Las vidas de un hombre ilustre 25-01-04

Aunque recientemente nombrado Ciudadano Ilustre por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el escritor Osvaldo Bayer elude la rimbombancia y prosigue una labor sostenida por los derechos humanos, que cabe en una definición del intelectual guatemalteco Luis Cardoza y Aragón: «Soy sólo un hombre que ha sabido tener vergüenza desde niño». Nacido en Santa Fe en 1927, el escritor explicaba de niño a sus amigos que se llamaba «Bayer, como la aspirina», simplificando así una historia larga que se remontaba al Tirol austríaco con una familia con un apellido, «Payr», que fue cambiando al paso de cada frontera.

Ya en la Argentina, su padre telegrafista, obligado a constantes cambios de domicilio, viaja por diversas provincias con su familia hasta instalarse en el barrio bonaerense de Belgrano en 1932.

La juventud de Osvaldo Bayer es un capítulo novelesco y poco conocido: sus lecturas primeras son Salgari, Verne, Tolstoi, cursa a los 16 años libre el secundario, se emplea en el estudio de un corredor de seguros, hace el servicio militar -por su negativa a manejar armas lo destinan a una brigada de limpieza- y se emplea como marinero timonel recorriendo el río Paraná en una embarcación a cargo de un capitán que deliraba en el timón.

En 1956 se va a Alemania y envía desde allí sus primeras crónicas periodísticas al diario «Noticias Gráficas». Años después, de regreso a la Argentina, viaja al sur donde funda una publicación, «La Chispa», que en la denominación lleva el impulso de un hombre apasionado por la libertad y la dignidad.

Bayer es el escritor, el periodista, el gremialista, el guionista de cine, el catedrático, el historiador que no se cansa de repetir una frase de Max Frisch: «Democracia, significa más democracia». (Télam)


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