Las responsabilidades, siempre tan esquivas
ANÁLISIS
En varias ciudades del mundo el tren es uno de los medios de transporte más seguros para viajar. En la Argentina, los usuarios son conscientes de las pésimas condiciones de este transporte, aun así ponderan al servicio en el tope de sus preferencias, según una reciente encuesta. Eso es resignación. A contramano de lo que naturalmente pasa en la parte desarrollada del globo -donde hay celo por la modernización y la puntualidad- aquí la gente del conurbano bonaerense se moviliza a sabiendas de que emprende un viaje aventurado. Lo decían ayer pasajeros del trágico convoy: son conscientes de las altas posibilidades de un accidente antes de subir a un tren. Sólo esperan que no les toque a ellos. Puertas que no cierran, incumplimiento de horarios, gente que viaja colgada de vagones sobrepoblados y rieles poco mantenidos. Lo conocido. Ayer la tragedia volvió a golpear a los argentinos. Y, como es de práctica, se remueven las verdades reveladas: hay desinversión, faltan controles sobre la seguridad de las formaciones, no se renuevan vías, los materiales y sistemas son obsoletos… Retahíla de lamentos tardíos. Luego, de nuevo el olvido. Son tan repetidas las advertencias de los gremios ferroviarios que parece hora de prestarles oídos. Las fallas en los frenos o una indisposición del conductor, ¿no forman parte de las contingencias del servicio diario que ponen en acción otros sistemas de emergencia? El tren ingresaba a la plataforma de una de las dos terminales más grandes de Buenos Aires (adonde se supone que arriban a paso de hombre) ¿no había otros mecanismos previos de atenuación, más allá del llamado “hombre muerto” que es un pedal a activar en el caso de que falle la palanca de frenado de mano? ¿En qué estado real se encontraban las vallas de contención final? ¿Qué grado de efectividad tenían? ¿Es cierto que hace unos meses los trabajadores ferroviarios habían denunciado que “los servicios salen con menos de la cantidad de frenos comprimidos que tendrían que salir”? Es la hora de pericias y explicaciones, tanto de TBA como de la secretaría de Transporte y de la subsecretaría de Transporte Ferroviario, responsables del movimiento de los trenes (como la ciudad de Buenos Aires lo es de los subtes). Semejante tragedia reclama precisiones. Y acciones. Si la conclusión apunta a la desinversión, deberá explicarse entonces el destino de los millonarios subsidios del Estado a este servicio. Sincerarse la rentabilidad. Y el Estado deberá demostrar que no hubo laxitud en los controles. Y dar cuenta de la infinidad de promesas de obras, compra de vagones, remodelaciones y soterramientos anunciados una y otra vez pero nunca cumplidos. Las desafortunadas declaraciones del secretario Schiavi ayer parecen el anticipo de responsabilidades esquivas. Ayer fueron decenas de muertos y heridos. Hoy, como siempre, miles de pasajeros indefensos volverán a viajar resignados, como ganado, sin otra opción fiable que les permita alcanzar sus trabajos y hogares.
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