La obra de Minujín ya se puede disfrutar en el MNBA

Hasta enero, 30 años de trabajo podrán verse de manera gratuita.

Matías Subat

La artista divirtió a los espectadores relatando anécdotas y detalles de la retrospectiva.

NEUQUÉN (AN).- En el hall de entrada del Museo Nacional de Bellas Artes de esta capital (MNBA), colmado por un público heterogéneo y ansioso, la artista plástica Marta Minujín inauguró anoche su muestra “París-Nueva York-Neuquén”, una retrospectiva que comprende 30 años de trabajo de una de las plásticas más reconocidas del mundo. Acompañada por los anfitriones Oscar Smoljan, director del MNBA, y el jefe comunal Horacio Quiroga ( junto con otros funcionarios municipales celebraron el acontecimiento), la artista presentó, en primer lugar, a la “Estatua de la Libertad de Cerezas”, construida por diez mil cerezas de la zona, ubicada en el ingreso de la muestra. El público que se agolpó en el espacio tomó fotografías como pudo, filmó cada instante, aplaudió y festejó cada ocurrencia de la artista. “Como la Venus de Queso, que hice en 1981 para que la gente devore el arte, ahora los invito a que cada uno de ustedes se acerque y coma una cereza. Desnuden a la Estatua de la Libertad”, propuso Minujín. Los primeros en cumplir, divertidos, fueron Smoljan y Quiroga (la artista bromeó y calificó de “colega” al intendente, por la específica presentación que él había hecho sobre “artista conceptual, osada, vanguardista”) . Minujín anticipó que una vez desnudada, la estatua sería colocada en el patio del museo. Una vez que ingresó salón, siempre seguida muy de cerca por el público y los anfitriones, desató la cinta inaugural con su famoso: “¡Arte, arte, arte, para todos!”. Así, se detuvo ante cada una de las obras de esta retrospectiva, que podrá visitarse de manera gratuita hasta enero. Siempre distendida, Minujín posó ante los teléfonos celulares del público y regaló besos. Mostró cada una de sus piezas: las fotografías de diferentes épocas que integran su muestra (en algunas de ellas posa con otras personalidades); las dos enormes figuras “ecológicas que dejan pasar el paisaje”; una serie de cuadros psicodélicos o abstractos que parecen no quedarse quietos, como el “Soliloquio de emociones encontradas” (2012); la “Galería Blanda”, dentro de la que se “escondió” y generó aún más (¿es posible?) fascinación y admiración del público; el trabajo sobre la base de las cenizas del volcán Puyehue; las esculturas facetadas; las proyecciones… Y más, tantísimo más, que puede resultar casi inabarcable. Minujín conmueve, sorprende, se anima, no se preocupa por lo que la crítica pueda destacar. Hace todo aquello que siempre señala como un objetivo-virtud: una “obra única, sin comparaciones, ni mejor ni peor”. Su presencia, su personalidad, atrajo tanto la atención que para apreciar la obra habrá que volver al MNBA.


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