Las casas de subastas florecen en China

El negocio de las subastas en China está dominado por los superlativos. Después de Estados Unidos, es el segundo mercado mundial en cuanto a volumen

Mao, lo kitsch y el arte:

“A la de una, a la de dos y, ¡vendido!”, exclama una empleada de Poly Auction, la mayor casa de subastas de China. Acto seguido, golpea con el mazo sobre el podio, en la sala de un lujoso hotel pekinés, ante las entusiastas miradas de los potenciales compradores.

El señor Zhang hojea un catálogo rodeado de hombres vestidos de oscuros trajes de diseño. “Es como estar borracho”, dice con ojos brillantes. Bajo su descolorida gorra de béisbol asoman algunas canas. La última vez compró varias obras de arte. Según afirma, hay tanta gente rica que seguro que podrá revenderlas por Internet y sacar beneficio.

El negocio de las subastas en China está dominado por los superlativos. Después de Estados Unidos, es el segundo mercado mundial en cuanto a volumen. Entre 2007 y 2011 se vivió un aumento vertiginoso, que se relajó el año pasado, cuando la economía china comenzó a enfriarse. No obstante, según la revista “The Economist” el sector presentó una nada despreciable cifra de 10.600 millones de euros.

Según la gestora Li Bei, de la casa de subastas por Internet Epailive, el atractivo de las pujas sigue siendo enorme. “Los inmuebles y las acciones ya no son tan interesantes como inversión. Y es ahí donde entra en juego el mercado del arte”, señala. Aunque el sector aún está en pañales y hasta ahora la mayoría de compradores se concentra en los clásicos chinos, “ya estamos viendo cómo crece el interés en obras occidentales”, añade.

El mercado chino del arte ha vivido un cambio extraordinario. De la lucha de clases y los artistas al servicio de la revolución han surgido coleccionistas, y nada refleja tan bien esta tendencia como la repentina fascinación por lo kitsch-revolucionario.

En 1995 se desató una enconada pugna en una subasta por un retrato de Mao: los enriquecidos ex combatientes de la Guardia Roja se enfrentaron a tiburones inmobiliarios hongkoneses, hasta que el óleo de 2,2 metros de alto por 1,8 de ancho se vendió por 5,5 millones de yuanes (actualmente serían 655.000 euros/900.000 dólares).

Muchos chinos reaccionan con pragmatismo. Mientras se habla de una “furia del capitalismo” en el extranjero, los chinos revuelven sus trasteros y desvanes en busca de recuerdos revolucionarios susceptibles de poder venderse. Así, en las casas de subastas aterrizan desde carteles propagandísticos a sellos de racionamiento de harina o arroz de los tiempos de hambruna.

Lentamente, la cúpula estatal china ha ido aflojando las cuerdas en el sector. Las casas de subastas locales liman sus estrategias internacionales, y al mismo tiempo grupos internacionales obtienen un acceso limitado al mercado chino. El negocio lo controlan dos gigantes: China Guardian y Poly Auction, vinculado al Ejército Popular de Liberación.

En septiembre, la casa Christie’s pudo celebrar por primera vez una subasta en China, mientras que su rival Sotheby’s se concentra hasta el momento en Hong Kong. Y es que en el gigante asiático, crece exponencialmente el número de clientes ávidos por comprar.

“Los nuevos ricos quieren pasar de ricos a majestuosos, y de majestuosos a elegantes”, explica Li Bei. El arte y los accesorios caros son cada vez más un símbolo de estatus. Según la gestora, ya no sólo se busca ser rico, “sino mostrar un gusto exquisito”.

Al mismo tiempo, el sector se enfrenta a una avalancha de falsificaciones. Según contaba recientemente “The New York Times”, algunas subastas se cancelan a última hora o los clientes se niegan a pagar ante las dudas sobre la autenticidad de las obras en liza.

Pero al jubilado Zhang eso no le asusta. “Si sale bien, podré mejorar bastante mi pensión”, afirma, y vuelve a hojear el catálogo. “Voy a ir a por este cuadro”, dice mostrando un lienzo de un paisaje acantilado en la niebla. Sin embargo, en el último momento se retira. “Quizá la próxima vez”.

dpa


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