La reina del aire
La irrupción de figuras femeninas en el deporte internacional es un bálsamo que se agradece. Una frase ocurrente en el tedioso monólogo masculino. Es que la mujer agrega al espectáculo un toque de gracia y de seducción que el hombre, por fortuna, jamás ha de brindar. No se trata sólo de una cuestión estética, una deportista convencida de lo quiere es sinónimo de entrega incondicional. Por eso cuando el martes 13 pasado, en el estadio Luzhnikí de Moscú, Yelena Isinbayeva se retiró del atletismo (igual, dejó la puerta abierta para un retorno), con un salto de Oro de 4,89 metros, muchos comenzaron a extrañarla. Sus 1,74 metros de altura y sus 65 kilogramos de peso, además de su inusual elegancia, pronto la convirtieron en una atleta con dotes excepcionales para la pértiga. Una especialidad sumamente antinatural que precisa de inusual riqueza técnica para orientarse y mantener el equilibrio en pleno vuelo vertical. Uno de los secretos de Yelena fue haber practicado gimnasia desde niña, disciplina que tuvo que abandonar a los 14 años por su altura. Ya a esa edad, en su natal Volgogrado, dijo a su madre: “Voy a ser la mejor del mundo. Voy a ser campeona olímpica”. La rusa ha hecho del salto en garrocha un auténtico espectáculo gracias a sus constantes récords y a sus peculiares tácticas: el primer salto servía de calentamiento, el segundo para buscar la victoria y el tercero para intentar el récord. Para la altura inicial escogía la pértiga rosa, para ganar la azul y para la marca, la dorada. El salto en garrocha recién tuvo reconocimiento olímpico en los Juegos de Sydney 2000. En Atenas 2004 Isinbayeva fue protagonista de uno de los momentos más emocionantes que el atletismo recuerde. Fue cuando peleó la presea dorada palmo a palmo con su eterna adversaria Svetlana Feofanova. Las dos atletas saltaron sin problemas los 4,65 metros. Sin embargo, Isinbayeva falló en los 4,70 y en los 4,75. Su rival superó tales marcas. Yelena entonces volvió a pedir que se elevara el listón hasta los 4,80 y en ese momento crítico no falló. Luego su contrincante no pudo igualarla y allí Isinbayeva subió el listón a los 4,91, altura que también sobrepasó convirtiéndose en plusmarquista mundial y por primera vez en campeona olímpica. En Helsinki 2005, bajo las órdenes de Vasili Petrov, redobló la apuesta con su decimoctavo récord del mundo de 5,01 metros. Todavía faltaban dos récords mundiales por llegar, superando esa cifra: los Juegos de Pekín 2008 con 5,05 y el Meeting de Zurich 2009 con el actual récord mundial de 5,06 metros. La zarina ha batido así la plusmarca mundial de salto con pértiga femenina en un total de 28 ocasiones, 15 al aire libre y 13 en pista cubierta. Isinbayeva creció saboreando las mieles del éxito, acercándose así al mundo de la tevé y de la moda. No por ello ha dejado de preocuparse por jóvenes valores como lo ha comentado en más de una oportunidad nuestro lanzador Brian Toledo. Isinbayeva se ha sentido invencible, pero también ha mordido el polvo. Tuvo años de sombras entre el 2010 y el 2011 y en Londres 2012 quedó tercera con 4,70 metros detrás de la norteamericana Jennifer Suhr y la cubana Yarisley Silva. La amplia sonrisa, los profundos ojos azules y la gracilidad de la zarina para volar se han despedido para siempre del atletismo. En sus últimas declaraciones tuvo que aclarar no haber tenido intención de discriminar a los gay, cuando adujo que quien va a otro país debe respetar sus normas –en relación a un ley antigay vigente en Rusia desde junio pasado–. Así, con 31 años, colgó sus zapatillas a mejor pertiguista de la historia. Una mujer particularmente convocante. Yelena Isinbayeva, la reina del aire. (*) Abogado. Prof. nacional de Educación Física. marceloangriman@ciudad.com.ar
Comentarios