lo que pasa, que acá adentro un minuto es mucho más largo que afuera. Un día es eterno. Ni te imaginás un año. Y un motín comienza en un minuto, y cuando comenzó, no te queda más nada por hacer».

Mientras tanto nadie habla abiertamente de la posibilidad de un levantamiento. Sin embargo, algunos arriesgan que sólo es cuestión de tiempo. ¿Cuánto?.

Algunos policías dicen que quienes viven en Roca «no se imaginan lo que tienen en la calle Don Bosco al fondo. Es como si un arsenal gigante fuera a estallar que en cualquier momento».

Mientras tanto, los minutos corren sin apuro tras las rejas. Las soluciones no llegan. El clima se pone tenso y sofocante.

Y esta vez no es sólo por el sol que pega sin piedad sobre los hacinados pabellones.

«Con plata, conseguís de todo»

«Acá adentro hay de todo. Y si no hay se consigue. ¿Querés whisky? ¿Querés pastillas? ¿Marihuana? La marihuana es como los caramelos en un quiosco. Si tenés la plata, acá adentro hay de todo».

La afirmación apunta al mercado negro que existe en la mayoría de las unidades de detención. Unos pocos dicen cómo se obtiene. Y el que lo dice no da nombres.

«Esta es la tercera vez que caigo. Siempre por robo. En las veces anteriores habían celadores que se prendían. Conseguíamos ginebra o cualquier otra bebida. Droga no porque no me drogo», dice un interno que habla con la experiencia que la han dado varios años tras los húmedos muros de la cárcel.

«El litro de ginebra nos costaba tres atados de cigarrillos y una llamada telefónica», como si el importe se manejara en esos parámetros y no se utilizara la plata. Luego aclara que lo que se entregaba al celador era dinero, pero la comparación resulta de lo que se puede conseguir por lo que se entregaba.

«Pero al menos con esta camada de celadores que tenemos en este pabellón, no hay caso. ¿Querés que te diga la verdad? Extraño a la otra camada», aseguró mientras cebaba el enésimo mate dulce.

¿Pero que quiere decir con conseguir de todo?, se le preguntó. «De todo es de todo. Yo no lo sé, pero quien te dice que hasta en algún pabellón haya un fierro (arma de fuego). Pero yo no sé nada ¿eh?», dijo y se fue.

Como en el «Reino del Revés»

Que tres personas deban vivir en un lugar de dos metros de largo por 1,90 de ancho, parece ser parte del «Reino del revés» de María Elena Walsh. Sin embargo es así. La capacidad de la alcaidía de Roca está colmada desde hace años. Y al haber cada vez más detenidos, se los aloja en los lugares más impensados.

Los pabellones 1, 2, 3, y 4, tienen 22 camas. Allí viven alrededor de 40 personas en cada uno. Los pabellones 5, 6, 7, y 8 tiene capacidad para 16 internos. En el primero hay 23, en el segundo 40, en el tercero 39 y en el restante 10. En el femenino el espacio es mayor. Hay tres mujeres y la capacidad es para ocho.

El problema se presenta con aquellos que tienen inconvenientes con el resto de la población y que deben ser aislados.

En la enfermería hay 27 internos. Uno de ellos duerme en el poco espacio bajo la máquina de lavar. Seis están alojados en las viejas calderas. Entre las maquinarias queda un espacio de unos tres metros por nueve de largo. Están en un subsuelo, a cuatro metros por debajo de la línea de la calle, y no tienen ventilación. «Sólo entra un poco de aire por los caños rotos de la caldera», dijeron. Por supuesto que el lugar no tiene baño porque están por debajo de la cloaca del penal.

Un detenido está alojado en el taller, y hay otros que se encuentra en la oficina que habitualmente se usaba para que los abogados puedan conversar con sus defendidos. El sector del gimnasio se utiliza para los policías que tienen causas penales.

Hugo F. Albizúa


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