La presión dejó heridas
OPINIÖN
MARCELA BERDÚN mberdun@rionegro.com.ar
La puja de las últimas horas entre el intendente, Omar Goye, el gobernador, Alberto Weretilneck, y el senador nacional Miguel Pichetto dejó heridos a ambos lados de una maniobra que muchos sectores califican de “golpe institucional”. La imagen del gobernador y el senador -referente indiscutible del gobierno nacional- pidiendo el alejamiento de un intendente elegido por el pueblo de Bariloche lesionó sin lugar a dudas la calidad democrática del partido gobernante al cual pertenecen los tres. El planteo afectó la imagen positiva cosechada por Weretilneck con un año de presencia constante y ejecutiva en la ciudad y el capital acumulado por Pichetto en sus múltiples gestiones y despertó un variado arco de emociones en la opinión pública que van desde la indignación hasta el temor al aislamiento y ruptura. La situación del jefe comunal es peor y arrastra en su desgracia a la comunidad que lo votó. Su decisión de presentarse como una víctima de la interna provincial, tratando de poner a salvo su pertenencia al kirchnerismo, proyecta una sombra negra sobre el futuro de una ciudad que arrastra 15 años de crisis institucionales recurrentes. Su discurso de resistencia a “cualquier intento de golpe a la institucionalidad democrática” lo convirtió en un ícono rápidamente asimilado por los medios nacionales para denunciar el autoritarismo kirchnerista, una notoriedad que sólo puede profundizar su situación de aislamiento y soledad. En nada contribuye a este delicado escenario el inquietante silencio adoptado por el Concejo Municipal, que solo exhibió una tibia intervención cuando le pidió al intendente un claro cambio de rumbo y la constitución de un gabinete de emergencia. Ayer los concejales rehuyeron toda consulta, sin dar señal alguna de su postura frente a la clara confrontación planteada entre el pedido de alejamiento y la respuesta de resistencia. Una actitud muy distinta a la que asumió en Deliberante durante la emergencia institucional y financiera que acabó con el gobierno de Atilio Feudal en 2002. Al peligroso escenario que abre la puja institucional en marcha, se suma el riesgoso abandono que ejercen por igual provincia y municipio de la amplia franja de población en situación de vulnerabilidad, rodeada por un significativo número de vecinos que saltaron de la pobreza y la exclusión a la marginalidad. El esfuerzo realizado por los ministros de Weretilneck para fortalecer la hipótesis delictual y la intencionalidad política de los saqueos puso en evidencia el escaso conocimiento que tiene su gobierno provincial de la compleja realidad que sumerge a un tercio de la población local en la marginación, la falta de empleo y oportunidades y la convivencia cotidiana con la violencia. Hacia dónde dirigían su atención los ministros de Gobierno y Desarrollo Social el año pasado cuando un numeroso grupo de organizaciones sociales, padres, docentes y referentes religiosos denunció el incremento del narcotráfico y la circulación de armas en torno a las escuelas en tres cartas abiertas de amplia difusión. ¿Por qué no hubo respuestas contundente a las inquietantes acusaciones de connivencia de la policía y la justicia con esa situación?. Con una mirada distinta sobre ese mismo escenario, Goye decidió asimilar a los sectores marginales corriendo del trabajo conjunto a organizaciones sociales de dilatada trayectoria e incorporando en áreas clave como la dirección de la Juventud a funcionarios de grueso prontuario policial. Sobre ese polvorín institucional y social transita el minuto a minuto de una crisis con final incierto.
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