La temporada soñada de Messi

Todo lo hizo como el mejor: goleador, asistidor y campeón.

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AP

Tiró varios “caños”, gritó su gol como pocas veces en la vida, pateó un micrófono y voló sobre sus compañeros para celebrar el 3-1 del Barcelona ante el Manchester United. Leo Messi jugó 90 minutos en estado de felicidad permanente, rió como nunca en Wembley. Lo hizo último, y por eso, mejor. Con su gol, clave para que el Barça conquistara su cuarta Liga de Campeones, la Pulga cerró una temporada de fábula y le puso el broche a nueve meses que lo agigantaron como jugador. Las cifras marean. Sus 53 goles en 55 partidos de la temporada 2010/11 le permitieron alcanzar y situarse a la par de Cristiano Ronaldo, aunque los suyos fueron mucho más valiosos, porque sirvieron nada menos que para ganar una Champions: basta con recordar los dos de la semi en el Bernabéu y el de ayer para destrabar la final. Messi hace un uso magistral de la gran clave del fútbol: el engaño. Jugó suelto, sin posición definida. Fue omnipresente y persistente. Junto a Guardiola, ganó la partida táctica otra vez. El primer tiempo se había cerrado con cierta inquietud para los españoles, que cuando dominaban el partido se encontraron con el gol de Rooney y fueron al vestuario con el 1-1 inesperado. No importaba, porque el hombre diferente, el “Messías” del fútbol, tenía el gol entre ceja y ceja. Jugó toda la temporada con botines naranjas, pero ayer estrenó amarillos. Su reingreso al campo tras el entretiempo fue a lo Messi. Iba con la camiseta entre los dientes y atándose el pantalón. Lento y ausente, como si no hubiera nada en juego. ¿Ausente? Nada de eso. A los 53 los 87.695 espectadores vieron como definía con comodidad a la izquierda de Van der Sar, un hombre que se retiró del fútbol con el argentino como némesis. Incluso fue una endiablada jugada del argentino enloqueciendo a Nani la que dio inicio al 3-1 notablemente convertido de rosca por Villa. Messi se acordará de todo. Ayer convirtió su primer gol en Inglaterra, con 12 tantos igualó el récord para una temporada en la Champions de Van Nistelrooy, sólo él fue capaz de ser el máximo anotador en tres temporadas seguidas. “Dale Leo, dale Leo!”, gritó Guardiola cuando lo vio anotar. El templo de Wembley se rendía al Barça, y el Barça, de a poco, bien puede comenzar a pensar en un templo para Messi.

La “Orejona” otra vez en las manos del mejor jugador del momento. Messi marca diferencia.


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