La trastienda del Festival de Percusión

El encuentro concluye hoy, con actividades desde la tarde.

Claudio Andrade

candrade@rionegro.com.ar

ROCA.- Para James Campbell y su esposa, Nancy, la Patagonia era un territorio que apenas se permitían imaginar a partir de fotografías vistas en internet en su hogar de Lexington, Kentucky. Pero sabían que en el Alto Valle se hacen buenos vinos y eran conscientes de que aquí se realiza un Festival Internacional de Percusión que ha ido ganando prestigio entre la dinámica comunidad de los músicos del rubro.

“Una de las cosas que me sorprendió es el nivel de los alumnos del IUPA. Además nos gusta mucho el lugar en general”, cuenta Campbell, percusionista americano de renombre mundial, después de brindar un concierto en el que no se privó ni siquiera de “re-construir” un rock and roll inspirado en una canción de su hijo.

“El país me da una sensación de progreso, sé que tienen altas y bajas y problemas pero se los ve mejorando”, dice Nancy, quien ha planificado a su regreso vía Buenos Aires (que emprenderán hoy por la noche después del concierto) tomar clases de tango junto a su esposo.

La presentación de Campbell fue uno de los momentos más altos del festival. Durante su performance la escena fue cubierta por una variedad de estilos tan amplia como seductora. No por nada Campbell invitó a bailar al público si es que éste se sentía llamado a hacerlo.

“Creí que el trabajo con los alumnos que iban a tocar conmigo sería más normal. Que tendríamos que repasar ciertas partes; pero no, los chicos estaban preparados y listos para tocar. Me pareció excelente”, relata Gerardo Zalazar, uno de los grandes percusionistas que tiene Chile en la actualidad. Zalazar no sólo hizo tocar a los jóvenes artistas que lo acompañaron sino incluso elaborar momentos teatrales muy hilarantes.

El Festival Internacional de Percusión ha logrado con los años y la persistencia de sus organizadores (la Fundación Cultural Patagonia presidida por Norberto “Tilo” Rajneri y Ángel Frette, reconocido músico, profesor de la IUPA y director del evento) que los más destacados percusionistas del mundo (el propio Campbell, el genial Víctor Mendoza, entre otros) se interesasen por este encuentro tan singular.

“El festival ha comenzado a inspirar otros eventos similares en Sudamérica y esto es significativo. Además hay que tomar en cuenta que la llegada de músicos muy prestigiosos está vinculada a un esfuerzo conjunto. La organización del evento solventa los gastos relacionados con su estadía y el viaje que realizan desde Buenos Aires. Y ellos aceptan venir sin un cachet. Con el dinero de la entrada se cubre una parte de los gastos y ése es el sentido, más que un propósito comercial”, indica Frette.

–¿Cómo definirías el festival si tuvieras que hacerlo en pocas palabras y ante un público que no lo conoce aún? –le pregunté a Frette, que tocó el día inaugural con alma y fiebre.

–No hay una sola manera de definirlo. Es difícil, pero si tuviera que usar una palabra sería cálido. Es un festival cálido, donde la gente que viene a tocar y la gente que viene a escuchar se sienten bien, se sienten cómodos, saben que lo que se ve es lo que es y que está hecho con la mayor seriedad y ganas posibles.

Junto a un grupo de periodistas del “Río Negro” on-line, este cronista captó momentos verdaderamente especiales del encuentro. El producto de las grabaciones será puesto en la web en las próximas horas pero es posible anticipar la alegría con que los artistas viven el festival.

“¿Dónde es el casamiento?”, le pregunta uno de los jóvenes integrantes del Ensamble de Percusión FCP a un muy concentrado Earl Yowell (otra eminencia de los timbales), quien vestido de traje y corbata se pasea por los pasillos ubicados junto al escenario antes de dar su concierto. Yowell no se queda atrás y le retruca: “¡O el funeral!”.

Minutos después Yowell brindará un recital electrizante que comenzó con una pieza que hace pensar en ciertas películas y que él bautizó: “Dos minutos de terror”.

También se respira buen ambiente en los camerinos donde los chicos comparten tiempo y bromas antes de estallar en escena. Más tarde, los profesores cenarán juntos en el restaurante de la Fundación y reflexionarán acerca de la jornada. Un crisol de nacionalidades e idiomas se dan cita alrededor de una mesa donde no falta un vino local.


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