Las dos formas de enseñar fútbol

Las escuelitas florecen en toda la ciudad. Niños y adolescentes aprenden los secretos del juego, su sentido colectivo. No es todo: líderes barriales preservan a los chicos de los riesgos callejeros.

Hay dos formas de entender (y enseñar) el fútbol en la primera edad. Están los que trabajan con niños y adolescentes para acercarlos al aprendizaje y al entrenamiento, para mostrarles los beneficios que existen en el ámbito de lo colectivo, e incluso para despertar aptitudes que podrían conducirlos a primera división. Y están los que no tienen tanta “suerte”, los que recorren los barrios siendo “salvavidas”. Aunque sea circunstanciales.

Las dos opciones son realmente valiosas y se desarrollan con fuerza en Cipolletti. Se cruzan. Se unen. Conviven. Es que la piel del cipoleño late por el fútbol, y las escuelitas pululan en todos sus rincones.

“Creamos la escuelita para darle una contención a los chicos, para intentar que estén menos tiempo en la calle. Se complica mantenerla en el tiempo. Y, sobre todo, convencer a los chicos más grandes de que éste camino es el correcto”.

Fabián Vega y Carlos Torres entendieron que el fútbol era como un elemento evangelizador. Ocurre que en el barrio Antártida Argentina, donde ellos viven, lo que se multiplican son las necesidades. Pero la pelota siempre rueda por esas calles de tierra y esfuerzo. Durante años, decenas de chicos de todas las edades entrenaron en el playón del barrio. Algunos para divertirse. Otros, pensando en el fútbol como instrumento de salvación. “

Hace un tiempo que se nos hace difícil sin ayuda. Y tenemos otro problema: cuando cumplen 13 años ya no podemos tenerlos, y muchos vuelven a la calle”, explica Vega.

Una fiesta

Todos los sábados cientos de niños se encuentran en el predio que el club La Amistad tiene en el noroeste de la ciudad. Es un escenario de profunda efervescencia. Se respira felicidad allí. Chicos contentos haciendo lo que más les gusta. Padres felices al verlos correr detrás de un sueño. Ahora organiza la municipalidad (antes lo hacían líderes barriales) y podría decirse, sin temor a la equivocación, que no existe hecho que iguale más.

Son días mágicos. Las clases sociales desaparecen y la infancia emerge.

Nico Jaime tuvo mucho que ver con la creación de esa liga. Este hombre es posiblemente más conocido que el intendente Aníbal Tortoriello en los barrios.

Fundó la escuelita de fútbol “Los Humildes” hace tres décadas por muchas razones, pero una particular: su padre era militante gremial, comulgaba con el peronismo, amaba a Monseñor De Nevares y a Evita, y fue “chupado” por los militares; su madre era una luchadora, una mujer de principios firmes y conciencia social. Esa alquimia fue su legado.

Cuando la democracia gateaba (febrero del ’85), Nico supo que algo había que hacer. Tenía una casa en las 220 viviendas y veía que en la calle se multiplicaban los pequeños ojos tristes. Ahí, con varios vecinos, siendo jóvenes y apasionados, crearon “Los Humildes”.

Experiencia repetida

Fue como la piedra basal, y las escuelitas de fútbol se “clonaron” en diferentes sectores de la ciudad. Existieron antes, pero en la actualidad son casi indispensables, aunque las privadas han ganado terreno y las barriales se fueron extinguiendo. Lógicamente, hay quienes elogian a tipos como Nico Jaime y otros que los critican. No se recibieron de “profes” ni tuvieron “educación” formal para la formación de niños. Son líderes barriales que hacen escuela a su manera. Que vivieron la calle y la conocen como ninguno.

Es maravilloso ver correr a un niño detrás de una pelota, hipnotizado.

Como en el principio de los tiempos, cuando no era necesario que el fútbol esté legislado, cuando sólo era suficiente jugar. Verlos en potreros arenosos o en canchas de césped sintético. En prolijos predios o en terrenos llenos de alpatacos.

Contacto

“Además de las actividades recreativas-deportivas, sumamos diferentes experiencias que para nosotros son sustanciales. Tratamos de que los chicos fortalezcan el vínculo, de acercar a las familias, de llegar a diferentes puntos de la ciudad. Nuestros chicos, de alguna manera, viven una realidad algo diferente a la de tantos niños de Cipolletti. Por eso, para nosotros es muy importante la relación con las demás escuelitas”.

Juan Martín Perilli es uno de los fundadores del Centro Infantil de Fútbol (CIF), que funciona en la calle Tres Arroyos.

Es “profe” hace algunos años y sabe que su situación es diferente a la que viven escuelitas como “Antártida Argentina”, Los Humildes, San Lorenzo de Barrio Anahi Mapu, la Cantera, San Nicolás, El Aguante, Nahuelquen, Nuevo Ferri, El Taladrito, San Isidro, Juventud, JEM Solares, Almafuerte, sólo para nombrar algunas. Pero también entiende que el fútbol es mucho más que un simple deporte. Y que esas horas de igualdad en una canchita no son un espejismo.

“Buscamos acercar a los chicos al aprendizaje y entrenamiento del fútbol, combinando lo formativo con lo recreativo, que se aprendan y se entiendan los fundamentos del deporte a través del compañerismo, disfrute, alegría, respeto y participación”, explica Mariano Figueroa, uno de sus colegas en “Jogo Bonito”.

Datos

“Además de las actividades deportivas, tratamos de que los chicos fortalezcan el vínculo, de llegar a diferentes puntos de la ciudad”.
“Nuestros chicos viven una realidad algo diferente a la de tantos niños. Por eso es fundamental la relación con las demás escuelitas”.
Juan Martín Perilli, uno de los fundadores del Centro Infantil de Fútbol.

Hay dos formas de entender (y enseñar) el fútbol en la primera edad. Están los que trabajan con niños y adolescentes para acercarlos al aprendizaje y al entrenamiento, para mostrarles los beneficios que existen en el ámbito de lo colectivo, e incluso para despertar aptitudes que podrían conducirlos a primera división. Y están los que no tienen tanta “suerte”, los que recorren los barrios siendo “salvavidas”. Aunque sea circunstanciales.

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