“Las dos caras de la salud: obras sociales y el hospital Zatti”
Luego de vivir los episodios que lamentablemente son consecuencia de la vejez de mi padre, confirmé lo que a diario predico: ni todo el oro del mundo te devuelve la juventud, porque por fuera una persona puede ser joven y bonita pero el deterioro que padece por dentro por el paso de los años jamás se revierte: sos viejo. Si no aprendemos que todos vamos al mismo lugar, estamos equivocados y no aprendimos nada. El ser humano puede ser muy cruel e indiferente con sus semejantes y el sistema de obras sociales así lo confirma, ya que una persona trabaja toda una vida para terminar siendo un paquete vacío. Aporta a una obra social para llegar a viejo y ser atendido y aun cuando llega a la edad de la vejez y cobra una mínima jubilación la obra social sigue descontando una cuota que no cubre ni el analgésico. Además, es más barato pagar la internación y la atención que llenar todos los papeles que solicita la obra social, donde trabaja un montón de administrativos que cobran un sueldo gracias a ese viejo que aporta todos los meses. Entonces me pregunto: ¿obra social para quiénes? ¿Obra social para qué? Mi padre había aportado durante 53 años al momento de jubilarse y aún sigue haciéndolo a una obra social que no eligió, se la impusieron. Hoy tiene tantos años que ni él los recuerda. Siempre trabajó y nos transmitió la cultura del trabajo; alambró demasiadas hectáreas de campo. Mi padre hizo surcos, canales y desagües; taló, desmontó, labró y sembró la tierra; sufrió el frío, el calor, el sol, la lluvia. Lo persiguieron por pensar distinto o quizás por pensar. Nos enseñó a ser solidarios. Fue y es un ejemplo de buena persona. Por todo ello merece ser atendido, porque paga mes a mes por una obra social para hoy, enfermo de vejez, recibir atención y contención. Es devastador, durante el tiempo que nos toca vivir, confirmar que hay que pedir por favor que te atiendan, que te escuchen, que tengan misericordia (porque nada más podés hacer), porque la salud termina siendo un negocio para algunos pocos. Los viejos terminan por sentir que no sirven, porque son desechos. No tienen derechos, no tienen voz. Afortunadamente y gracias a Dios existe el hospital Artémides Zatti y en él, un montón de personas (enfermeros, mucamos, médicos, camilleros, directores y otros) que entregan el alma para ayudar a las personas que lo necesitan. Atienden con afecto a los pacientes sin conocerlos. Brindan calma y contención. Luchan a diario contra la muerte. Son la mejor muestra de amor al prójimo. Están en el lugar justo y a la hora justa. Gracias a todas esas personas que pusieron el corazón ayudando a ese viejo que es mi padre. Angelina Oliva DNI 11.404.437 Viedma
Luego de vivir los episodios que lamentablemente son consecuencia de la vejez de mi padre, confirmé lo que a diario predico: ni todo el oro del mundo te devuelve la juventud, porque por fuera una persona puede ser joven y bonita pero el deterioro que padece por dentro por el paso de los años jamás se revierte: sos viejo. Si no aprendemos que todos vamos al mismo lugar, estamos equivocados y no aprendimos nada. El ser humano puede ser muy cruel e indiferente con sus semejantes y el sistema de obras sociales así lo confirma, ya que una persona trabaja toda una vida para terminar siendo un paquete vacío. Aporta a una obra social para llegar a viejo y ser atendido y aun cuando llega a la edad de la vejez y cobra una mínima jubilación la obra social sigue descontando una cuota que no cubre ni el analgésico. Además, es más barato pagar la internación y la atención que llenar todos los papeles que solicita la obra social, donde trabaja un montón de administrativos que cobran un sueldo gracias a ese viejo que aporta todos los meses. Entonces me pregunto: ¿obra social para quiénes? ¿Obra social para qué? Mi padre había aportado durante 53 años al momento de jubilarse y aún sigue haciéndolo a una obra social que no eligió, se la impusieron. Hoy tiene tantos años que ni él los recuerda. Siempre trabajó y nos transmitió la cultura del trabajo; alambró demasiadas hectáreas de campo. Mi padre hizo surcos, canales y desagües; taló, desmontó, labró y sembró la tierra; sufrió el frío, el calor, el sol, la lluvia. Lo persiguieron por pensar distinto o quizás por pensar. Nos enseñó a ser solidarios. Fue y es un ejemplo de buena persona. Por todo ello merece ser atendido, porque paga mes a mes por una obra social para hoy, enfermo de vejez, recibir atención y contención. Es devastador, durante el tiempo que nos toca vivir, confirmar que hay que pedir por favor que te atiendan, que te escuchen, que tengan misericordia (porque nada más podés hacer), porque la salud termina siendo un negocio para algunos pocos. Los viejos terminan por sentir que no sirven, porque son desechos. No tienen derechos, no tienen voz. Afortunadamente y gracias a Dios existe el hospital Artémides Zatti y en él, un montón de personas (enfermeros, mucamos, médicos, camilleros, directores y otros) que entregan el alma para ayudar a las personas que lo necesitan. Atienden con afecto a los pacientes sin conocerlos. Brindan calma y contención. Luchan a diario contra la muerte. Son la mejor muestra de amor al prójimo. Están en el lugar justo y a la hora justa. Gracias a todas esas personas que pusieron el corazón ayudando a ese viejo que es mi padre. Angelina Oliva DNI 11.404.437 Viedma
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