«La movida del jazz en Roca es de muy buen nivel»

ROCA (AR) Gabriel Dominicucci es un roquense que está estudiando en Buenos Aires pero que de vez en cuando se llega por la ciudad y se une a Lucio Balduini (guitarra) y Ernesto Pugni (batería y percusión) para tocar en el café Dorrego.Tocarán mañana puntualmente a las 22 y después harán otra presentación ese mismo día, pero después de la medianoche. Prometen que será «una velada jazzera con un poco de latino y con un poco de funk. No va a haber una zapada conceptualmente porque hay temas armados y ensayos, pero habrá otras cosas que nos van a permitir jugar un poco más».

Como músico, Dominicucci inició sus estudios con Andrés Fuhr (bajo eléctrico) y con Pato Frank (contrabajo). También en el INSA cursó sólo materias teóricas porque por entonces no había profesor de contrabajo. Luego se fue a Buenos Aires a estudiar con otros maestros pero paralelamente comenzó a cursar la carrera de música en la especialidad contrabajo en el Conservatorio Nacional López Buchardo, donde aprende los secretos del instrumento con el maestro Pastor Mora que es contrabajista de El Colón, y en teoría tiene «la suerte de estudiar con un profesor muy progresista, Marcelo Delgado, un compositor muy bueno al que le interesa un cambio estructural en el Conservatorio para que haya más herramientas. El quiere fundamentalmente que los músico que se reciben con un título de música clásica, no miren desde arriba a los músicos populares».

A modo de reflexión, Dominicucci apunta que «esa fragmentación parece ser patrimonio de los músicos. Por ejemplo el músico de jazz se ríe de los demás porque es el único que tiene más conocimiento de improvisación y no está tan atado. Por su lado, el popular siente esa cosa en las venas pero a su vez se le critica que toque con muy pocos tonos. Y al de música clásica se lo critica porque si le sacan la partitura no puede tocar nada y a su vez mira a los demás diciendo yo se mucho más que ustedes. Todo eso es tonto porque todo es música».

En lo personal «estoy prácticamente orientado a perfeccionarme cada vez más en jazz, pero desde que me fui a Buenos Aires estoy tocando muchísimo folklore, con integrantes del grupo «La trampa» que ya estuvo de visita el año pasado en Casa de la Cultura.

Pero sus otras actividades le llevan buena parte de su tiempo por lo cual «ahora no estoy metido tanto con el estilo clásico por falta de tiempo, pero toqué dos conciertos con la Orquesta Sinfónica Juvenil «Libertador San Martín». Aunque esa oportunidad ahora desafortunadamente no la puedo seguir, porque requiere mucho ensayo».

Eso le hace tener una dualidad entre su amor al contrabajo, al que considera que es «hermoso pero es ingrato, difícil de tocar y tan grande que si uno está cansado le gana al cuerpo. En cambio el bajo eléctrica está más a la escala humana y uno siente que lo puede dominar». Pero de todos modos considera que en estos años ha habido una apertura mayor del contrabajo «porque muchísimos estudian en el Conservatorio debido a que la técnica clásica del instrumento es lo mejor que hay».

Si bien hace cuatro años que estudia en Buenos Aires, considera que «en Roca hay grandes músicos, muy buenos músicos, definitivamente. Andrés Fuhr es un gran maestro para mí y lo seguirá siendo. Son gente que está a la altura y quizá más de los mejores músicos. Y eso lo notan mis amigos de «La Trampa» que se asombran de lo que se hace musicalmente acá, a pesar de que ellos estudian con gente muy interesante. La movida del jazz de Roca es de un nivel muy alto», subraya con énfasis. En ese sentido «siempre le digo a Fuhr que Roca es la cuna del jazz de Argentina porque hay un muy buen cultivo de este estilo que progresa cada año. Los que eran chicos cuando me fui y que tocaban sólo rock, ahora están abriendo el campo a otras formas musicales. Lo bueno es esa actitud de apertura, de perfeccionarse más allá del instrumento o del género que uno elija, que es lo que enriquece.