La relatividad en el arte de la danza

Londres (DPA) – La Teoría de la Relatividad de Einstein es considerada tan difícil que al astrónomo Sir Arthur Eddington le preguntaron en una ocasión si era cierto que sólo tres personas en el mundo la entendían. Tras una breve pausa, respondió: «Estoy pensando en quién es el tercero».

La compañía inglesa de danza Rambert lo intentó ahora de otra manera y convirtió la Teoría en el ballet «Constant Speed», con ocasión de la celebración en todo el mundo del Año Einstein. La noche del martes se celebró el estreno en Londres.

El público disfrutó mucho, pero al final seguía sin comprender la famosa teoría.

Rambert, fundada en 1926, es la compañía de danza más antigua de Gran Bretaña. Se hizo conocida en los años 90 con el director artístico Christopher Bruce.

Su sucesor, Mark Baldwin, también consiguió cierto renombre, pero algunos críticos consideran que no sabe bien hacia dónde se dirige artísticamente. Otros dicen que lo que ocurre es que es demasiado multifacético como para atarse a una sola línea.

La representación despertó las más diversas sensaciones. En el teatro Sadler's Wells, en el barrio de Islington, no sólo se presentó la pieza sobre Einstein bajo el título «Constant Speed», sino también otras obras. La primera fue una sátira sobre la historia de la mitología griega en la que Hera, Atenea y Afrodita compiten delante de Paris por ver quién es la más bella, un tema de muchos ballets.

Pero en la versión de Anthony Tudor de los años 30 las tres diosas son prostitutas veteranas, que se disputan el favor de un cliente borracho de un bar.

Más opresivas fueron en cambio fueron las «Canciones para los niños muertos» de Gustav Mahler sobre textos de Friedrich Rueckert.

También fueron compuestas en el año en que Einstein presentó la mayoría de sus teorías, 1905. Una comunidad se ve afectada por una tragedia terrible, que mata a todos los niños. Gracias a su sencillez, la danza cobra gran fuerza, apoyada en el canto del barítono Ashley Hollands.

La velocidad

 

Y finalmente, Einstein. Baldwin, asesorado por profesores de física, aprovecha que tanto en la Teoría de la Relatividad como en la danza se trata de energía, espacio, tiempo y velocidad.

Esto puede sonar disparatado, pero el resultado es una delicia. Los veinte bailarines están ataviados en trajes brillantes, cada uno de otro color, y se unen en diferentes figuras, como un prisma, que se modifica constantemente.

Como moléculas hiperactivas, se mueven sobre el escenario para luego congelarse, mientras la orquesta toca melodías del rey de la opereta, Franz Lehár, que el violinista aficionado Einstein ya escuchaba en su «año maravilloso».


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