La rueda vuelve a girar

Gerardo Bilardo gbilardo@rionegro.com.ar

Justo cuando el gobierno de Jorge Sobisch estaba ingresando a la parte más delgada del embudo, aparecieron las Lecop y las promesas de obtener un refinanciamiento de las deudas con los bancos a una tasa del 7%.

Apenas se firmó el acuerdo con Nación, aquí hubo modestas señales de alivio. El gobernador largó en primera fila en defensa del plan, pero en la intimidad las autoridades saben que la tormenta no pasó y el futuro a corto plazo sigue siendo incierto.

En la reservada reunión que mantuvo esta semana Alfredo Pujante con los diputados de todos los bloques, el ministro de Hacienda confesó que aún no sabe cómo cerrar el presupuesto del 2002. El responsable de las finanzas provinciales imagina un escenario con 40 millones menos de coparticipación, producto del recorte del 13% para garantizar el plan de déficit cero, y una reducción de 60 millones en los ingresos de regalías. El contrapeso estará dado en una menor presión en la carga de los vencimientos de los créditos, siempre que el gobierno nacional logre negociar con los bancos privados la tasa prometida de un dígito.

Sobisch dice que ahora hay previsibilidad, defiende las Lecop -Letras de cancelación de obligaciones provinciales- y cree que si el gobierno nacional no falla en este intento, culminará su mandato sin sobresaltos, un objetivo irrenunciable para un hombre que mantiene intacto su apetito por el poder.

En medio de los presagios de buenos augurios que se alimentan en el microclima que se respira en los despachos oficiales, igualmente resulta difícil imaginar un tránsito hacia el 2003 sin turbulencias.

El gobierno está por definir medidas que afectarán el bolsillo de los empleados públicos y si no consigue cambiar una buena cantidad de Lecop por pesos que ofrece su aliado estratégico, Repsol YPF, agregará un nuevo motivo para la discordia a los fácilmente irritables sindicalistas de los gremios estatales que ya anunciaron que rechazan el pago de sueldos en bonos.

El horóscopo elaborado por la oposición no favorece al oficialismo. Tanto la Alianza como el peronismo colocan a Sobisch en el rol de piloto de una fuerte tormenta y confían en la tradición de un partido que ha cosechado éxitos desde el gobierno de la forma más segura: con dinero en el bolsillo.

Con el objetivo de disputarle el poder al MPN, una semilla comenzó a germinar mirando las elecciones del 2003. Todavía no es posible medir su proyección, pero lo increíble en medio de la frágil Argentina, es que la tarea comenzó aun cuando algunos de sus protagonistas todavía no asumieron las funciones en los cargos para los que fueron elegidos en las últimas elecciones.

El motor de este proyecto lo encendió el peronismo neuquino, que de su devaluada performance obtenida en 1999 saltó en octubre al segundo lugar y arañó al puntero. Sin embargo, no parece haber motivos para el exitismo. El resultado en las urnas se explica en ambos casos -PJ y MPN- por una Alianza hundida en la profundidad de un pozo y en el fuerte mensaje de la mitad del electorado que protagonizó un fenomenal desplante a los políticos con alto ausentismo, voto en blanco y anulación premeditada del voto. El corte de mangas se traduce en que cerca de la mitad de los ciudadanos no eligió candidato, una realidad que la dirigencia todavía no absorbió.

El peronismo, que puso en carrera para la gobernación al electo senador Sergio Gallia no bien se conocieron los resultados de la última elección, comenzó a hablar del 2003 con la Alianza, con dirigentes de gremios estatales y lo piensa hacer en el futuro con partidos tan alejados de la filosofía pragmática que moviliza al justicialismo como Argentinos por una República de Iguales (ARI) y el Polo Social.

«Para ganarle al MPN apostamos fuerte», confesó esta semana una fuente del justicialismo neuquino que reveló intimidades de una estrategia que está en marcha.

Los peronistas están dispuestos, por ejemplo, a respetar el nicho de poder de la Alianza en la ciudad de Neuquén y alientan al radical Horacio Quiroga y al frepasista Oscar Massei a consolidar posiciones en la capital. El esquema se puede repetir en otras ciudades donde cada uno conservaría lo que tiene, mientras que en los lugares donde manda el MPN los conflictos se resolverían de un modo aún no definido.

Como la palabra alianza no goza de prestigio, hay resistencia a hablar de megaalianza, superalianza y otras definiciones por el estilo. Por el momento, éste es un proyecto sin nombre que arde con fuerza en la cabeza de algunos peronistas que se atreven a hablar de un proyecto de «centroizquierda».

Resulta sorprendente observar la temprana voracidad de dirigentes que están preocupados por la próxima cacería que se desatará en la impiadosa jungla política. La mayoría de la gente no tiene tiempo para pensar en el 2003, sencillamente porque cuenta el día a día, duerme con angustia, se defiende como puede y comienza cada jornada con la incertidumbre de un país que anda a los tumbos.


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