LA SEMANA EN BARILOCHE: Frío y caliente

Cuando sólo restan siete días para la elección de convencionales que abrirá la puerta al rediseño de la Carta Orgánica, el debate previo no termina de romper con la consolidada frialdad de un electorado remiso a subirse a cualquier tren.

La oportunidad de definir el rumbo de Bariloche para los próximos 20 años debería habilitar una verdadera discusión de ideas, desgajada de las rigideces partidarias. Pero los escarceos previos están signados por la sobreabundancia de palabras. Y se pierden en esa maraña los contados intentos de instalar temas clave y de indudable interés público como son el libre acceso a las costas, los mecanismos de sanción para los funcionarios, el control de los megaemprendimientos que degradan con el medio ambiente o una fórmula eficiente para redistribuir el ingreso.

Quien se proponga identificar los ejes orientadores de la reforma que se viene tal vez termine agrupando todas las propuestas en dos grandes rubros: la necesidad imperiosa de una planificación seria (hoy inexistente). Y en paralelo, la solución de otro gran déficit que es el control de gestión.

Un agregado omnipresente que todos reconocen es la reivindicación de la autonomía municipal. La mayoría de los candidatos se ven en dificultades cuando deben precisar cómo piensan mejorarla desde el texto de la COM. Pero están seguros de que apelar al sentimiento barilochense suma puntos. Aun así esa bandera no parece tener una gran hinchada, ya que son muchos los indicios de que al vecino lo frustra más la ineptitud de los funcionarios que cualquier avasallamiento a la individualidad de Bariloche. Con todo, están dadas las condiciones para conseguir un verdadero salto de calidad en la carta de la ciudad. Y un resultado así no verá la luz si la mayoría permanece al margen. Al menos hoy no parece que los partidos (tampoco el gobierno municipal) estén dedicados sinceramente a entusiasmar a la gente con el desafío que se viene.

Los máximos actores de la competencia electoral parecen más interesados en obtener la bendición presidencial para sus listas de postulantes (o acreditarse el mejor lugar en la grilla para las elecciones de 2007) que en desarrollar un trabajo de base para comprometer al vecino y lograr una Carta Orgánica verdaderamente de todos. Si el cometido de actualizar la COM es entendido por muchos como «una refundación», cuesta darles crédito cuando no hace mucho se mostraban dispuestos a posponer la refundación un par de años. En ese contexto, no debe sorprender que cueste tanto desbaratar la cultura política de la prescindencia, que según algunos agoreros desinflará el número de votantes hasta llevarlo por debajo del 60 por ciento.

Para romper con esa ajenidad convendría encontrar la fórmula capaz de convencer a la gente de que los gobiernos por venir se corresponderán con los bonitos enunciados de la Convención.

Un emergente social nuevo y reconocido por todos es el de los grupos de interés sectoriales que suelen presentarse como «vecinos autoconvocados» ante la violación de algún derecho. Pero al igual que la luna, ese fenómeno tiene su lado oscuro.

¿No hay en Bariloche grupos de presión que pretenden reglamentaciones de construcción menos estrictas o que se libere la tala de árboles nativos? ¿Vecinos que propongan más loteos en el Oeste, la proliferación de barrios privados o que reclamen el permiso para cercar costas y evitar intrusos? ¿Ciudadanos que reivindiquen las moratorias eternas para los que nunca pagan?

Sí, los hay, pero no son visibles porque sacar sus planteos a la luz del día es políticamente inaceptable. Por eso prefieren esperar para actuar entre las sombras, bajo la consigna de que la ley escrita es papel mojado y que «todo se puede arreglar».

Mala perspectiva tendrá la ciudad si los convencionales no asumen la prioridad de romper con esa lógica.

 

DANIEL MARZAL

dmarzal@rionegro.com.ar

 


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