La senda mágica

El trekking para unir los lagos Moquehue y Ñorquinco a través del bosque y los caminos que alguna vez transitaron los madereros invita a internarse en la belleza secreta de nuestras montañas.

En el norte, el lago Moquehue, lugar de abundancia de alimentos. Al sur, el Ñorquinco, agua del ñorquín. Lagos, bosques, y sendas, una combinación de equilibrio perfecto para descubrir la belleza secreta de nuestras montañas de Patagonia Norte.
Delimitando uno de los recorridos mas visitados por las personas que deciden pasar sus vacaciones en Villa Pehuenia, en el Circuito Pehuenia los lagos Moquehue y Ñorquinco son los puntos norte y sur.
El trazado que une esos lagos, la senda de Moquehue a Ñorquinco, esta dentro del área de la Corporación Interestadual Pulmarí y es el comienzo del mítico recorrido que une los lagos Moquehue, Ñorquinco, Ruca Choroy y Quillén.
Es quizá el trekking mas representativo de nuestra Patagonia Norte. Seguramente será el futuro trazado de la Huella Andina.

Playa de piedra pómez en la cabecera del Moquehue.

LOS LAGOS

Como todos los de nuestra cordillera austral, tienen un origen común.
Un paisaje de montañas. De rocas intrusivas y metamórficas del Precámbrico, donde la acción de los hielos dejo su huella en nuevas formas, aristas, circos y artesas, son perfiles verticales que encuadran dos gigantes azules.
Dos lagos unidos, el Moquehue y el Aluminé, que nos recuerdan al mirarlos los elementos que modelaron nuestra geografía.
Maravillas de la naturaleza apreciadas durante el camino
Hielo y gravedad. Todo desciende hacia el Este. Valles profundos, modelados por el hielo que arrastro todo a su paso, hasta parte de las rocas mas duras.
Valles en forma de U, con su infaltable curso de agua, son como una red en la que todo desciende de los cordones periféricos uniéndose al central, terminando en los lagos que llamamos Moquehue, Aluminé, Ñorquinco.
Sus cursos de agua, el arroyo Las Ánimas, el Quillahue, el Relem, el Chañy en el ANP CHAÑY, nacen en los frágiles mallines de altura, bajo los nevés que se transforman en agua en primavera, y avanzado el verano.
Este es un frágil proceso, el descenso del agua desde la nieve en las cumbres, a través de las laderas que nuestros bosques sostienen, recorriendo los valles hasta los lagos.
Un proceso del que todos somos responsables de que continúe funcionando así.
Nuestro agua, es el que nace en cordillera austral, y recorre los valles hasta llegar al mar.
El comienzo es en nuestro bosque nativo. Sin bosque, simplemente no hay agua.

Atardecer sobre el valle del lago Moquehue. Cumulus sobre el volcán
Batea Mahuida.

LOS BOSQUES

Valle del Mallín Blanco desde el cerro Plomo. Atrás, el Lanín. Se ve el límite de
crecimiento del bosque a 1.700 msnm.
En la ecorregión del Bosque Andino Patagónico, las lengas, ñires, roble, pellín, coihues de nuestros lagos, son responsables de la policromía de las laderas de las montañas, a medida que transcurren las estaciones. Y el distrito fitogeográfico del Pehuén, es el relicto de la conífera primitiva, nuestra araucaria araucana, dioses verdes de nuestra tierra, sobrevivientes de episodios volcánicos, y cientos de inviernos.
Ambos componentes son como los ingredientes secretos de una poción mágica. Verde coihue, líquenes y viento, lengas jóvenes agrupadas, techos de líneas asimétricas contra el cielo. De a poco sucede como en los cuentos: quienes caminan en ellos, sin darse cuenta caen en el encanto… nunca, nunca van a poder olvidarlos.
Nuestro bosque, capaz de infinitas combinaciones, es un laberinto polifacético.
En pocos kilómetros o metros en algunos casos las escenas son absolutamente diferentes: una pequeña variación en la cantidad de luz, humedad o pendiente nos regalan imágenes renovadas. Totalmente distintas.
Los bosques de umbría, altos. Donde todos los individuos de este grupo necesitan ocupar su energía en crecer hacia el dosel y ahí arriba desarrollan sus ramas y hojas. Metros y metros de líneas verticales.
Como una ilusión óptica que nos hace mirar hacia arriba todo el tiempo. Los bosques de solana. Bosques de ñires, que les encantan las áreas secas de la montaña. Los recorren carpinteros en rojo encendido, parte de la biodiversidad asociada al genero Nothofagus, entre los misodendros y los llao llao de amarillo intenso.
Las araucarias de los bosques abiertos. Con todo su follaje al alcance de la mano. Las ramas tocan el piso, El sol las cubre por completo.

Dejando el valle del Moquehue

LAS SENDAS

En esos viejos caminos madereros, que fueron utilizados en los 50 para la extracción de araucarias, por donde los rollizos se alejaron del bosque donde crecieron, cargados en camiones. Y todos quienes ahí trabajaban, los recorrieron innumerables veces.
Caminar hoy por esos caminos, es como imaginar ese tiempo, esas personas que ahí vivieron, los aserraderos, el ruido.
Son registros de una época olvidada. Sólo quedan algunos restos de campamentos al lado de las picadas. Latas. Tablas. Alguna que otra cosa saliendo desde el suelo.
Hoy los renovales de a poco recuperan lo que se le sacó al bosque, de a poco invaden los caminos, restándoles amplitud.
También volvió el silencio.
El verde intenso colma todo nuevamente.
Las sendas, pequeñas líneas que atraviesan el bosque, se marcaron con innumerables recorridas a caballo, pueden reconocerse de un lado al otro en los valles, marcando trazados con sentido funcional: los caminos mas adecuados, usados por los vecinos en su diaria tarea de campear los animales.
Éstas son las sendas que usamos para unir los lagos, repletas de historias de las personas que aquí viven, y vivieron.
Unir los lagos.
Caminar su historia.
Comprender el camino del agua.
Caer en el encanto del bosque.
Son las sensaciones de la senda de Moquehue a Ñorquinco.


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