La política en primer plano, y la ‘suerte’ como apuesta

El programa monetario no da respuestas y los pronósticos respecto al escenario económico fueron errados. Mientras, la incertidumbre política es determinante.

Según define el diccionario de la Real Academia Española, Sinergia es “la acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales”.
Tal es la relación que existe entre la política y la economía, o entre la economía y la política. El orden carece de importancia cuando el efecto que provoca el conjunto, es mayor al de cada factor por separado.
Solo por si hacía falta demostrarlo, la realidad argentina se ofrece como crisol de prueba, en un escenario vertiginoso que estrena nuevos capítulos a diario.
La semana que acaba de culminar se inició con el triunfo arrasador del PJ en Córdoba, el cual desató un tsunami interno en Cambiemos, con acusaciones cruzadas, insultos públicos y ‘planteos’ respecto a la candidatura presidencial. El gobernador Schiaretti parecía erigirse en un ‘gran elector’ en términos territoriales, y en ordenador hacia dentro del PJ federal. La noticia acaparó la escena hasta el martes, cuando Cristina Kirchner visitó por sorpresa y luego de 13 años el comité nacional del PJ, y logró nuevamente la centralidad de la agenda. Cuando todos los flashes apuntaban a la ex presidenta, la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) dio un golpe de efecto al solicitar el expediente de la causa Vialidad, por la cual Cristina debía enfrentar juicio oral desde el martes. A priori la medida implicaba la suspensión del juicio. Apenas dos días después, y tras 24 horas de intensa presión política y mediática, la CSJN decidió no pagar el precio político, y habilitó la realización del juicio. Una semana después, ya poco se habla de Schiaretti.
En el mismo lapso de tiempo, hubo tres noticias económicas significativas. La primera, es que tras anunciar que volvería a vender reservas para contener el dólar, el BCRA el tipo de cambio parece haber encontrado cierto nivel de equilibrio en torno a $46. La segunda es que tras nueve años, la empresa Morgan Stanley Capital International (MSCI) anunció que Argentina vuelve a calificar como ‘mercado emergente’, lo que abre la ventana para que los fondos de inversión extrajeros incluyan acciones argentinas en sus carteras. La tercera, fue el dato de inflación de abril. En el cuarto mes del año, los precios avanzaron un 3,4%, acumulando un incremento del 55,8% en los últimos doce meses. Ávido de buenas noticias, el gobierno se animó a celebrar: el dato significa una desaceleración respecto al 4,7% de marzo, y permite soñar con una tendencia a la baja.
Ninguna de las noticias, ni las políticas ni las económicas, puede interpretarse sin considerar las implicancias mutuas.

La suerte como apuesta
Desde siempre, la convicción puertas adentro de la Casa Rosada fue que la imagen de un empresario ocupando la primera magistratura por primera vez en la historia, alcanzaba para que los mercados acompañaran con un fuerte “viento de cola”. Sin embargo, la euforia financiera se mantuvo solo dos años y las motivaciones del mercado fueron diferentes a las que supuso el gobierno: a los inversores los mueve la rentabilidad. Cuando el horizonte se hizo gris, los capitales decidieron migrar.
La ausencia de una gestión que combine la mirada política con la económica, se hizo más que evidente. ‘Pasaron cosas’ fue la frase elegida, para culpar a la suerte. La sequía de 2018 y la corrección de tasas en EEUU fueron las causas esgrimidas desde el discurso oficial para deslindar las responsabilidades de la debacle financiera del año pasado.
Lejos de escarmentar, el gobierno volvió a jugar un pleno para 2019, apostando todo a la recuperación del agro. En la visión oficial, la devaluación del 100% concretada en 2018 combinada con una cosecha record en 2019, eran motor suficiente para que los exportadores ceraleros liquidaran las divisas necesarias para contener la demanda en el mercado cambiario.
El escenario de hoy muestra que una vez más, el pronóstico oficial fue errado. Según en Centro de Exportadores Cerealeros (CEC), la liquidación de divisas de los exportadores durante el primer cuatrimestre del año alcanzó los u$s 6.104 millones, apenas 7,8% por encima del registro de 2018 durante la sequía más grande de los últimos 30 años. El dato con el que no contaba el gobierno, es el derrumbe actual de los precios internacionales de la soja.

El segundo infograma, muestra que la cotización actual de la tonelada de soja, es un 27% menor a la de hace un año. Si a ello se suma que las expectativas del mercado muestran un dólar futuro de $62,70 para diciembre, está claro el motivo por el cual una vez más, los cerealeros prefieren no liquidar. En efecto, se observa que pese a la mala campaña agrícola, los exportadores liquidaron con fuerza en julio del 2018. El motivo no fue otro que el salto en el tipo de cambio.
Tienen todo el derecho a liquidar cuando el diferencial cambiario es favorable. Así es desde que a fines de 2017, el gobierno eliminó la obligación de los cerealeros de liquidar las divisas ingresadas por exportación.


La suerte, una vez más da la espalda, y en la actualidad, el único soporte de la oferta de dólares, sea la venta diaria de reservas del BCRA. Desde el pasado 10 de abril, cuando llegó el último desembolso del FMI por u$s 10.700 millones, las reservas del BCRA cayeron por u$s 10.020 millones. El dato habla por sí solo.

Un ‘salvavidas’ poco efectivo
Desde el principio, la gestión Cambiemos insistió en la teoría de que la única causa de la inflación, es la excesiva emisión monetaria. Pero fue una vez desatada la corrida en 2018 y tras haber acudido al FMI, que el gobierno abrazó la ortodoxia monetaria como nunca antes. El programa lanzado por el BCRA a fines de septiembre, incluyó bandas cambiarias para contener las expectativas de devaluación, y un rígido corset monetario para secar la plaza de pesos al que no por casualidad se llamó “emisión cero”. El resultado puede advertirse en el siguiente gráfico publicado por la consultora Macroview, del ex Presidente del Banco Nación, Carlos Melconian.
Quienes pese a los magros resultados aun sostienen que el único motivo de la inflación es la emisión, aducen que el efecto de la política monetaria siempre tiene un delay de al menos seis meses. El gráfico deja a la vista que la compresión monetaria se inició hace exactamente un año, y que la velocidad a la que crecen los agregados, es hoy diez veces menor. Doce meses después, el registro oficial marca la inflación anual acumulada más alta de las últimas tres décadas.

En números

26,9%
La caída en la cotización de la tonelada de soja en los mercados internacionales, durante el último año.
10.020
Las reservas que vendió el BCRA desde el último desembolso del FMI.


“El problema es que la demanda de pesos está deprimida” fue hace poco, el argumento de un fundamentalista monetario para intentar explicar el fracaso de la actual política anti inflacionaria. No es para menos, con tasas de interés por encima del 70%.
Lo cierto es que el salvavidas luce más pesado que el ahogado que intenta rescatar. El gobierno espera que la foto de Cristina Fernández en el banquillo de los acusados le acerque la suerte que la ortodoxia monetaria hasta el momento le retacea. El efecto que tal imagen puede tener sobre el ánimo de los inversores y sobre el nivel de riesgo país, es tan insoslayable como el que podría tener la confirmación de la candidatura de la ex mandataria en poco menos de un mes.


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