La Patagonia madura, Por Augusto Cervo 20-01-04

Lejos de brindar elementos para seguir siendo considerada como rebelde, la Patagonia está demostrando que evoluciona hacia su adultez, presentando rasgos propios de madurez. Cumplido el calendario electoral del 2003 para la región patagónica, en el que se votó por separado en seis oportunidades diferentes, abarcando una elección nacional y cinco provinciales, queda definido el mapa político patagónico para los próximos cuatro años. La observación del comportamiento electoral de la Patagonia muestra una doble conducta claramente diferenciada, pero con un importante factor en común. En efecto, mientras que por un lado, proyectando su propia «política exterior» hacia el resto del país, actúa en bloque y con fuertes signos de unidad, por el otro, al concentrarse al interior regional, cada provincia parece resolver sus asuntos internos de manera autónoma. Esta hipótesis se vio confirmada por las seis elecciones celebradas durante el presente año en la Patagonia.

El 27 de abril la Patagonia votó unida en favor del actual presidente de la Nación Néstor Kirchner, conformando una especie de distrito único entre sus provincias. Este no es un dato menor, ya que descubre un comportamiento externo común de las provincias patagónicas en circunstancias en que un propio representante, el hasta ese momento gobernador de la provincia de Santa Cruz, salía a competir al campo político nacional desvinculado directamente con alguna situación local. Pero sí sería un hecho irrelevante si las posteriores elecciones provinciales no hubieran hecho más que confirmar esa tendencia kirchnerista, colocando a los candidatos avalados por el presidente en los respectivos ejecutivos provinciales. Sin embargo, al interior de la región patagónica, los resultados electorales presentaron un mapa político imprevisto por varios analistas.

El primer turno fue el de Tierra del Fuego, donde las elecciones provinciales fueron llevadas a cabo el 22 de junio, a menos de un mes de la asunción presidencial y en plena euforia kirchnerista. Allí, la continuidad lógica del comportamiento electoral fueguino respecto del 27 de abril hubiera sido votar al candidato justicialista, el gobernador Carlos Manfredotti. Pero dos circunstancias jugaban para que los resultados fueran de difícil pronóstico; por un lado, la definida tendencia menemista de Manfredotti, quien había anunciado su apoyo al riojano en las elecciones nacionales; y por otra parte el inicio de la doctrina de la transversalidad que adoptaría Kirchner como método de construcción de poder político, mediante la cual alentaba a promover candidatos justicialistas por fuera del partido. Finalmente, la elección fueguina consagró al radical Jorge Colazo. Este revés para el presidente Kirchner hubiera sido matizado con un triunfo del candidato del partido provincial Jorge Garramuño, pero el hecho de postergar las chances de un candidato menemista fue suficiente para interpretar el comicio. En realidad se trataba del inicio de una serie de resultados que terminarían por conformar el comportamiento político autónomo de la Patagonia.

A Tierra del Fuego le siguió -dentro de la Patagonia- la provincia de Río Negro, que celebró sus elecciones el 31 de agosto. Ya habían transcurrido dos meses desde la elección fueguina y la doctrina de Kirchner se imponía en todo el país. En el caso de Río Negro, el PJ buscaba desbancar a la UCR del poder que conservaba desde 1983. Para ello, el candidato oficial del justicialismo Carlos Soria apostaría todas sus chances a la estrategia de identificar su imagen con la de Kirchner para que los resultados del 27 de abril también lo ampararan a él. Sin embargo, la lógica electoral desapareció de Río Negro y el candidato radical Miguel Saiz se impuso por un ajustado margen de dos puntos. En este caso, si bien la «doctrina K» promovió al inicio de la campaña a un candidato extra PJ que le restaría diez puntos a Soria, los rionegrinos prefirieron separar la situación provincial de la nacional y mostraron su propia identidad política que cataloga a su provincia como «bastión radical». Este segundo triunfo radical en la Patagonia era visto ya como una paradoja para el presidente Kirchner quien no podía ejercer en aquel lugar, donde había ganado claramente, ningún tipo de influencia decisiva.

Pero por suerte para el presidente, el cronograma electoral imponía que la siguiente provincia patagónica en votar fuera Santa Cruz, que llevó adelante sus elecciones el 14 de setiembre. En esta oportunidad, el triunfo del PJ estaba garantizado y la atención se concentraba en la cantidad de municipios que se lograrían ganar. Pero los aplastantes 70 puntos que sacó el kirchnerista Sergio Acevedo se vieron rápidamente eclipsados por una noticia que todavía no encontró una explicación convincente; en el municipio de Río Gallegos había triunfado el candidato radical. Evidentemente, aquí la muestra de autonomía política del electorado patagónico se trasladó del nivel provincial al municipal, proyectando un signo de identificación política regional al resto de las provincias.

El siguiente turno tendría a la provincia del Neuquén como protagonista en las elecciones celebradas el 28 de setiembre. Aquí la situación era menos confusa. El gobernador Jorge Sobisch buscaba su tercera reelección, consolidando localmente y proyectando externamente el poder del Movimiento Popular Neuquino. El acompañamiento neuquino al comportamiento electoral del 27 de abril del resto de la Patagonia había sido el más limitado, consiguiendo un triunfo de Kirchner sobre Menem de apenas medio punto porcentual. Pero dado que Sobisch representa por sí solo una opción autónoma al electorado neuquino respecto de la estructura política nacional, era casi descontado su triunfo, pese inclusive a los intentos de Kirchner de conseguir un candidato justicialista que representara una amenaza real al gobernador del MPN. De hecho, el comportamiento político autónomo de la Patagonia queda confirmado en Neuquén por la vigencia de un partido provincial en el poder. Queda para un ulterior análisis poner a prueba esta teoría si es que Sobisch decide presentarse como candidato a presidente de la nación en el 2007, en lo que implicará que la Patagonia vuelva a unirse externamente en el voto.

Finalmente, el voto patagónico tuvo su última práctica del año en la provincia del Chubut, donde las elecciones se celebraron el pasado 9 de noviembre. Kirchner había obtenido un amplio triunfo en esta provincia el 27 de abril y para que se comprobara lo que postulamos en este análisis, Chubut debía separarse del pronóstico nacional consagrando a un candidato que no fuera apoyado directa y explícitamente por el presidente. La contienda se dirimía entre el gobernador radical José Luis Lizurume, quien iba en busca de su primer reelección, y el justicialista Mario Das Neves que se presentaba como el candidato oficial del partido. Luego de una cambiante campaña, el presidente Kirchner tardó en aparecer como el respaldo oficial de Das Neves, e incluso dejó abierto su apoyo a Lizurume si es que éste conseguía el triunfo. Esta indefinición de Kirchner por el candidato oficial del PJ pudo haber sido valorado por el voto patagónico en Chubut como falta de oposición clara al candidato radical y por ende un apoyo camuflado a Lizurume, con lo que terminó por colocar a la provincia en otro inesperado resultado electoral, colocando a Das Neves al frente de la Gobernación por menos de cinco puntos.

Lo que hasta aquí se buscó no fue tanto realizar un análisis de las elecciones, indicando quién ganó y quién perdió, lo que por otra parte puede ser perfectamente solventado por los medios periodísticos, sino más bien arrojar una teoría que interprete el comportamiento político de la población patagónica a través de los resultados electorales. En este sentido, se señaló que la Patagonia posee una doble conducta interna y externa. Pero tal vez el dato más relevante sea que ese funcionamiento indique un signo de madurez de la región, en el que se muestra unida para relacionarse con la Nación, pero que despliega su propia personalidad para resolver sus asuntos internos. Esperemos que para ser considerada adulta, la Patagonia muestre en un futuro cercano una actitud firme de defensa de sus intereses regionales para que no se repitan gestos de indiferencia de una provincia patagónica a otra en temas como YPF, Hipasam, Río Turbio, Ferrocarriles, por recordar algunos. De este modo, el tratamiento que reciban importantes debates como los de hidrocarburos, pesca, parques nacionales y otros puedan ser considerados por los legisladores patagónicos electos con verdadero y genuino espíritu patagónico.

 

(*) Licenciado

Miembro investigador del PIGPP


Lejos de brindar elementos para seguir siendo considerada como rebelde, la Patagonia está demostrando que evoluciona hacia su adultez, presentando rasgos propios de madurez. Cumplido el calendario electoral del 2003 para la región patagónica, en el que se votó por separado en seis oportunidades diferentes, abarcando una elección nacional y cinco provinciales, queda definido el mapa político patagónico para los próximos cuatro años. La observación del comportamiento electoral de la Patagonia muestra una doble conducta claramente diferenciada, pero con un importante factor en común. En efecto, mientras que por un lado, proyectando su propia "política exterior" hacia el resto del país, actúa en bloque y con fuertes signos de unidad, por el otro, al concentrarse al interior regional, cada provincia parece resolver sus asuntos internos de manera autónoma. Esta hipótesis se vio confirmada por las seis elecciones celebradas durante el presente año en la Patagonia.

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