La pintura vuelve a lo clásico: seriedad y esfuerzo

La pintura contemporánea se enfrenta a un cambio de esencia en estos tiempos, marcada por una nueva “seriedad”. Ya no se lleva el distanciamiento irónico por ejemplo de un cuadro con la imagen de unos calzoncillos de Kippenberger, y las imágenes vuelven además a tener permiso para ser sencillamente bellas.

En la reciente feria alemana documenta, en Kassel, casi no había pintura en exhibición. Dominaban las esculturas y las instalaciones, mientras que los cuadros eran una excepción. Se trata de una gran diferencia frente a ediciones anteriores con grandes pintores como Gerhard Richter, que llegó a tener siete obras expuestas a la vez.

¿Es que la pintura ha perdido su papel? Los expertos creen que no, y recuerdan que ya ha sido dada por muerta muchas veces, pero siempre ha resucitado. Una razón comercial es que los cuadros se venden con mayor facilidad. Ni siquiera los más ricos coleccionistas suelen tener una mansión tan grande como para albergar instalaciones, pero para un cuadro basta una pared.

Además, la relación del público con los cuadros es mucho más directa. Todos los han visto y los han pintado incluso alguna vez, aunque sea a disgusto en la clase de artes plásticas del colegio.

Esa familiaridad con la pintura tiene sin embargo su lado negativo, que es el hecho de que quien pinta se siente inmerso en la tradición de Leonardo da Vinci y Vincent van Gogh, algo que intimida mucho.

“Es extraordinariamente difícil hacer algo nuevo en pintura, porque hay una carga de siglos”, explica Kasper König, director del Museo Ludwig de Colonia y uno de los curadores alemanes de mayor influencia en los últimos 40 años.

“Por eso, precisamente en la pintura hay muchas cosas convencionales y hechas siguiendo una moda”, añade.

Para evitar caer en ello, muchos artistas se acercaron al género durante mucho tiempo sólo de forma irónica. Por ejemplo, el alemán Martin Kippenberger (1953-1997), que se retrató en numerosas obras vestido con unos grandes calzoncillos blancos, iguales a los que llevaba su admirado Pablo Picasso en las imágenes tomadas por el fotógrafo David Douglas Duncan cuando el español tenía más de 80 años.

Esta fase, dominante en los años 90, forma parte sin embargo del pasado. El artista de mayor éxito comercial de la actualidad, el británico Damien Hirst, declaró en una entrevista este año que tiene problemas con la obra de Kippenberger, porque la encuentra fea.

También Hirst pinta, aunque en su caso predominan los cuadros a base de puntos redondos de colores en las más diversas combinaciones. Su objetivo, según afirma, es encontrar una forma “de llevar al lienzo el color y controlarlo”.

Es una tendencia que no solamente se ve en Hirst. Los cuadros vuelven a poder ser bellos, e incluso ordenados. “Vemos que se está volviendo a introducir la composición, hay de nuevo elementos reguladores clásicos”, señala Markus Heinzelmann, director del Museo Morsbroich de arte contemporáneo. “Lo más interesante en la generación más joven es que la pintura se percibe y se ejerce de forma para nada irónica, sino con seriedad”.

Un caso concreto es el de Tomma Abts, que vive en Londres y recibió el premio Turner hace seis años. Para empezar, sus cuadros son muy trabajados, pues surgen en un proceso de continuo pintar unas capas sobre otras. Y ese es otro aspecto de la nueva seriedad de la pintura: que vuelve a ser un trabajo arduo.

Las obras de formato relativamente pequeño de Abts recuerdan a los patrones de alfombras o a las cubiertas de los discos de los años 70. Están determinadas por una estricta geometría, pese a que la artista asegura que no hace estudios previos, sino que trabaja sobre el lienzo siguiendo su instinto. Esa mezcla entre conocimiento del oficio que sigue un método propio y la intuición es lo que hace tan valorados sus cuadros.

dpa


La pintura contemporánea se enfrenta a un cambio de esencia en estos tiempos, marcada por una nueva “seriedad”. Ya no se lleva el distanciamiento irónico por ejemplo de un cuadro con la imagen de unos calzoncillos de Kippenberger, y las imágenes vuelven además a tener permiso para ser sencillamente bellas.

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