LA SEMANA EN SAN MARTÍN DE LOS ANDES: Flojito de papeles

A menos de un mes del inicio de la temporada en cerro Chapelco, retornan ciertos fantasmas, que no por conocidos dejan de ser menos inquietantes.

En 1998, Nieves del Chapelco asumió la conducción del principal centro de esquí de la provincia. Lo hizo con un capital irrisorio pero con garantías sobre inmuebles a satisfacción.

A poco de andar, la familia Capozzolo pagó deudas de arrastre y le alcanzó para comprender la imposibilidad de afrontar el grueso de las inversiones que demandaba la concesión. Logró diferir desembolsos con la inestimable «ayuda» de la debacle del país, con la que justificada cada aplazamiento.

El cerro languidecía.

La empresa incumplía y la provincia, como poder concedente, hacía otro tanto. Entre otras cosas, el estado neuquino nunca definió los límites espaciales de la concesión, en lo que tenía mucho que ver -es cierto- la demanda mapuche sobre sus lotes en Chapelco. Como fuere, la provincia evitaba acotar las tierras prometidas en el contrato, para un desarrollo inmobiliario a favor del concesionario.

A esa altura y para renovar la concesión a la espera de las jugosas parcelas, los Capozzolo debían hacerse de un socio que pusiera un millonada para adquirir un sistema de innivado y una silla cuádruple desembragable.

En el 2006 apareció Eidico SA, una firma que ya tenía emprendimientos en la zona. Eidico debía buscar un inversor y proyectar el negocio de bienes raíces.

Así llegó Inversora Lolog SA, en cabeza de Juan Adrogué, un empresario papelero -entre otros negocios de su propiedad- que tenía a su vez una rara condición para estas épocas de capitalistas sin terruño ni bandera.

Adrogué amaba a San Martín de los Andes y a cerro Chapelco, al que llegó por vez primera en 1975.

Adrogué se quedó con casi la totalidad del paquete de Nieves, desplazó a Eidico -surgieron diferencias sobre métodos de trabajo- y puso manos a la obra: poner lo requerido en la minuta del 2005, en la que la provincia había fijado las inversiones si se aspiraba a renovar el vínculo por 25 años.

La frutilla de ese postre sería, cumplidas las exigencias, la delimitación de una porción del cerro (50 hectáreas) para emprender desarrollos hoteleros e inmobiliarios, futura y principal fuente de ingresos para el concesionario.

Desde el 2007, la nueva Nieves lleva invertidos más de 30 millones de pesos, lo que la pone por encima de lo que demandaba la minuta. Desde luego, Adrogué no las tiene todas consigo. Más de una vez hubo (¿sigue habiendo?) malestar entre el personal remanente de Nieves, por cierto «destrato». Luego, la relación con algún subconcesionario acabó en pésimos términos y con promesas de llevar las disputas a tribunales.

Pero no puede objetarse que Nieves cumplió lo exigido. Resulta que en la montaña hay ahora un empresario que pone dinero (algo que no ocurría desde hacía más de una década), pero el gobierno provincial sigue sin terminar de redefinir el contrato y, si correspondiere, la extensión de la concesión.

Si hay algo perturbador detrás de Inversora Lolog y Adrogué, que impida o desaconseje la renovación a Nieves, la provincia debería explicitarlo.

Pero han pasado dos años y van para tres temporadas de una situación irregular, que podría terminar en un juicio millonario por incumplimientos del estado neuquino. No se puede estar siempre «flojito de papeles».

 

FERNANDO BRAVO

rionegro@smandes.com.ar


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