LA SEMANA EN SAN MARTIN DE LOS ANDES: Confidencias

En la intimidad de un café sanmartinense, cuando la carrera por la gobernación ni siquiera tenía fecha de lanzamiento y Jorge Sobisch parecía no tener fecha de vencimiento, otro Jorge, pero Sapag, le dijo al interlocutor: «cuando sea gobierno, voy a empezar por hacer cambios muy profundos en la educación de esta provincia».

Casi tres años después, en la casualidad de un salón de hotel, donde intentaba encontrarle la pata a la sota de la negociación con los mapuches por las tierras de Chapelco, un ministro de Gobierno, que también lo es de Educación, dejaba el recinto para descansar de tan complicado parlamento.

Bajo la llovizna cordillerana, el ministro del ahora gobernador Sapag se cruzó con aquel mismo interlocutor, de profesión periodista. La charla discurrió sobre asuntos de estricta competencia de la cartera de Gobierno, para los que el ministro tuvo respuestas claras. Pero cuando el interlocutor le preguntó por las tribulaciones del anexo de la EPET 12, signos de pregunta parecieron dibujarse en el rostro del hombre que -como se ha dicho- también es el jefe de la cartera educativa.

Con sinceridad poco común en la cenagosa arena de la política, admitió no tener idea del asunto. Así, el interlocutor se reconvirtió en improvisado informante, y le contó que la EPET 12 es el único colegio técnico de San Martín de los Andes, y está desbordado de alumnos y turnos. La comunidad educativa, después de años de pedir respuestas, logró que el nuevo gobierno, a través del Consejo Provincial de Educación, creara un anexo que será la avanzada de la futura EPET 21. Se designaron docentes y comenzó a funcionar con una veintena de alumnos de primer año.

A falta de espacio, se instaló el anexo en un otrora salón de fiestas (a la vuelta de la esquina de la EPET 12), por el que la provincia paga unos 9.000 pesos mensuales de alquiler. Pero el caso es que las autoridades crearon el anexo y se olvidaron de que una escuela técnica necesita talleres para las clases prácticas. Pasaron los meses y ni noticias del equipamiento para los talleres (tecnoperfiles, tecnochapa, tecnomadera, electricidad y autocad).

«¿Cuánto se necesita?», dijo el ministro. Los padres manejan un presupuesto de 8.000 pesos para echar a andar los talleres con lo indispensable, dijo el interlocutor.

«¡Válgame… 8.000 pesos! Mire, todo el mundo sabe lo estrecho que está el gobierno, pero 8.000 es una cifra irrisoria, teniendo en cuenta el destino», dijo el ministro, poco más o menos.

«Llámeme el lunes…», dijo. Y el lunes, el interlocutor llamó y el ministro no atendió. Pero atendió una secretaria amabilísima, que por orden del ministro se ocuparía del caso. Hubo que explicarle todo el cuento, una vez más.

Ya pasaron varias semanas de aquella charla. El jueves, los padres hicieron un abrazo simbólico del local, que fue salón de baile y ahora es un anexo de escuela técnica sin talleres. Demasiado confuso, habrán pensado en el ministerio y el Consejo de Educación, metidos en otras urgencias. Quizá por eso, hay 20 alumnos y 20 familias que se sienten abandonados.

Pero, para ser justos, Jorge Sapag aún no completa su primer año, así que tiene crédito abierto para hacer esos «profundos cambios» en educación. Ojalá que no sean de esos cambios que se prometen sólo en las charlas de café…

 

FERNANDO BRAVO

rionegro@smandes.com.ar


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