Las diferencias sociales son una influencia clave

Investigadores de la UNC advierten de estas dificultades.

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- Un grupo de investigadoras de la UNC indagó en las dificultades que encuentran los chicos de diferente condición sociocultural para el aprendizaje de la escritura y subrayó la necesidad de atender esa problemática a fin de compensar la iniquidad estructural del sistema educativo.

Concluyeron que conocer las particularidades en las concepciones de aprendizaje que presentan los chicos de sectores medios y los de sectores marginales es esencial para que los maestros ajusten su trabajo «a las necesidades educativas» de los niños.

El trabajo titulado «Aprender a escribir: ¿qué representa para niños que se desarrollan en distintos contextos socioculturales?» fue realizado por las psicólogas y docentes de la UNC Montserrat de la Cruz, María Faustina Huarte y Nora Scheuer.

Las investigadoras eligieron su tema de estudio luego de observar que en la Argentina el sistema educativo «presenta serias deficiencias para ofrecer una educación equitativa». Señalaron también que esa tendencia «podría acentuarse en los próximos años» a partir del proceso de «creciente pauperización y exclusión».

Concentraron el estudio en 80 niños de ambos sexos que cursan preescolar, primero, cuarto y séptimo grado en escuelas públicas de Bariloche. La mitad de ellos provienen de sectores medios y la otra mitad de sectores marginados.

Definieron a estos últimos como los que presentan «una ubicación periférica respecto de la participación e influencia en la vida cultural, social, política y económica dominante».

Las especialistas observaron justamente que en estos sectores «se concentran los mayores índices de fracaso escolar en nuestra región y en el país, especialmente en las etapas iniciales de la educación primaria».

El estudio buscó ahondar no sólo en la incorporación concreta de la escritura sino también en las «concepciones» que los propios chicos tienen respecto del aprendizaje y de ellos mismos como aprendices.

La recolección de datos se ajustó a un plan de cuestionarios abiertos y permitió comprobar que los chicos de sectores medios «refieren su aprendizaje de la escritura como un proceso fluido, que progresa sin quiebres, casi naturalmente». Sus respuestas «muestran de muchas maneras el placer, el

gusto y la confianza en el logro de resultados positivos» y también refieren con frecuencia las ayudas que requieren y obtienen del contexto familiar.

En cambio los chicos de sectores marginados exhiben «fragilidad para disponer de lo aprendido», señalando a la memoria como «contenedor de resultados de aprendizajes que pueden ser olvidados según sus estados emocionales».

Al momento de escribir, los chicos del primer grupo «piensan en la organización y conexión intratextual» y son capaces, por ejemplo, de controlar aspectos ortográficos y de coherencia del texto.

Los de sectores marginados señalan en sus respuestas el contraste entre «las expectativas de lucimiento y las dificultades para alcanzar producciones de calidad».

Según surge de la investigación, también es notable la capacidad de los chicos de sectores medios para «situarse en la propia historia de aprendizaje», conjugando sin dificultad «lo que sabían escribir en el pasado con lo que saben en el presente y lo que sabrán o aprenderán en el futuro».

Mientras que los chicos de sectores marginados, «encuentran el aprendizaje de la escritura como una meta difícil de alcanzar». Y para ellos la elaboración de información «se encuentra sembrada de dificultades que sitúan en la falta de control tanto interno como externo».

En ellos predominan «las expectativas negativas» y la falta de convicción para cambiar un rumbo que parece signado por «la impotencia, la frustración y el desamparo».

Las investigadoras señalan que la consideración de estos factores ayudaría a los maestros a ajustar su tarea docente. Y proponen concretamente trabajar con «metas alcanzables a corto plazo, que permitan a los niños tomar conciencia de su capacidad para alcanzar resultados exitosos, fomentar una mayor autonomía e instarlos a evaluar y explicitar logros y dificultades», llegando incluso a «planificar en forma conjunta con los maestros».

«El círculo de la pobreza»

La pobreza, la exclusión y la escasa capacidad de las escuelas para contener son las causas principales de la deserción escolar, una problema en aumento que, según UNICEF, ha dejado fuera del sistema educativo a medio millón de adolescentes en Argentina.

«La mayoría de estos jóvenes proviene de los extractos más pobres de la sociedad y parece condenada a perpetuar el círculo de la pobreza», alertó un documento de la UNICEF.

La situación de los estudiantes argentinos es similar a la de sus pares del resto de los países latinoamericanos. En el país, más del 90 por ciento de los niños empieza la escuela pero son muy pocos los que la terminan y, menos aún, los que logran acceder a la universidad.

El capital cultural

En varias oportunidades, el ministro de Educación, Daniel Filmus, atribuyó los fracasos estudiantiles al nivel socioeconómico que los jóvenes traen desde su seno familiar y al capital cultural de sus padres, especialmente la madre. «El factor principal del abandono es el nivel socioeconómico porque si un joven llega con una familia destruida es difícil que pueda estudiar, al igual que el capital cultural de sus padres, en especial de la madre, quien es la que sigue y apoya el rendimiento del chico en la escuela», ha dicho Filmus.

Destacó además otros factores que inciden en el fracaso o éxito escolar: «las condiciones de trabajo del docente, sus salarios, su posibilidad de capacitación o el hecho de que en la secundaria los chicos tengan que comer en la escuela». (Télam)

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