La tragedia rodea a una familia de Centenario

Una mujer asesinó el martes a su concubino, al parecer cansada del maltrato que recibía. El año pasado su padre peleó con su anterior pareja, y ambos murieron. Y en el 2000, otro integrante de la familia fue degollado por desconocidos.

CENTENARIO (AN).- «Miraba el piso y tenía la cara llena de sangre. Se sentó al lado de la puerta, y no me decía nada».

Juana Millanao, madre de Lidia Lincopán, la mujer que el martes mató a su pareja, Juan Saavedra, clavándole un cuchillo en el corazón, describió el cuadro que se encontró cuando se despertó de la siesta alertada por la conmoción de los vecinos.

A pocos metros de su humilde vivienda, sobre la vereda de la manzana 138, en el lote 7 del barrio Traun Hue, Saavedra yacía en el piso ya sin vida. Eran cerca de las 19.30, según relató Millanao a «Río Negro».

De acuerdo con otras fuentes consultadas, Lidia apuñaló a su pareja en el corazón y le provocó la muerte en forma casi instantánea. Está demorada preventivamente, mientras se investigan las circunstancias que rodearon el caso ya que podría tratarse de una legítima defensa.

No es la primera vez que la tragedia golpea a esta familia. En septiembre de 2000, Adrián Lincopán, hermano de Lidia, fue degollado a pocos metros de la misma casa, luego de una pelea que habría sostenido con tres conocidos. En esa oportunidad su padre, Martín Lincopán, fue el encargado de abrirle la puerta y encontrarlo muerto.

Un año después el mismo Martín Lincopán falleció, durante una pelea con la anterior pareja de Lidia. Se trata de Carlos Peralta, con quien se trenzó en una disputa con armas blancas y ambos se mataron mutuamente. Esto también tuvo lugar en la misma casa y fue durante febrero de 2003. Ayer la madre dijo que en aquella oportunidad Peralta quiso maltratar a su hija Lidia y que su padre la defendió

Juana Millanao explicó que Peralta y Saavedra, las dos malogradas parejas de su hija, vivieron en la misma casa cada uno a su turno. Esta vivienda se encuentra a unos 15 metros de donde se desarrollaron los hechos del martes.

Agregó que esa casa le pertenece a su hija.

En el caso de Saavedra, comentó que no trabajaba, y que «cuando lo hacía» era de forma esporádica vendiendo frutas en la calle. Comentó que las peleas entre el hombre y su hija fueron una constante durante el año que duró la relación, pero «nunca habían pasado de las manos».

Según su relato, la decisión de su hija de matarlo llegó como corolario de otra de esas discusiones. Relató que en la mayoría de estas peleas, el alcohol cobraba un rol preponderante. «El tomaba, y siempre venía a buscarla. Los dos se ponían a discutir, y enseguida comenzaban a pegarse», aseguró.

En la mayoría de estas peleas la que llevaba las de perder era su hija porque «Lidia es muy chiquita», dijo.

La mujer dijo que lo que desencadenó la decisión de su hija «fueron dos palazos» que Saavedra le propinó en la cabeza. Y que sabía esto por lo que le dijeron los vecinos.

En el hospital de Centenario informaron que la autora del crimen ingresó al hospital el martes, con un traumatismo craneoencefálico y una herida de seis centímetros de largo en el cuero cabelludo. Pasó toda la noche allí. Y ayer por la tarde los médicos esperaban a darle el alta, ya que su evolución es favorable.

El cuchillo que Lincopán le incrustó en el tórax a su pareja estaba en desuso, según lo relatado por la madre de la homicida.

«Era un cuchillo de carnicero. Estaba tirado por ahí, y a veces lo usábamos para carnear algún animal», indicó.

Aseguró que la pareja de su hija «era un hombre muy celoso» y que no la «dejaba en paz cuando se ponía a molestarla», culminó.

Terribles antecedentes

NEUQUEN (AN).- La muerte de Juan Saavedra es la cuarta que rodea a la familia Lincopán. Los casos anteriores también se desarrollaron a pocos metros de la humilde vivienda del barrio Traun Hue.

El primero de ellos ocurrió el 29 de septiembre de 2000. Ese día Adrián Ambrosio Lincopán Millanao, de 33 años, fue asesinado al parecer luego de una pelea que tuvo con tres amigos.

Adrián se habría reunido a beber con ellos una madrugada y luego de una discusión lo degollaron. Su agresor utilizó un cuchillo grande y de mucho filo, con el cual le cortó una superficie cercana al 70 por ciento del cuello.

Sin embargo Adrián no falleció de inmediato. Malherido, intentó buscar ayuda en su casa. Logró golpear la puerta pero su padre, Martín Lincopán, se asustó -por la oscuridad ignoraba quién era, y el herido no podía hablar- y no abrió. Con la luz del sol se atrevió a hacerlo, y encontró al hijo muerto.

El otro hecho ocurrió el 2 de febrero de 2003, e involucró nuevamente al padre de familia, a su hija Lidia Lincopán y a Carlos Peralta, pareja de la mujer en ese momento.

Ayer Juana Millanao, madre de Lidia, dijo que en ese entonces Peralta ingresó en su vivienda «a buscar a mi esposo» y que lo hirió casi mortalmente. Agregó que Martín Lincopán tuvo las fuerzas suficientes como para salir a buscar a Peralta y le aplicó un puntazo con un cuchillo.

Ambos murieron como consecuencia de las heridas mutuas.


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