La torturaron ocho días y la liberaron

NEUQUÉN (AN) – A Clorinda Barreto la tuvieron ocho días secuestrada en “La Escuelita”, donde bajo torturas -picana eléctrica, submarino, quemaduras de cigarrillos- la interrogaban si era subversiva. En ese tiempo no le dieron de comer y siempre estuvo vendada. Hasta que le dijeron “flaca, no tenés nada, así que esta noche te liberamos”. Efectivamente, la dejaron en un banco de la plaza de Roca, donde vivía -trabajaba en la envasadora CEA, de Bunge y Born-, le advirtieron que no se sacara la venda hasta que se alejaran y que no le contara a nadie lo que le había pasado. Ayer relató su dura experiencia a los jueces y atribuyó que se convirtió en sospechosa a que una hija de la familia que frecuentaba, era amiga de otra joven de Bahía Blanca, detenida por su vinculación con actividades subversivas. También declararon dos militares retirados, que asumieron posturas disímiles: mientras uno aportó datos sobre la información que había del funcionamiento del centro clandestino, el otro fue tan esquivo que la querella del Ceprodh pidió que se investigue su falso testimonio. El enfermero militar Luis Albornoz se desempeñó en el Batallón 181 en el período 1974-1983, bajo órdenes del médico Ignacio Proumen, en tanto de Hilarión de la Pas Sosa -uno de los 22 imputados- dijo que tenía a su cargo el servicio sanitario tanto en el Batallón como en el Comando. Aportó menos datos de los que había dado en el juicio de 2008. José Bravo, ex integrante de la banda militar dijo que en el casino de suboficiales se hacia una vianda aparte que se llevaba hasta unos 200 metros de “La Escuelita” para que comieran quienes se desempeñaban allí. “El personal que quedaba allí variaba cada dos o tres semanas”, dijo.


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