La reacción ante los falsos terroristas

Mirando al sur

A las 2:42 de la madrugada del 29 de julio, una cuenta de Twitter a nombre de un tal Hassan Abu Jaaf comenzó a postear mensajes en un árabe aparatoso. En los primeros saludó al país, avisando que había venido a cumplir con la “misión de Dios”. En los siguientes hizo referencia a cuanto lugar común existe en la retórica yihadista o atribuida a ella: las “72 vírgenes” que en el cielo esperan a los terroristas suicidas, amenazas a la Casa Blanca, el Vaticano y el papa, la expresión “Allahu Akbar” (Alá es el más grande) a modo de hashtag y una intimidación directa al presidente Mauricio Macri, arrobándolo para que no quedaran dudas.

Entre las fotos utilizadas para ilustrar los tuits de los posibles objetivos, Hassan eligió una de la fachada de la Casa Rosada, otra de la línea B del subte de Buenos Aires, otra de un local de comida rápida y una bastante mal encuadrada del shopping del Abasto. También subió una imagen del interior de un avión, otra de lo que parecía dinamita y, por último, una bandera argentina ensangrentada.

Media hora de búsqueda en Google revela el origen de las últimas fotografías. La del avión fue tomada de la cuenta personal de Twitter de una joven colombiana que hace algunos meses viajó de Bogotá a Cúcuta. La de la dinamita era en realidad de indugel, y fue extraída de una noticia sobre una redada en Cali hace seis años, en la que no se sabe si el explosivo era para las FARC o para la minería ilegal. En cuanto a la bandera, no es la de Argentina sino la de Guatemala, ondeando a media asta y con sangre simbólica, en un homenaje que en el 2010 se hizo en ese país a Facundo Cabral.

Hassan, con la intención de hacerse pasar por un “soldado” de Estado Islámico, quiso colocar el origen de la cuenta en Damasco, la capital de Siria, ignorando que EI no actúa allí. Pero además, y sin duda por distracción, se ubicó no en la región del Levante sino en Maryland, Estados Unidos, donde un pueblo llamado Damasco se erige, orgulloso, desde 1816. En cuanto a las imágenes de perfil que eligió para darse alguna identidad, ninguna pertenecía a militantes de Estado Islámico sino del Ejército Libre Sirio.

En total, Hassan Abu Jaaf escribió 22 tuits antes de que un operativo ordenado por el Ministerio de Seguridad detuviera a quienes se escondían detrás de la cuenta: dos jóvenes de 21 años sobre los que, en esta instancia, lo único que se sabe con seguridad es que no tenían noción alguna de que hacer una broma de ese tenor iba a traerles tantos problemas.

El sábado 30 de agosto por la tarde, cuando ambos habían sido detenidos a la espera de que la jueza María Servini de Cubría les tomara declaración, Patricia Bullrich dio una conferencia de prensa para comentar el caso. Ante la pregunta acerca de la línea entre una broma y una amenaza real y los criterios para evaluar una u otra, la ministra dijo: “Todo hecho intimidatorio y amenazante para nosotros no es una broma. Así que les pedimos a los jóvenes que usan mucho Twitter que lo utilicen con toda la libertad que ese medio permite. Ahora, no se intimida, no se amenaza, no se genera pánico porque ahí sí está claramente planteada la línea (…) Nosotros consideramos que hoy en el mundo las cosas que están pasando son graves y queremos darle a la población la tranquilidad de que no vamos a pasar de un perejil a una cosa grave por distraídos. Preferimos estar más atentos a que nos agarren distraídos”.

En tiempos en que los atentados perpetrados, atribuidos y alentados por Estado islámico han aumentado, y a pocos días de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, es encomiable, esperable y sin duda tranquilizador saber que el Ministerio de Seguridad de la Nación está haciendo todos sus esfuerzos para “no dejar pasar una”, como anunció en la conferencia citada. Sin embargo, algo resultó especialmente sorprendente: la cuenta de Twitter a nombre de Hassan Abu Jaaf no fue cerrada de inmediato y siguió ganando seguidores al tiempo que las noticias sobre su contenido y sus responsables se multiplicaban en los medios argentinos. Las amenazas en mal árabe contra el presidente, el papa, la Casa Blanca y el Vaticano y las fotografías propias y robadas que graficaban la intención de atentar en aviones, restaurantes y shoppings siguieron colgadas en la red social para cualquiera que quisiera verlas durante cuatro días.

La pasividad ante una cuenta que estuvo en boca de todos los medios nacionales durante el fin de semana se contradijo de manera flagrante con la tolerancia cero manifestada por el Ministerio de Seguridad ante las amenazas apócrifas. Resulta como mínimo notable que desde el gobierno no hayan solicitado a Twitter desactivar esa cuenta como primera medida. En Estados Unidos y Francia, dos de los países que más pedidos de remoción por amenazas hacen a la red social, las cuentas descubiertas duran menos de 24 horas y el operativo no se publicita.

El 1 de agosto a las 16:40, consultados por quien escribe, voceros del Ministerio de Seguridad dijeron que su labor era instrumental y que desactivar cuentas de Twitter era, suponían, tarea de la Justicia. Ante la repregunta prometieron hacer más averiguaciones y volver a comunicarse. Menos de dos horas después, la cuenta de Hassan Abu Jaaf había sido desactivada.

* Autora de “Todo lo que necesitás saber sobre terrorismo”

En cuanto a las imágenes de perfil que eligió Hassan para darse alguna identidad, ninguna pertenecía a militantes de Estado Islámico sino del Ejército Libre Sirio.

Sin embargo, algo resultó especialmente sorprendente: la cuenta de Twitter a nombre de Hassan Abu Jaaf no fue cerrada de inmediato y siguió ganando seguidores.

Datos

En cuanto a las imágenes de perfil que eligió Hassan para darse alguna identidad, ninguna pertenecía a militantes de Estado Islámico sino del Ejército Libre Sirio.
Sin embargo, algo resultó especialmente sorprendente: la cuenta de Twitter a nombre de Hassan Abu Jaaf no fue cerrada de inmediato y siguió ganando seguidores.

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