Las huellas de la memoria rionegrina
por OSCAR A. ELVIRA (*) Especial para «Río Negro»
Los psicoanalistas le hemos prestado especial atención a la historia y en este sentido sabemos que ella es una construcción individual y colectiva, diseñada por un entramado de sucesos y hechos históricos que producen por consecuencia una interpretación de estos últimos, la cuál estaría teñida por nuestra actividad mental inconsciente y no sólo como actividad de la conciencia, dado que esta es intencionalmente selectiva y parcial, puesto que en cierta forma está restringida por los prejuicios y valores inconscientes del sujeto o del colectivo institucional que lo transmite.
Recientemente en las páginas de este diario, Héctor Pérez Morando («Río Negro 6-12-05») hacía un interesante llamado a continuar con la tarea emprendida a fines de los años '60 por un grupo de intelectuales rionegrinos, decididos a escribir la historia de nuestra provincia «dado que afecta a la cultura y al desarrollo». Muestra el autor en esa nota lo que sucedía en esos años como un interés de escribir y producir trabajos que dieran cuenta de nuestro legado histórico. Estaban apoyados (entre otros) en la personalidad y en los aportes que venía haciendo el salesiano Dr. Raúl A. Entraigas, quien había producido su ya reconocido libro «El Fuerte del Río Negro» donde daba cuenta de la fundación de Viedma y Carmen de Patagones. Había presidido el Instituto de Investigaciones Históricas de Río Negro, y como producto de esta actividad se generaron luego varios congresos provinciales.
Participé, junto con un grupo de compañeros y el cuerpo docente, en la categoría «estudiantes», con un trabajo en el Primer Congreso realizado en Bariloche, en representación del colegio secundario «Emilio Pérez», de Ing. Huergo. Nuestro escrito obtuvo el segundo premio, había estado dirigido a rescatar la historia de nuestro pueblo y sus «primeros pobladores» colonos españoles, italianos y un francés, dado que como bien sabemos, Huergo es uno de los primeros establecimientos pos «conquista del desierto» en lo que hoy llamamos Alto Valle de Río Negro o región del Comahue. Es tema para otro trabajo mostrar cómo previamente ya habían estado establecidos en el lugar «nuestros paisanos los indios» como los nombra lucidamente Carlos Martínez Sarasola.
Me centraré ahora en dos temas que me interesa resaltar. El primero responde al pedido de H. Pérez Morando en cuanto a la posible reanudación de la actividad de estos congresos, sugiero que la sede sea San Antonio Oeste como estuvo diagramado en ese momento y luego por diversas circunstancias no se llevó a cabo ese quinto congreso.
San Antonio Oeste cuenta con una rica historia ligada tanto a la cultura indígena, como a la de las corrientes migratorias provenientes de Europa. Resultaría muy atractivo escuchar allí a Rodolfo M. Casamiquela, Carlos Martínez Sarasola, Juan Mario Raone, Susana Bandieri y muchos más que han escrito muy interesantes trabajos científicos y libros sobre nuestra historia. El segundo tema tiene un enlace con el anterior dado que en esa época se produjo la fundación de la Universidad Nacional del Comahue, lo que trajo como consecuencia una invalorable contribución científica en cuanto al desarrollo epistemológico sobre cómo pensar la historia tal como da cuenta el reciente libro: «Historia de la Patagonia», de Susana Bandieri (Ed. Sudamericana). Como resultado de todo este entramado, estaríamos en un muy buen momento del desarrollo del pensamiento científico para la reanudación de esa actividad académica, la cual debería estar dirigida consecuencia de la invalorable contribución que trajo también a toda la Patagonia y al país en general.
Ahora deseo remarcar aún más por qué pienso que San Antonio Oeste debería ser la sede de ese Congreso. Luego de más de una década de visitar Las Grutas, San Antonio Oeste y Este, he tomado contacto una vez más con las huellas que han dejado en toda esa zona los primeros habitantes, los cuales le dieron origen a nuestro nombre: Patagonia. –por la impronta que habían dejado sus huellas de pies gigantes (según Pigafetta), en el suelo–. Hoy sabemos que ello era producto de la fantasía del autor y sí del calzado de cuero que construían nuestros primeros pobladores, los cuales hace aproximadamente 13.000 años habitaron nuestra tierra.
Luego de haberlo documentado en video y fotografía, siento la necesidad de compartir el descubrimiento que he realizado junto con mi esposa, Mabel Cambero, en Las Grutas, donde han quedado impresas las huellas de los pies de nuestros primeros pobladores en una formación rocosa sedimentaria, la cual es posible que date de varios miles de años y que dan cuenta de la actividad humana de este sector de nuestra Patagonia, tal como sucedió en el continente africano en Laetoni (Tanzania), dónde se han descubierto huellas del australopitecus que datan de 3,6 millones de años y en Ciudad del Cabo (Sudáfrica) 117.000 años. En la Patagonia chilena, en Monte Verde, se han descubiertos huellas de pies humanos que tienen 12.500 años y en Monte Hermoso (provincia de Buenos Aires) que tendrían entre 6.640 y 7.400 años de antigüedad.
He hallado en este lugar actividad cultural lítica (cuchillos, raspadores, muescas, raederas, etc.) y de restos de cacharros cerámicos, al igual que orgánicos ligados al tipo de alimento que consumían como parte de su dieta diaria, los que estarían ofreciendo un magnífico nicho arqueológico, geológico e histórico que daría cuenta de nuestra riqueza ligadas al pasado, las cuales corren riesgos de ser destruidas por los nuevos «emprendimientos» arquitectónicos del lugar. Estos no tienen en cuenta esta vertiente histórica vinculada a nuestros primeros habitantes y que desearía fueran preservados para el enriquecimiento de las generaciones actuales y venideras. Pienso que el desarrollo humano, relacionado con la construcción de nuevos asentamientos urbanísticos podría convivir con los de sus ancestros aborígenes y lograr un mayor y civilizado polo de desarrollo tanto para los habitantes permanentes como para el centrado en el turismo.
(*) Psicoanalista y docente universitario
Fuentes principales: archivo diario «Río Negro», «Clarín», «La Nación». Revista «Ciencia Hoy». Biblioteca personal.
por OSCAR A. ELVIRA (*) Especial para "Río Negro"
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