La Reina de la gente

Alicia, la primera piloto argentina en el Dakar, revolucionó a los aficionados que siguieron la travesía. Un increíble apoyo para la Negra, que es parte de la historia.

No importó el cansancio físico ni mental, tampoco las pocas horas que durmió en los últimos días. Pasó su Toyota por la rampa, recibió la medalla, la apretó con fuerza y la beso. Alicia Reina estaba en Valparaíso, después de cumplir con la misión Dakar, su primera experiencia en la legendaria prueba, donde se convirtió en la primera argentina que la encaró como piloto. Las lágrimas eran de emoción, de una mezcla de sensaciones encontradas. La Negra hizo historia, respaldado por miles de seguidores a través de las redes sociales que hasta la largada de la travesía tal vez ni la conocían. La presencia de la piloto de Catriel y 25 de Mayo tiró por tierra con muchos mitos, por caso con que sólo la gente de plata puede dedicarse al automovilismo o participar en una prueba extrema como es el mítico Dakar. Alicia hizo historia al salir de la rampa de Rosario. Junto a su marido Adrián Farroni hicieron todo a pulmón, y junto a su grupo de gente disfruta del desafío cumplido. Reina participó con una Toyota SRV apodada La Ñata, porque el equipo le modificó la trompa. Antes del Dakar, su experiencia en el rally raid eran las pruebas del Argentino de cross country, con un podio en el Desafío Ruta 40. Su número, el 444, fue claramente reconocido en los tramos que el Dakar. Más de una vez, aseguró que no puedo “más que emocionarse por esa demostración de afecto”. Si tendrá historias para contar La Negra, como la conocen desde su infancia en la Comarca. Cuando la caravana llegó a Salta, donde hubo un descanso reparador, reconoció que “estoy cansada, pero no pienso aflojar”. En Salta, en 2008, también hizo historia, al convertirse en la primera mujer en obtener una victoria en el Rally Argentino, en esa época en el Grupo N-2. Su familia tiene un corralón en Catriel y una sucursal en la ciudad 25 de Mayo. “Es como un gran almacén ferretero”, cuenta Chingolo, quien disfruta como Alicia de esta misión cumplida. También sus hijas Florencia y Carla, siempre incondicionales. Participar del Dakar, con uno de los más bajos presupuestos, les insumió un millón de pesos. Les costó llegar a esa cifra, de la cual 450.000 fue por inscripción. Para comprar la camioneta vendieron una nueva y una más pequeña para manejarse. Golpearon puertas para conseguir apoyo, “la de amigos que nos dieron una mano”, y la gubernamental que no aportó recursos. Invirtieron en una camioneta Amarok 0 kilómetro y la sortearon, vendiendo mil números a mil pesos. Con la diferencia que hicieron, con los apoyos publicitarios, un festival y un último apoyo “que apareció de la nada porque les gustó el proyecto”, de la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), se largaron a la aventura, con Dante Pelayo como navegante y dos mecánicos del RC Competición, de Córdoba. Alicia, quien siempre se encargó de cuidar su imagen, a pesar de las pocas horas de sueño y más de 160 arriba de la camioneta, cuenta que “es un mundo increíble el Dakar. No sé si llama mucho la atención que participe una mujer argentina, pero sí me escribe un montón de gente, no puedo creerlo”. ¿Qué fue lo más difícil? – La décima etapa, llegamos con lo justo, con la camioneta fallando. Mientras preparamos todo, el equipo trabajo contrareloj. Llegó el momento de irnos y la Toyota no arrancaba. Minutos antes de que no me dejaran largar al pasarse del tiempo establecido, la camioneta decidió no dejarnos tirados. ¿Después siguieron las penurias? – Sí. En el medio del desierto de Atacama. La Ñata tuvo problemas con la bomba de combustible. Fueron horas y horas de trabajo bajo la luz de la luna, hasta que logramos seguir. Llegamos a las 8.30 al campamento de El Salvador. ¿De dormir ni hablar? – Dormíamos lo que podíamos, pero era tan grande la responsabilidad que temíamos con Dante que nos olvidábamos del cansancio. Había que seguir. Lejos estuvieron de terminar las peripecias. En la penúltima etapa los problemas continuaron en su camioneta, por eso optaron por comenzar la especial para cumplir el horario previsto y detenerse a los pocos kilómetros para intentar solucionar el inconveniente. Después todo fue acción para completar los 350 kilómetros de especial, en la que debieron atravesar más dunas y terminar cerca de Copiapó. En las primeras horas del sábado, Alicia y Dante completaron esta etapa y enseguida nomás encararon la última, que por suerte, los trató mejor y les permitió disfrutar con su gente. Alicia descubrió lo que es el Dakar, ya es parte de su historia. Sabe lo que es transitar el desierto más árido del mundo, conoce el traicionero fesh-fesh, en Argentina denominado guadal, el polvo que impedía la visión al largar tan desde atrás. A pesar de tantos contratiempos, nunca bajaron la guardia y como premio se bañaron con la gloria de llegar al final de la aventura.


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