La verdad finalmente resplandece

Protagonizada por Irene Visedo, Luis Brandoni, Concha Velasco y Federico Luppi, con un elenco que completan Juan Querol, Jesús Blanco, Amparo Valle y Cristina Collado, la coproducción argentino-española «Los pasos perdidos» gira alrededor de una chica de veintidós años que vive una vida aparentemente tranquila, con buen pasar económico, en Tarragona, donde sus padres –él, ex militar argentino, y ella española- se instalaron hace casi una década.

Todo empieza a cambiar para la joven cuando debe enfrentar una situación impensada, nada es como creía, ni ella es quien parece ser.  «Me da la sensación que el tema interesa, hay una cierta inquietud –por parte de quienes aún no la han visto- por si la película pudiera ser sensacionalista o básicamente informativa. Y no es una cosa ni la otra. Muchas veces hemos estado en el filo de la navaja», recuerda su directora Manane Rodríguez.

«Si tirábamos por un camino podíamos caer en el sentimentalismo fácil o en explotar sensaciones. Nos cuidamos mucho en el guión, teníamos esa preocupación, que a la hora del trabajo en rodaje fue compartida con los actores. Estábamos muy atentos a cualquier giro que pudieran tomar los personajes, que hiciera que –por un lado- fuese yo o un discurso del filme, quien los juzgase. No queríamos eso, y en el final, no caer en una cosa blanda».

Manane Rodríguez Larreta es uruguaya, de Montevideo, y vive en Madrid desde finales del horrendo 76, previo paso por Buenos Aires en 1975. Emigró, se exilió, de Montevideo a la Argentina. Y de aquí se fue a España.

«Aquello estaba muy complicado en esa fecha. Es un tema que me toca de cerca. Tengo amigos desaparecidos y he conocido gente luego, fuera, que contaban directamente escenas de los hijos, de sus nietos también desaparecidos».

«El problema de la identidad y la búsqueda de la historia es una cuestión muy fuerte. Comprendo que hay situaciones de chicos que no asumen lo que les ha pasado e incluso rechazan a sus familiares biológicos. Son los afectos, y no hay norma para ellos. Es brutal, pero así es. Sin embargo creo que -aunque quizás las abuelas ya no estén, porque sus nietos tienen una esperanza de vida muy larga- finalmente es muy poderosa la necesidad de buscar los orígenes. Máxime para los que los tienen ya dados. También entiendo que es muy difícil, pero terminarán por asumirlo».

– Ese es otro claro mensaje de su película. La verdad…

– Finalmente, resplandece. Cuándo, no podemos saberlo. Me han dicho si el final de «Los pasos perdidos» no es exitista. Creo que no. Es una ficción, hay casos que se han resuelto así, otros que no, pero elegí uno movido por una obstrucción de la personalidad. La capacidad de ponerse en el sitio del otro nos humaniza y los chicos que no quieren saber de su pasado están imposibilitados por las razones que sean –yo no soy psicóloga y no lo sé- de ponerse en lugar del otro. Es una traba.»

Luis Brandoni interpreta al represor-apropiador argentino instalado en España como próspero empresario. Una extraño coctel de perseguidor en acecho que aún saca sus garras, de fiel protector de su hija, de hombre temeroso ante el inexorable regreso de la memoria. «Fue difícil para él, incluso por las ganas, interpretar con sobriedad un ser de semejantes características al que no le puede tener ninguna simpatía y sin meterle un punto de más. Luis ha estado en un centro clandestino de detención. Yo lo llamé –luego supe que era diputado- y pensé que no podría filmar la película. Había escrito eso para él. Me contestó afirmativamente, porque le gustó el guión y le pareció muy importante contar el tema así. Voy a conseguir unas vacaciones sin goce de sueldo y me las van a dar, por la propuesta en sí, sin duda.

– Has visto la película mil veces y en diferentes estados, en crudo, probando la música, la primera compaginación completa…

– Y todavía la veo rara, observo planos, incidencias, cuestiones técnicas. Además, como cada toma tiene su historia… Un director siempre ve su obra parcelada. No la vemos como un espectador hasta mucho tiempo después del estreno. Uno no es necesariamente consciente de los efectos que produce.

– Tu película deja pensar al espectador, pero también a los personajes. Esto es poco usual en el cine actual tan explícito, que muestra todo, que no sugiere.

– En una buena interpretación en cualquier escena, tu puedes ver que el actor está pensando, puedes descubrir lo que tiene detrás. Concha y Luis tienen detrás lo que ocultan, no es un matrimonio que vive tranquilo. Están condenados a estar juntos.

– Conoce todo su pasado.

– Y le puede complicar la vida. Por otro lado, sola, ¿cómo la controla? Esas cosas no están dichas, pero las hablamos con los actores a la hora de preparar los personajes: ¿cómo sería su vida, qué tipo de relación tendrían?

Eduardo Rouillet


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