Las estadísticas de precios, un dilema
¿Un índice de precios bueno o uno rápido? La urgencia política le suele ganar a la calidad de los datos.
OPINIÓN
Causó sorpresa la remoción de Graciela Bevacqua, número dos del Indec, por plantear que la estimación del Indice de Precios al Consumidor (IPC) se demoraría ocho meses, cosa que no debería llamar la atención a los que trabajan en temas de estadística, pero que excedía los tiempos políticos del Gobierno. ¿Puede la economía seguir “sin números”?
El eterno problema
La inflación ha sido fogoneada durante los últimos años por la creciente monetización del déficit fiscal, en un esquema de dominancia fiscal en el que el BCRA “inundaba” de pesos la economía para cubrir el excedente de gasto. Por lo tanto, no es un problema que se pueda adjudicar a la gestión macrista.
No obstante, algunas de las medidas implementadas por el Gobierno han generado presiones adicionales sobre el nivel de precios de la economía. La unificación cambiaria fue exitosa debido a que al estar el mercado desdoblado, muchos precios se “formaban” con la cotización del dólar paralelo. Sin embargo, el ritmo de ajuste de tarifas eléctricas fue un poco rápido, mientras los precios aún se están acomodando al nuevo tipo de cambio y en los meses previos a las negociaciones salariales.
Desde el Gobierno, resaltan que la meta de inflación es de entre 20% y 25%. Buscando que la suba salarial se ubique en esos valores, Macri anunció la suba del Mínimo No Imponible a $30.000 del Impuesto a las Ganancias, a fin de evitar una fuerte pérdida del poder adquisitivo. Pero, los trabajadores de menores ingresos, que no tributan ganancias, no obtendrán este beneficio y serán (una vez más) los más afectados.
Debe destacarse, que si bien desde el Gobierno planeaban ajustar las tarifas de gas y de transporte en el corto plazo, por el momento la idea fue descartada.
¿Un IPC rápido o uno bueno?
En el contexto descripto, si bien se analiza a grandes rasgos el eterno problema de la inflación –algo que parecería ser parte del ADN argentino–, es imposible realizar un estudio más minucioso del impacto de las mencionadas políticas sobre los distintos actores económicos, ya que hace años nos hemos quedado “sin números”.
La destruccióndel sistema estadístico desde la intervención del Indec en 2007 no dejó las cosas fáciles para los técnicos que regresaron luego de su desvinculación, o para aquellos que llegaron por primera vez al instituto.
El dilema que enfrentaba el Gobierno era, elaborar un IPC rápido, que sirva de referencia para las negociaciones de las paritarias y evaluar la efectividad o no de la política económica; o uno bueno, creíble, robusto y probado, que restaure la credibilidad en las cifras provistas por el organismo oficial de estadísticas.
Hace semanas, el Indec publicó la decisión de utilizar como referencia los IPC de la Ciudad de Buenos Aires y San Luis, que se confeccionan de acuerdo a los estándares internacionales. Por lo tanto, la salida de Bevacqua tiene más que ver con la “urgencia política” que con un tema técnico.
A esto hay que sumarle que Fernando Cerro, economista cercano a Rogelio Frigerio y reemplazante de Bevacqua, está a favor de elaborar un IPC rápido con ponderaciones móviles. Parece que la idea de Cerro prevaleció por sobre la de la dos veces desplazada técnica.
El principal problema que tiene un IPC de ponderaciones móviles es que dota de discrecionalidad al que lo elabora, ya que permite modificar los productos de la canasta de referencia y reemplazarlos por otros cuyos precios se incrementan menos a fin de moderar el aumento de la inflación. De esta forma, un IPC de estas características nos pondría nuevamente frente una pregunta reiterada durante la gestión kirchnerista: ¿cómo resolver un problema sin aceptarlo?
Consideraciones finales
Si bien es importante tener un indicador para analizar la evolución de los precios y el cumplimiento o no de las metas de inflación, es aún mucho más importante tener un índice que refleje la verdadera trayectoria de los precios de la economía, con el objetivo de modificar las expectativas inflacionarias, y que el programa económico tenga éxito.
No obstante, elaborar un IPC que cumpla con todas las especificaciones requeridas para ser consistente y comparable no es un trabajo que se pueda realizar de un día para el otro, si el objetivo es tener “buenas” estadísticas y reconstruir la credibilidad del Indec, en un escenario en el que es importante fortalecer la calidad institucional.
Para permitir la elaboración de un IPC que cumpla con las normas metodológicas internacionales, el Gobierno pudo haber reemplazado las estadísticas de Indec con los IPC provinciales y con los relevamientos privados, como el IPC Congreso, que el actual oficialismo difundió como indicador de referencia hasta que Macri resultó electo.
Sin embargo, la decisión parece haber sido otra. Se perdió la oportunidad de dotar nuevamente al país de cifras que sirvan como “termómetro” de la economía, a favor de tener datos que muestren el “cumplimiento” de las metas.
Eliana Scialabba
El Economista (Argentina)
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