La política exterior de Perón
Por Mario Filadoro
La política exterior de Perón puede ser analizada en dos etapas: el primer peronismo de los años '40 y '50, y el segundo peronismo de los años '70.
Comenzando por el primero, Perón planteó un modelo económico con mayor presencia estatal, un nuevo modelo político más inclusivo, más populista; por lo tanto una nueva política exterior. Durante este gobierno se produjo una industrialización liviana, pero no un modelo político de largo plazo, ni tampoco una sustitución del modelo agroexportador. Asimismo, se postuló la Tercera Posición como forma de llevar adelante una política exterior más autónoma.
El contexto internacional incorporó un rol protagónico del Estado como forma de enfrentar la crisis. En este sentido, el modelo peronista iba en favor y no en contra de la corriente internacional. En los '50 se produjo el surgimiento del Movimiento de Países No Alineados y el auge del nacionalismo; en parte porque Estados Unidos confiaba en la autodeterminación de los pueblos y porque veía en él un freno al avance comunista.
Perón asumió en un contexto mundial en el que se produjo la luna de miel entre Estados Unidos y la Unión Soviética (1945-1947), pero al momento de plantear su Tercera Posición no fue bien vista ni por Estados Unidos ni por la Unión Soviética. La neutralidad en ese momento era mal vista por las potencias. En lo que respecta a la política exterior argentina, estaba muy vinculada con el desarrollo económico y con la seguridad nacional.
América Latina jugó un rol muy importante en la política exterior de Perón, porque fue vista como una carta de negociación frente al mundo. Era necesario mejorar y perfeccionar los lazos en el subcontinente para tener una mejor posición de negociación. Además Perón vio que sus pares latinoamericanos compartían su misma ideología (Vargas en el Brasil, Ibáñez en Chile), factor que contribuyó para mejorar y consolidar las relaciones con los países vecinos.
Se produjo una relación triangular entre la Argentina, Brasil y Estados Unidos. Las relaciones de la Argentina con el Brasil no se podían desarrollar de manera plena, en parte, debido a Estados Unidos. Cuando la Argentina se acercó demasiado al Brasil, Estados Unidos hizo más concesiones al Brasil. Esto provocó un alejamiento de la Argentina, tanto del Brasil como de Estados Unidos. Por otro lado, cabe mencionar que el espacio latinoamericano fue visto como un ámbito que servía para contrapesar el poder del Brasil.
El mundo de este período premió o castigó muy severamente la capacidad o competencia institucional. Para llevar adelante una política exterior autonómica como la que planteaba Perón, era imprescindible una diplomacia dinámica, un consenso interno y un proyecto político de largo plazo. Se requirió una estructura institucional sólida capaz de apoyar la política exterior de un país que, por ejemplo, pretendía modificar o introducir nuevos temas en la agenda internacional.
En este sentido, el peronismo de esta época se caracterizó por oscilaciones que ponían de manifiesto la brecha existente entre objetivos y recursos nacionales para llevarlos a cabo. La política exterior a veces fue moderada, por momentos confrontativa (por ejemplo a principios de los '50) y otras veces casi se perdió el nacionalismo (por ejemplo la petición de créditos al ExImp Bank).
Podía verse la diferencia entre el principismo radical y el pragmatismo peronista. Ser pragmático en ese contexto significaba a veces aceptar el liderazgo de Estados Unidos, a veces jugar entre la Unión Soviética y Estados Unidos (luego en la Guerra Fría), movilizarse en base de dividendos económicos, tomar decisiones en cuanto a una situación determinada sin tener en cuenta si era oportuna o no. Esto le permitió al peronismo de los '40 y '50 moverse hacia la derecha o la izquierda según fuera más conveniente (más adelante se verá que durante el segundo peronismo esto fue mucho más difícil).
Luego, durante los '50 y '60, la Revolución Cubana trajo protagonismo a América Latina, donde Estados Unidos planteó la Doctrina de la Seguridad Nacional (donde el enemigo no era más externo, sino interno) y lanzó la Alianza para el Progreso, una ayuda para que los países comenzaran reformas agrarias. Fue durante esta época en la que América Latina cobró importancia, ya que antes era vista como una zona segura frente al avance comunista y por lo tanto casi no se la tenía en cuenta en los planes de Washington.
Algunos autores proponen conceptos teóricos que sirven para analizar este primer peronismo.
Herman propone analizar la dinámica burocrática del país para entender por qué se tomaron determinadas decisiones.
Byman plantea recurrir a los «wisemen», los hombres inteligentes, que son los que mandan y los que llevan adelante determinadas políticas y no otras.
Zakaria analiza las percepciones y preferencias de las élites políticas y económicas.
Huntington, en su modelo de una hegemonía y dos poderes, ve que el primero, siempre es competidor, por lo que el segundo debe tener la capacidad de plegarse al hegemón (Brasil en el '40, era el segundo, y lo que hizo fue acercarse a Estados Unidos).
Skidmore utiliza el concepto de resistencia: continuar asumiendo nueva obligaciones y creer que los recursos mágicamente continúan apareciendo; esto es característico de un Estado que ha sido usurpado por intereses privados.
Por último, Mastanduno observa al poder como recursos más riqueza y afirma que cuando disminuyan los recursos es necesario movilizar internamente al país para aumentarlos nuevamente.
El primer peronismo empezó siendo más neutralista que neutral (en términos de Wolfers), pero fue languideciéndose su posición a medida que transcurría el tiempo. Puig utiliza el concepto de autonomía heterodoxa, que por un lado significa acercarse a Estados Unidos, pero por otro aumentar el poder a nivel regional.
Con respecto al segundo peronismo durante los '70, constituyó un período en el que aumentó la dependencia argentina. Se produjo un incremento importante de la deuda externa y se dio una crisis interna por la existencia de distintas facciones. Además hubo un acercamiento a regiones como Asia y Africa.
El gobierno de Cámpora fue el último en llevar adelante una política exterior nacionalista y autónoma. Su subsecretario de Relaciones Exteriores Puig apoyó la estrategia de unirse a América Latina y al Tercer Mundo.
En la transición de Cámpora a Perón se vio el paso de una política de acercamiento a Estados Unidos y a organismos internacionales (como el FMI o el BM), para luego expandir los mercados a Cuba y al bloque oriental.
Con la muerte de Perón, Isabel Martínez (con su asesor López Rega) puso fin a la autonomía y practicó una política exterior totalmente dependiente de Estados Unidos.
En 1976 se produjo el golpe de Estado del general Videla, que pretendía restituir a la Argentina su posición en el mundo, pero no lo logró debido al desorden interior de las Fuerzas Armadas y al desorden diplomático.
Por otro lado, existía en el mundo la percepción de que se estaba frente a la caída de la hegemonía de Estados Unidos por cuatro factores: primero, se rompió el consenso bipartidista en política exterior y se terminó el relativo acople del Legislativo a las iniciativas del Ejecutivo. Segundo, la economía de Estados Unidos comenzó a frenarse por problemas fiscales, aumentó el desempleo y la posibilidad de inflación; además surgió la Comunidad Europea con altas tasas de crecimiento, Japón en Asia, y el Movimiento de Países No Alineados. Tercero, la Unión Soviética ya no era tan mal vista luego de Stalin (en el '50 alcanzó militarmente a Estados Unidos y en los '70 demostró tasas de crecimiento económico bastante buenas). Cuarto, la guerra de Vietnam como prueba de que los recursos materiales no pudieron materializarse en una resolución favorable del conflicto.
Se produjo la «Detente» a nivel mundial, donde Estados Unidos y la Unión Soviética convivieron de manera pacífica. Se firmaron tratados y acuerdos en cuestiones comerciales y de armamento; y además se dio el auge del Movimiento de Países No Alineados (que no se correspondía con la realidad latinoamericana porque perseguían causas nacionales y movimientos por la independencia, por ejemplo).
Este segundo peronismo de los años '70 produjo una diversificación en términos políticos y económicos. Mientras que en política se abrieron las barreras diplomáticas con los países de Europa central y Cuba, en el campo económico hubo una búsqueda de nuevos mercados.
La Argentina no pudo aprovechar esta oportunidad que otorgaba la situación internacional, porque esta nueva realidad exigía una economía abierta y estable, diferente de la de la Argentina de la época. Asimismo, aparecieron contingencias internas como el golpe militar del '76, sumado al desorden político y la crisis económica interna, que no permitieron que el país hiciera usufructo de los nichos que otorgaba el sistema internacional.
Mientras que durante el primer peronismo no se tuvo una estructura institucional que permitiera y soportara una política exterior autonómica como la que llevó Perón durante los '50 y '60, fue la falta de una economía abierta y estable el principal impedimento del segundo peronismo de los '70 para hacer usufructo de las oportunidades que otorgaba el sistema internacional.
Finalmente, observando al peronismo (la figura de Perón en la política exterior argentina) como un solo período, puede decirse que se pasó de una política exterior absolutamente autónoma a una absolutamente dependiente. Semejante cambio demuestra que es imposible tener una política exterior seria frente al mundo.
Por Mario Filadoro
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios