La religión del poder

Es la tercera vez que el sobischismo trata de apantallar con el aparato y no le sale del todo bien. Le ocurrió con las elecciones de CALF, en las que obtuvo un triunfo tan estrecho que lo dejó con un sabor amargo. Le pasó con los comicios en el ISSN, en los que se empeñó para derrotar a la lista gremial y perdió; y ahora último, le sucedió con la visita presidencial, en la que puso todo para demostrar su dominio callejero, pero no le alcanzó. Los kirchneristas llevaron un grupo si no tan numeroso, de seguro más contundente y activo, que copó la parada con sus pancartas, sus cánticos y también sus insultos al mandamás provincial. Para colmo de males, el presidente cautivó con su discurso y su presencia informal y desgarbada a las propias bases del MPN, que lo aplaudieron a rabiar y se desvivieron por tocarlo cuando se bajó del palco.

No se trata solamente de que les guste el discurso del líder nacional, más afín al libreto histórico del partido provincial dejado de lado en la era Sobisch. Es también por el magnetismo del poder, que decididamente pierde a militantes, punteros y dirigentes del partido que fundaron los Sapag.

Si algo ha enseñado el MPN a su gente, más aun en el posmodernismo silvestre que encarna su líder actual, es que la única religión que vale la pena es la del poder. Y está claro que Kirchner tiene más poder que Sobisch. Por eso, y porque nadie en ese partido pierde el sueño por cosas tan poco tangibles como la ideología o los principios, muchos pueden votar por Sobisch, pero también por Kirchner. Gente con tanto poder no puede estar equivocada, aunque diga lo opuesto.

Para desgracia del gobernador, que se hace los rulos con llegar a la Rosada en el 2007 compitiendo con el presidente actual, Kirchner, como lo atestiguan todas las encuestas, no sólo mide bien en todo el país sino que tiene en Neuquén una imagen demasiado sólida para hacerle mella.

Sin embargo, aunque cualquier balance diría que Kirchner se puso a las bases del MPN en el bolsillo, no se puede dejar de observar que con su visita el presidente le dio a Sobisch la oportunidad de medirse con él ante los ojos de todo el país.

Así lo entendieron algunos medios, acaso deseosos de encontrar una figura de derecha capaz de competir con el presidente, que cedieron a la tentación de presentar la visita a San Martín como una pulseada entre pares. Pero todo el mundo sabe que Sobisch, por ahora empeñado apenas en hacerse conocer, está lejos de tamaño alarde.

¿Por qué, con todo, Kirchner se prestó a un juego semejante, en una provincia cuyo peso no puede modificar mínimamente la relación de fuerzas en el concierto nacional?

La respuesta tal vez la tenga Oscar Parrilli, quien luego de dos años de silencio político en la provincia desembarcó ayer para largar el frente kirchnerista y disparó contra Sobisch.

De que éste es un año electoral no hay ninguna duda. Así parece entenderlo en primer lugar el propio presidente, que sin perjuicio de seguir respaldándose en el PJ, comenzó a enhebrar en todo el país su propio movimiento. El apoyo a Arriaga en Río Negro, como candidato de la alianza PJ-Encuentro, es un ejemplo. No tiene por qué ser muy diferente en Neuquén.

Aunque el titular del PJ neuquino, Gabriel Romero, haya salido a cruzarlo, es un dato de la realidad que desde el gobierno nacional se plantean hablar con Quiroga.

El intendente, otro devoto de la religión del poder, quiere ser gobernador en el 2007 y Kirchner quiere ganar las legislativas de este año para contar con un ejército disciplinado en Diputados y consolidar su proyecto político en todo el país.

Para Quiroga el panorama electoral de este año no es del todo alentador. Además de las elecciones de convencionales y de diputados nacionales, deberá enfrentar las de renovación parcial del Deliberante. Todo con un partido, la UCR, devastado por los fracasos y sin el aliciente que podría significar para la gente su propia figura en una elección donde estuviera en juego la gestión municipal, su principal capital político.

En la Casa Rosada piensan que un buen comienzo sería que Quiroga convocara las elecciones municipales para el 23 de octubre, la misma fecha que fijó Nación para las legislativas, y la establecida para elegir convencionales. Se entusiasman pensando que pueden ganar con la fusta bajo el brazo, alineados tras la locomotora de la gestión presidencial.

Esto se conecta con el proyecto de los «sublemas», el que prevé que Alternativa Neuquina lleve una lista común de diputados, los de Kirchner, y cada sector afín dentro de ese agrupamiento una nómina propia de convencionales y concejales.

Cerca del intendente aseguran que, «si lo pide el presidente», la fecha de las elecciones municipales es negociable. Si en esa relación hay algo más, sólo el tiempo lo podrá decir.

Por lo pronto, sólo Quiroga y Jorge Sapag mueven la aguja de las encuestas. Pero ni el intendente podría ganar hoy sin Kirchner, ni el ex vicegobernador podría en la actualidad imponerse en la interna del MPN sin transar con Sobisch. Pero la política es dinámica, y no está escrito que ese panorama vaya a seguir igual en el próximo año y medio. De hecho, Sapag salió esta semana a aclarar que no hará acuerdos de cúpula.

Es difícil imaginar a Sobisch en el sillón de Rivadavia. Antes bien, es posible que se vaya desgastando mientras su antiguo socio recorre el camino inverso. La popularidad de Sapag en el MPN crece con los días.

El MPN cuenta con un aval implícito de la sociedad para reciclarse. Después de todo, mientras haya petróleo y garantía de progreso, sólo hay que cambiar lo mínimo para que todo siga igual. Es que Sobisch tiene un estilo confrontativo que pone en vilo a su propia gente. Sapag, por el contrario, insinúa un reposo que todos parecen estar esperando.

Antes de irse de vacaciones Sobisch dejó plantada, como si se tratara de una bomba, su nueva ley de ministerios. Además de facilitar un gabinete de campaña, es un instrumento para recortar el poder de todos los que a su lado aspiran a sucederlo.

El gobernador quiere tener las riendas hasta el último minuto y además ser árbitro. Pero salvo en el caso de Sapag, que libra la batalla desde afuera, eso no contribuye a granjearle simpatías entre los suyos.

Héctor Mauriño

vasco@rionegro.com.ar


Es la tercera vez que el sobischismo trata de apantallar con el aparato y no le sale del todo bien. Le ocurrió con las elecciones de CALF, en las que obtuvo un triunfo tan estrecho que lo dejó con un sabor amargo. Le pasó con los comicios en el ISSN, en los que se empeñó para derrotar a la lista gremial y perdió; y ahora último, le sucedió con la visita presidencial, en la que puso todo para demostrar su dominio callejero, pero no le alcanzó. Los kirchneristas llevaron un grupo si no tan numeroso, de seguro más contundente y activo, que copó la parada con sus pancartas, sus cánticos y también sus insultos al mandamás provincial. Para colmo de males, el presidente cautivó con su discurso y su presencia informal y desgarbada a las propias bases del MPN, que lo aplaudieron a rabiar y se desvivieron por tocarlo cuando se bajó del palco.

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