“La única verdad es la realidad”

En la actualidad, no es necesario pertenecer a un país de los denominados del Primer Mundo para gozar de los beneficios de la tecnología bancaria. Se puede ser uruguayo, brasileño, chileno, paraguayo, peruano, colombiano, tailandés o malayo, se va a cualquier cajero en los demás países que operan con el sistema automático y se puede extraer el dinero (pesos, reales, soles, colones, thais o rupias) convertido a la moneda local, es decir, del país donde uno esté, independientemente de su moneda origen. Esto que en todos los demás países, a excepción de una veintena de estados africanos junto con Cuba, Corea del Norte, Mongolia, Venezuela y ahora nosotros, es algo absolutamente normal, natural, pues permite la comodidad de disponer de dinero en cualquier momento, la seguridad en su transporte y la conveniencia de un cambio oficial, algo que también estaba hasta inmediatamente después de las elecciones presidenciales del año pasado y comenzó a limitarse primero en cantidades de retiro y luego con un cepo cambiario total. Las nuevas medidas restrictivas para la compra de divisas extranjeras sólo tienen un objetivo: frenar el drenaje sistemático de salida de capitales vía atesoramiento (especulación o resguardo patrimonial), compras (bienes y servicios) o viajes al exterior, entre otros. El tema es porque está sucediendo, la primera cuestión a desentrañar es que cuando un gobierno genera confianza no requiere de medidas paliativas más que coyunturales para soportar una supuesta crisis. Ahora bien, si la crisis es interna y no por cuestiones naturales (terremoto o tsunami), luego de casi 10 años, sólo la responsabilidad se limita a los que gobiernan o gobernaron; si es externa, también la deberían estar instrumentado los países vecinos, igualmente afectados por la crisis, pero nada de esto sucede, sólo en nuestro país del norte (Venezuela) se adoptaron acciones tendientes a limitar el acceso a las divisas, además de restringir la disponibilidad de los fondos propios. Estas últimas medidas, en mi opinión, no hacen más que reafirmar cabalmente que nuestro país ha vivido un modelo que es una entelequia, basado en el natural y lógico repunte luego de la “bestial” devaluación del 2002, instrumentada por Eduardo Duhalde, el padre de las criaturas, verdadero artífice de las medidas que produjeron el cese inmediato de compras de bienes y servicios en el exterior –por su encarecimiento–, la puesta en funcionamiento de la capacidad ociosa industrial en el país y el ingreso masivo de dinero (dólares y euros) por la afluencia del turismo en un país donde se podía comer un rico asado o un bife de chorizo con buen vino por sólo 3 dólares, también comprar una propiedad por unos pocos miles, todo esto coadyuvado por la colaboración del “yuyo maldito”, en el que la demanda de China y algunos otros estados produjeron el milagro argentino, con un escenario financiero internacional sumamente favorable. Luego de muchas medidas acertadas y más desacertadas aún, llegamos al fin del ciclo, la realidad se impone por sobre todas las cosas. No importará la perfidia en materia política, se seguirá azuzando el enfrentamiento entre argentinos: clases, sectores o partidos, pero siempre la fiesta se paga, generalmente no quien la hace, pero inevitablemente tendremos otro ajuste salvaje, porque no hay modo de escaparle a la cruda e inexorable realidad. Luego de lo sucintamente expuesto, la pregunta es la siguiente: si todo está tan bien, la economía goza de un excelente estado, ¿por qué todas estas medidas? Seguirán los panegiristas del supuesto modelo buscando nuevas excusas en sectores que existen: la corpo, los monopolios, los oligarcas, los fachos, los apátridas, luego seguirán con los zurdos, los troskos, los violentos. La ausencia de autocrítica, asumir los cambios y costos, imposibilitará la corrección y reencauzamiento. Finalmente será la expresión “es la economía estúpido” la que se impondrá… Luis María Flores Giménez DNI 13.254.428 Neuquén

Luis María Flores Giménez DNI 13.254.428 Neuquén


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