La pelota recién dobló (y entró) cuando dominaba la angustia

Faltaba poco cuando llegó el gol de la salvación. Bolivia complicó más de lo que se esperaba.

BUENOS AIRES (DyN, por Adrián Villegas).- Argentina iba e iba, empujaba, provocaba alborotos en el área rival, pero no podía quebrar el heroico y dignísimo 0-0 de los bolivianos, que jugaban con uno menos desde los 16 minutos del segundo tiempo por una «travesura localista» del árbitro brasileño Marcio Rezende.

A Los 27 minutos el entrenador Marcelo Bielsa, desesperado y a los gritos, no al borde, sino con cinco ataques de nervios encima, hizo ingresar a Gustavo López por Javier Zanetti.

Y once minutos más tarde el volante argentino provocó la explosión, el alarido de una hermosa perfecta tarde porteña, a pleno sol, mejor que primaveral, pero que en el estadio «Monumental» se había tornado muy turbia, tensa. Y se vivía con angustia y cierta depresión.

Vino un córner de Verón por izquierda, la pelota pegó en un defensor visitante y Gustavo, mal perfilado por ser demasiado zurdo, se las arregló para sacar un remate impresionante desde 25 metros que se incrustó al lado del palo derecho del arquero José Fernández, la gran y excluyente figura de la cancha que nada pudo hacer para evitar la caída.

Para aventar cualquier tipo de controversia o duda, la pelota, rebelde, adversa y esquiva, por fin se avino a dar un brusco giro, de derecha a izquierda, ya que siempre, vaya «casualidad, vaya «misterio», había ido a parar a las manos o cuerpo de Fernández, quien a esa altura ya era la gran figura de la tarde. Lo mejor de su equipo y el responsable del ataque de nervios de Bielsa.

La victoria ya estaba asegurada y con ella el liderazgo absoluto y en soledad de las eliminatorias sudamericanas, con puntaje ideal de nueve sobre nueve, ese que virtualmente ya se había asegurado desde que dio a luz aquel oscuro y sospechado fixture. Recién en el próximo partido, ante Colombia de visitante, Argentina puede verse más comprometida, si bien Bolivia casi da el batacazo.

Sin embargo, Bolivia no pudo reaccionar. No hubiera podido y si su valla no era vencida en esa instancia, su cruz le iba a caer duramente en la espalda por la vía de decantación, o acaso por alguna ayudita arbitral. Ya con once había planteado un esquema especulativo, si bien dotado de pericia táctica que se respaldaba en la titánica tarea de los defensores y medios de contención, más el enorme arquero, claro. Con diez resignó definitivamente de siquiera acercarse al área local. Y cuando sufrió el gol, ya había dado el resto como para encontrar alguna energía adicional que concibiera el milagro.

Pero Bolivia, es justo remarcarlo, no fue toda mezquindad, al grado de haber sorprendido a todos con su enjundioso inicio, con esos primeros diez minutos en los que llegó a edificar dos situaciones de mucho peligro.

Empujado por 50 mil hinchas que «reventaron» el «Monumental», el seleccionado nacional salió rápidamente de la perplejidad y, sin ideas ni juego de elevado nivel, desbordó a Bolivia por el mero efecto de la actitud ofensiva.

En defensa, Argentina tenía serios problemas cuando Bolivia, aun en tibieza, se animaba por el sector derecho del ataque, allí donde Wálter Samuel no podía afirmarse, en el medio, salvo los buenos oficios del Kily González, prevalecía el tumulto y la confusión y adelante, Batistuta no acertaba ni una y el Piojo López se obnubilaba cuando tenía que definir en los últimos metros.

Salvo cuando el «eterno» «Diablo» Etcheverry dormía la pelota y entonces regalaba algún respiro a su equipo, Argentina era un alud, pero un alud literal, lanzado sin ideas y al pasar de los minutos afectado de desorden e impotencia. Todo lo cual facilitaba la arrojada tarea de la retaguardia color verde.

En ese aspecto contó con la colaboración de los delanteros argentinos, quienes en lugar de definir lo más rápido posible se dedicaba a transitar la pelota sobre los laterales con varios toques y eso permitía que la defensa visitante se armara y desbaratara todas las intentonas del local.

Argentina intensificó el dominio en el complemento, tanto más desde la roja de Marcelo Carballo, amonestado con apresuramiento en el primer tiempo y por tanto injustamente expulsado.

Medido con la misma vara, el zaguero argentino Roberto Ayala también debió irse antes al vestuario.

Todo era furia, centro aéreo, cuantiosos corners…pero de buen fútbol todavía nada podía decirse.

A la postre, y a la sazón, nadie podrá objetar que Argentina ganó bien. Pero, en el marco que más importa, el de fondo, no fue ni un triunfo ni una victoria. Apenitas la suma de otros tres puntos que allanan el camino hacia Japón-Corea 2002.

Por otro lado y para finalizar. ¿Será capaz Argentina de hacer un papel tan digno y titánico en la altura de La Paz como Bolivia lo hizo en el llano de Buenos Aires?

Vibraron antes y sufrieron después

Toda la euforia previa se apagó de a poco y terminaron en silencio, en una tarde donde la actuación argentina no conformó a los 60.000 hinchas que sólo festejaron el gol de Gustavo López.

Las adyacencias del estadio de Ríver se llenaron de celeste y blanco desde el mediodía (ver página 6). La actuación del seleccionado en los partidos anteriores, la supuesta debilidad de Bolivia y una tarde de sol inolvidable fueron la invitación perfecta para todos. La gente fue preparada para la fiesta y cuando apareció el equipo argentino en la cancha los globos taparon durante un instante el luminoso sol que bañó la tarde de Núñez.

El partido comenzó con vértigo en las dos áreas y la gente se prendió. El muy remanido y desgastado «Vamos, vamos, Argentina…» se hizo escuchar esperando el primer gol.

La primera parte terminó, aunque tibio, con un cántico que se convirtió en voz de protesta cuando el equipo no rinde. «Maradona, Maradona», se escuchó desde las tribunas.

En la segunda parte la euforia renació. Batistuta (por lejos el más aplaudido de la tarde) estrelló un tiro en el travesaño y la tribuna aulló.

Pero los minutos pasaban y el gol no llegaba. Nervios, desconsuelo y algunos insultos se hicieron oir en reclamo a la entrada de Aimar.

Hasta que llegó el «zapatazo» de Gustavo López y la gente explotó.

Descargó tanto grito ahogado y dibujó una sonrisa, que en el final no fue carcajada porque esperaba más. El muy tibio aplauso final fue la muestra más elocuente.

«Gracias a Dios que fue gol»

«Gracias a Dios entró, traté de pegarle lo mejor posible y por suerte se me dio», señaló Gustavo López (foto), resumiendo el sentimiento de alegría y alivio que generó su golazo en el triunfo ante los bolivianos.

Erigido en una especie de salvador por ese zurdazo que cambió un empate inexorable por la tercera victoria argentina en la eliminatoria sudamericana, López fue el primero en salir del vestuario local del estadio «Monumental».

«Me voy muy contento porque conseguimos los tres puntos. Argentina fue muy superior en todo el partido y lo más importante, a parte del triunfo, fue que no se desesperó, mantuvo el orden y así ganó un partido que se había presentado complicado, ya que ellos estaban muy cerrados y no nos dejaron espacios», comentó el delantero.

López, como la mayoría de los jugadores argentinos, se quejó por el estado del campo de juego y dijo que que «la cancha estaba muy mala. Realmente nos sorprendió, porque el piso de Ríver siempre fue bueno, pero el de ayer estaba imposible de jugar».

Diego pedía a gritos a Aimar

Diego Maradona dijo que cuando veía que el equipo nacional no podía vulnerar a Bolivia, pidió a Pablo Aimar. «Hubo momentos en los que el seleccionado argentino no podía con el esquema de Bolivia, y por eso quería a Aimar para quebrar a la defensa boliviana, que era verdaderamente impasable», expresó Maradona en comunicación telefónica desde Cuba.

En diálogo con radio Rivadavia, Maradona consideró que el entrenador de Bolivia «hizo un planteo maravilloso: no regaló espacios y los jugadores ni siquiera pegaron».

«Además, hay que ver el penal que le cometió Ayala a Botero y que fue doble, porque lo tocó con la pierna y con el brazo. Bolivia estaba con diez, era una pelota muerta y quedamos mano a mano. Pero el árbitro Rezende no lo cobró porque debía echar a Ayala por último recurso», dijo.

El ex capitán del seleccionado argentino opinó que la actuación del conjunto de Bielsa «fue muy pobre», al tiempo que atribuyó el triunfo a una inspiración de Gustavo López y una razón divina. «Lo de Argentina fue muy pobre. Batistuta estuvo peleado con la pelota y Verón nunca cambió de ritmo en la mitad de la cancha. Pero Gustavo López se convirtió en Maradona, marcó el gol, nos dio tres puntos y «el Barba» nos dio una mano», agregó Maradona.


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