La vigorexia causa desde disfunciones a cáncer

PREOCUPACIONES: adicción al gimnasio

El excesivo culto al cuerpo, por el que algunas personas dedican varias horas diarias al gimnasio y siguen estrictas dietas a base de proteínas para ganar masa muscular con el objetivo de mejorar su aspecto, deriva en vigorexia, una dolencia que causa problemas articulares, disfunciones y hasta cáncer de próstata.

Esta patología afecta en general a hombres de 18 a 35 años y surge de una excesiva práctica del deporte y una obsesión por la belleza física, y en el caso de Estados Unidos alcanza al 10 por ciento de los hombres que hacen gimnasia y pesas.

El jefe de consultorios externos del Hospital de Clínicas de Buenos Aires, Jorge Franco, dijo que «estos pacientes se vuelven esclavos del espejo y la balanza, nunca llegan a sentir que están lo suficientemente musculosos y sufren una retroalimentación que los hace pensar que necesitan más gimnasia».

«Los vigoréxicos suelen tener una imagen corporal distorsionada, creen que su problemática se resuelve a través de una actividad física extrema y llega un momento que van camino de una lesión muscular, lesión de tendones o una lesión ósea».

La vigorexia, también llamada dismorfia muscular, afecta a los adictos a la musculación, que llegan a hacer del gimnasio su segunda casa.

Mientras quienes sufren anorexia suelen ser chicas jóvenes que pueden llegar a padecer una delgadez esquelética, la vigorexia afecta en su gran mayoría a hombres obsesionados por alcanzar un cuerpo extremadamente musculoso. «Así como una anoréxica cree que nunca llega a estar lo suficientemente flaca, un vigoréxico nunca llega a sentir que está lo suficientemente musculoso», comparó Franco.

El especialista recordó que «en el Clínicas hemos visto a algunos muchachos consultando por otros problemas, pero nosotros terminamos descubriendo esta patología». En ese sentido señaló el caso de un joven que «llegó con un cuadro depresivo por haber sido dejado por su novia» y que «trataba de levantar su autoestima con varias horas de pesas en el gimnasio» y «tenía una percepción anormal de su aspecto por lo que equivocaba su problemática».

Desde el punto de vista psicológico, los vigoréxicos suelen ser personas poco maduras, introvertidas, con problemas de integración, baja autoestima y rechazo de su imagen, en tanto sus relaciones sociales están deterioradas, sufren ansiedad y depresión y se vuelven obsesivos con otros problemas.

En su vida diaria no pueden dejar pasar un día sin ir al gimnasio y, como un ritual, en cada sesión se pesan y se miran al espejo reiteradamente, y muchos agravan todos estos problemas cuando además consumen sustancias artificiales para mejorar el entrenamiento.

El jefe de clínicos del Hospital Durand, de Buenos Aires, Roberto Lagioia, dijo que «estos pacientes suelen tomar sustancias hormonales y o anabólicos no recetados por médicos, que generalmente se los venden en algunos gimnasios».

«Entonces -continuó- pueden llegar a padecer problemas cardiovasculares, lesiones hepáticas o algún tipo de disfunciones».

Como ejemplo mencionó a un joven de 24 años, quien «llegó al Durand por una disfunción eréctil y por dolores musculares y articulares, sin ser conciente de lo que hacía en el gimnasio y de que las pastillas que tomaba le provocaban la disfunción».

El paciente contó a los médicos que tomaba hormonas masculinas y anabólicos para poder ganar masa muscular y éstos le recomendaron suspender esa ingesta y dosificar los ejercicios, con lo que superó la disfunción y los dolores.

Lagioia advirtió que «también esos medicamentos pueden provocar la disminución en el tamaño de los testículos y cáncer de próstata». En esos casos se recomienda un tratamiento multidisciplinario, con más de un especialista. Requiere la atención de un clínico, un psiquiatra y un psicoterapeuta. (Télam)

Un trastorno de la conducta alimentaria

Hace 10 años el doctor Harrison Pope describió un aparentemente nuevo Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) al que denominó Vigorexia.

En el extremo opuesto de la anorexia, la bulimia y ciertos tipos de obesidad que afectan principalmente a las mujeres, este cuadro se presenta en los varones, especialmente los adolescentes y preadolescentes, con algunas características similares:

• Cambios radicales en la dieta.

• Automedicación (uso de anabólicos, suplementos y complementos en vez de laxantes y diuréticos).

• Carácter introvertido e irritable.

• Cuidado obsesivo de la imagen corporal (se miran al espejo, se pesan, se miden).

• Preocupación excesiva por la composición química y calórica de los alimentos.

Estos varones, por más desarrollado que se vea su físico, se ven siempre delgados.

A diferencia de la anorexia y la bulimia, cuyos signos se acentúan en los meses de marzo a mayo, la vigorexia encuentra su mayor desarrollo en la mitad del segundo semestre del año, con la proximidad de la temporada de primavera y verano.

La trastienda de este cuadro no difiere de otros Trastornos de la Conducta Alimentaria en cuanto al grado de distorsión con que los individuos afectados interpretan la realidad, el deterioro de su autoestima y el entorno familiar y afectivo en los que se encuentran o creen encontrarse.

Desde el aspecto físico las consecuencias no son mejores. La apariencia física se distorsiona por el exceso de actividad física, y se deterioran progresivamente los huesos, músculos y tendones.

Los aparatos cardiocirculatorio, gastrointestinal y hormonal sufren el uso indiscriminado de anabólicos y suplementos y pueden verse afectados el desarrollo y la función sexual.

Como la bulimia y la anorexia, la vigorexia puede acarrear la muerte si permanece en el tiempo más allá de ciertos límites.

Lamentablemente la vigorexia, amparada en la actividad física y la vida sana, tiene una mejor imagen social y por esto el inicio del tratamiento se posterga; por lo que padres, docentes, profesores de educación física y fisicoculturismo, entrenadores deportivos y cualquier persona en contacto con estos jóvenes deben estar alertas.

 

La anorexia y la bulimia también afectan a los varones

Aunque se suele pensar que son patologías casi exclusivas de la población femenina, la anorexia y la bulimia también afectan a los adolescentes varones.

Se calcula que hasta un 0,4 por ciento de los chicos pueden sufrir trastornos de la conducta alimentaria, cifra 10 veces inferior a la registrada entre las chicas. Los factores de riesgo son similares en ambos sexos, si bien hay aspectos biológicos implicados que hacen que estas enfermedades sean más frecuentes en mujeres. Los trabajos epidemiológicos revelan que hay 10 mujeres por cada varón con trastornos de la conducta alimentaria. Esta relación se ha mantenido desde los primeros trabajos realizados en torno a la anorexia y la bulimia, aunque según explica Pedro Ruiz, psiquiatra infanto-juvenil del Hospital de Zaragoza, si se tiene en cuenta la población con riesgo de sufrir estas patologías, la diferencia entre ambos sexos es menor.

Un estudio realizado en Aragón en 1997 revelaba que el 16 por ciento de las mujeres adolescentes en Zaragoza presentaba riesgo de sufrir algún trastorno de la conducta alimentaria, frente al 3 por ciento de los varones, lo que arroja una relación de 5 chicos por cada chica. «Tanto hombres como mujeres están sometidos a la presión ambiental y cultural de una sociedad donde se rinde culto a la imagen y la delgadez. Los varones también tienen cierto malestar respecto a su cuerpo, quieren estar delgados y por eso los podemos considerar población de riesgo». No obstante, a la hora de adelgazar, los varones se suelen decantar por el ejercicio físico mientras que las chicas optan por la dieta, que es el principal factor de riesgo de anorexia. Esto explica que la diferencia en casos diagnosticados sea mayor entre ambos sexos. Además, como indica Ruiz, hay factores biológicos que juegan en contra de la mujer. «Las dietas alteran la secreción de serotonina en el cerebro de las mujeres, pero no en el del varón, lo que las pone en una situación de peligro mayor». La serotonina es una sustancia química presente en el cerebro que interviene en la regulación del humor y el comportamiento, cuya baja producción está implicada en la aparición de depresión y otros trastornos psiquiátricos. Las dietas bajas en calorías no tienen este efecto sobre el cerebro masculino.

La edad de riesgo es la misma para ambos sexos, situándose entre los 14 y los 25 años.

(Fuente: Onda Salud)

 

Gabriel Franco

(Nutricionista de la Asociación Argentina para la Prevención de los Trastornos de la Conducta Alimentaria)


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